MENSAJE CON MOTIVO DEL 50 ANIVERSARIO DE MANOS UNIDAS
Conferencia Episcopal Española, CCXIV Comisión Permanente
“Tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber...” (Mt 25, 35)
I. Memoria del pasado. “Declarar la guerra al hambre”
En el L aniversario de Manos Unidas, la Conferencia Episcopal Española quiere enviar un mensaje de felicitación, agradecimiento y estímulo a los numerosos asociados y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos generosamente en la lucha contra el hambre en el mundo.
Ha transcurrido medio siglo desde que las Mujeres de Acción Católica Española promovieran en 1959 la I Campaña contra el hambre. En 1956, responden al llamamiento de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas para remediar las tres hambres que afligen el mundo: “hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios” y propondrán un día de ayuno voluntario en el primer viernes de cada Cuaresma. Lo consideraron no sólo como un gesto de solidaridad con los necesitados, sino también como una eficaz identificación que les ayuda a experimentar en su propia persona las penalidades que padece el que tiene hambre. A esto le seguirá espontáneamente una limosna a favor de los más necesitados, naciendo así la colecta anual pensada para ayudar a financiar proyectos concretos de desarrollo en el Tercer Mundo que se ha incrementado progresivamente año tras año.
En posteriores campañas se fueron ampliando los objetivos y se creó un Servicio Educativo y de Documentación; se fue profundizando en la acción educativa y se diseñó material didáctico escolar llevando la inquietud por el problema del hambre incluso hasta la universidad. Además, se concretaron las prioridades: el desarrollo agropecuario y pesquero, la promoción cultural, la atención sanitaria, la promoción de la mujer, la promoción social, etc.
Durante estos cincuenta años, Manos Unidas ha trabajado para erradicar la miseria, la nutrición deficiente, la enfermedad y el atraso cultural en los países del Tercer Mundo, y para identificar y eliminar sus causas estructurales; ha denunciado en la sociedad española el problema del hambre y las penurias del subdesarrollo y ha reunido fondos para financiar proyectos.
Sus campañas contra el hambre se insertan con naturalidad en la práctica de la Iglesia por lo que la activa participación de Manos Unidas en el apostolado social de la Iglesia es digna de todo aplauso y gratitud.
II. Tarea en el presente. “Salvaguardar las señas de identidad”
El aniversario es también una ocasión propicia para reflexionar sobre el camino recorrido, para profundizar en las vivencias fundacionales y reavivar la conciencia de la propia singularidad. Manos Unidas, “la Asociación de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo”, ha nacido en la Iglesia y, de su asociación de apostolado, la Acción Católica que, manteniendo una unión muy estrecha con la Jerarquía, persigue fines propiamente apostólicos. En este sentido, debemos esforzarnos por preservar como un preciado tesoro esta identidad cristiana y misionera, superando toda tentación secularista y el reduccionismo que comporta, y manteniéndonos firmes en la enseñanza de Jesucristo que nos ha dicho: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4)
Manos Unidas no puede descuidar su acción misionera: ha de evangelizar promocionando y promocionar evangelizando, buscando el desarrollo integral del hombre y no sólo satisfacer sus necesidades materiales.
También los asociados a Manos Unidas deben seguir cuidando sus inspiraciones originales: la apertura al otro, el interés por las personas, la fina sensibilidad ante el sufrimiento, la acogida y el don gratuito. Estos principios han brotado del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.
Por otro lado, Manos Unidas es una organización de voluntarios en el ámbito diocesano; sus socios y colaboradores entregan desinteresadamente su tiempo, su saber y sus bienes en favor del proyecto con generosa gratuidad.
Esta característica es un timbre de gloria que desde el principio ha mantenido Manos Unidas, y algo que hay que defender como propio de una organización de la Iglesia; salvando siempre, en su justa medida, la colaboración de personas técnicas contratadas, que ayuden a desarrollar las iniciativas con la mayor eficacia posible.
III. Compromiso ante el futuro. “Afrontar los nuevos retos del hambre en el mundo”
Aunque es mucho lo que en estos cincuenta años se ha conseguido, todos y especialmente los asociados a Manos Unidas consideran que no se ha llegado todavía a la meta y que hay que seguir trabajando sin descanso: todavía más de ochocientos cincuenta millones de personas sufren malnutrición y padecen hambre.
En nuestros días, constatamos la aparición de nuevos riesgos para la vida de los pobres, ocasionados por la agresión al equilibrio medioambiental, por los desequilibrios económicos y por la crisis de la energía y de los alimentos.
La crisis económica que nos oprime con el desolador problema del paro que genera está poniendo a prueba nuestra capacidad de respuesta. La crisis de humanidad que está en su base es un argumento más a favor de la eficacia de un planteamiento de búsqueda de soluciones integrales: la batalla contra el hambre de pan no puede desligarse de la formación de una conciencia moral responsable, fundamentada en la fe en Dios.
La obligada solidaridad entre los que compartimos una misma condición y un mismo destino nos exige compartir, siendo preciso modificar nuestros hábitos de vida y adecuarlos a una sobria austeridad. La Iglesia a través de múltiples iniciativas de sus miembros trata de hacer realidad esos principios de modo original y conforme a su naturaleza.
El problema del hambre continúa angustiando a la humanidad. La pobreza es una de las más graves preocupaciones de la comunidad internacional. Su solución nos apremia a todos, reconociendo que «la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad». En este sentido, es necesaria una conversión del corazón a la caridad de Cristo, sabiendo que hay recursos técnicos suficientes para acabar con la lacra de la pobreza. Esta conversión nos lleva a transformar las estructuras de pecado que contribuyen a las situaciones de injusticia. Es la urgente tarea que se ofrece a los miembros de Manos Unidas, en la que todos estamos llamados a colaborar.
En la celebración gozosa de su L aniversario, damos gracias a Dios por estos años de esforzada labor, en los que esta organización eclesial ha sido un signo vivo y profético de su amor a las personas con cualquier clase de necesidad.
Pedimos también al Espíritu Santo que continúe suscitando en nuestras parroquias y comunidades la generosidad del corazón y el compromiso del voluntariado, que todos los hombres y mujeres de buena voluntad, juntamente con las instituciones y gobiernos, hagan una apuesta decidida por el desarrollo integral de los países y que, como aquellas mujeres pioneras de Acción Católica del año 1959, “declaren la guerra al hambre de pan, de cultura y de Dios en el mundo”.
I. Memoria del pasado. “Declarar la guerra al hambre”
En el L aniversario de Manos Unidas, la Conferencia Episcopal Española quiere enviar un mensaje de felicitación, agradecimiento y estímulo a los numerosos asociados y colaboradores que, inspirados por su conciencia cristiana, están comprometidos generosamente en la lucha contra el hambre en el mundo.
Ha transcurrido medio siglo desde que las Mujeres de Acción Católica Española promovieran en 1959 la I Campaña contra el hambre. En 1956, responden al llamamiento de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas para remediar las tres hambres que afligen el mundo: “hambre de pan, hambre de cultura y hambre de Dios” y propondrán un día de ayuno voluntario en el primer viernes de cada Cuaresma. Lo consideraron no sólo como un gesto de solidaridad con los necesitados, sino también como una eficaz identificación que les ayuda a experimentar en su propia persona las penalidades que padece el que tiene hambre. A esto le seguirá espontáneamente una limosna a favor de los más necesitados, naciendo así la colecta anual pensada para ayudar a financiar proyectos concretos de desarrollo en el Tercer Mundo que se ha incrementado progresivamente año tras año.
En posteriores campañas se fueron ampliando los objetivos y se creó un Servicio Educativo y de Documentación; se fue profundizando en la acción educativa y se diseñó material didáctico escolar llevando la inquietud por el problema del hambre incluso hasta la universidad. Además, se concretaron las prioridades: el desarrollo agropecuario y pesquero, la promoción cultural, la atención sanitaria, la promoción de la mujer, la promoción social, etc.
Durante estos cincuenta años, Manos Unidas ha trabajado para erradicar la miseria, la nutrición deficiente, la enfermedad y el atraso cultural en los países del Tercer Mundo, y para identificar y eliminar sus causas estructurales; ha denunciado en la sociedad española el problema del hambre y las penurias del subdesarrollo y ha reunido fondos para financiar proyectos.
Sus campañas contra el hambre se insertan con naturalidad en la práctica de la Iglesia por lo que la activa participación de Manos Unidas en el apostolado social de la Iglesia es digna de todo aplauso y gratitud.
II. Tarea en el presente. “Salvaguardar las señas de identidad”
El aniversario es también una ocasión propicia para reflexionar sobre el camino recorrido, para profundizar en las vivencias fundacionales y reavivar la conciencia de la propia singularidad. Manos Unidas, “la Asociación de la Iglesia en España para la ayuda, promoción y desarrollo del Tercer Mundo”, ha nacido en la Iglesia y, de su asociación de apostolado, la Acción Católica que, manteniendo una unión muy estrecha con la Jerarquía, persigue fines propiamente apostólicos. En este sentido, debemos esforzarnos por preservar como un preciado tesoro esta identidad cristiana y misionera, superando toda tentación secularista y el reduccionismo que comporta, y manteniéndonos firmes en la enseñanza de Jesucristo que nos ha dicho: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4)
Manos Unidas no puede descuidar su acción misionera: ha de evangelizar promocionando y promocionar evangelizando, buscando el desarrollo integral del hombre y no sólo satisfacer sus necesidades materiales.
También los asociados a Manos Unidas deben seguir cuidando sus inspiraciones originales: la apertura al otro, el interés por las personas, la fina sensibilidad ante el sufrimiento, la acogida y el don gratuito. Estos principios han brotado del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia.
Por otro lado, Manos Unidas es una organización de voluntarios en el ámbito diocesano; sus socios y colaboradores entregan desinteresadamente su tiempo, su saber y sus bienes en favor del proyecto con generosa gratuidad.
Esta característica es un timbre de gloria que desde el principio ha mantenido Manos Unidas, y algo que hay que defender como propio de una organización de la Iglesia; salvando siempre, en su justa medida, la colaboración de personas técnicas contratadas, que ayuden a desarrollar las iniciativas con la mayor eficacia posible.
III. Compromiso ante el futuro. “Afrontar los nuevos retos del hambre en el mundo”
Aunque es mucho lo que en estos cincuenta años se ha conseguido, todos y especialmente los asociados a Manos Unidas consideran que no se ha llegado todavía a la meta y que hay que seguir trabajando sin descanso: todavía más de ochocientos cincuenta millones de personas sufren malnutrición y padecen hambre.
En nuestros días, constatamos la aparición de nuevos riesgos para la vida de los pobres, ocasionados por la agresión al equilibrio medioambiental, por los desequilibrios económicos y por la crisis de la energía y de los alimentos.
La crisis económica que nos oprime con el desolador problema del paro que genera está poniendo a prueba nuestra capacidad de respuesta. La crisis de humanidad que está en su base es un argumento más a favor de la eficacia de un planteamiento de búsqueda de soluciones integrales: la batalla contra el hambre de pan no puede desligarse de la formación de una conciencia moral responsable, fundamentada en la fe en Dios.
La obligada solidaridad entre los que compartimos una misma condición y un mismo destino nos exige compartir, siendo preciso modificar nuestros hábitos de vida y adecuarlos a una sobria austeridad. La Iglesia a través de múltiples iniciativas de sus miembros trata de hacer realidad esos principios de modo original y conforme a su naturaleza.
El problema del hambre continúa angustiando a la humanidad. La pobreza es una de las más graves preocupaciones de la comunidad internacional. Su solución nos apremia a todos, reconociendo que «la visión del desarrollo como vocación comporta que su centro sea la caridad». En este sentido, es necesaria una conversión del corazón a la caridad de Cristo, sabiendo que hay recursos técnicos suficientes para acabar con la lacra de la pobreza. Esta conversión nos lleva a transformar las estructuras de pecado que contribuyen a las situaciones de injusticia. Es la urgente tarea que se ofrece a los miembros de Manos Unidas, en la que todos estamos llamados a colaborar.
En la celebración gozosa de su L aniversario, damos gracias a Dios por estos años de esforzada labor, en los que esta organización eclesial ha sido un signo vivo y profético de su amor a las personas con cualquier clase de necesidad.
Pedimos también al Espíritu Santo que continúe suscitando en nuestras parroquias y comunidades la generosidad del corazón y el compromiso del voluntariado, que todos los hombres y mujeres de buena voluntad, juntamente con las instituciones y gobiernos, hagan una apuesta decidida por el desarrollo integral de los países y que, como aquellas mujeres pioneras de Acción Católica del año 1959, “declaren la guerra al hambre de pan, de cultura y de Dios en el mundo”.