DIÁLOGO E INSTRUCCIÓN, CLAVE PARA PROMOVER LA INTERCULTURALIDAD
Roberta Sciamplicotti
En el mundo actual caracterizado por la convivencia de muchos pueblos en los mismos espacios geográficos, se necesita un nuevo modelo de vida basado en la interculturalidad, y para promover esta última con los instrumentos fundamentales del diálogo y la instrucción.
Es lo que ha explicado el presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes, el arzobispo Antonio María vegliò, este jueves interviniendo sobre el tema “Valores comunes en el ámbito del impacto religioso y social de las migraciones” en la Conference on the Christian-Jewish-Muslim interfaith dialogue, promovida en el semestre de la Presidencia de Hungría en el Consejo de la Unión Europea, y que se está desarrollando en el Castillo real de Gödöllö, cerca de Budapest, del 1 al 3 de junio.
Monseñor Vegliò está en Hungría para realizar una visita pastoral del 1 al 6 de junio, invitado por monseñor János Székely, promotor de la Pastoral para la movilidad humana de la Conferencia Episcopal Húngara.
En su intervención de este jueves, el arzobispo ha destacado que Europa “no es sólo un continente multicultural hoy, pero también es una realidad históricamente multicultural”.
El encuentro con diversas culturas, observó, “permite un enriquecimiento de la propia realidad”, es una aproximación “serena, recíproca y sin prejuicios” entre culturas que “puede ayudar a que no se encierren en sí mismas en los que son y a evitar el empobrecimiento que sería consecuencia de esto”.
Para monseñor Vegliò, en realidad, más que multiculturalidad habría que hablar de interculturalidad. El primer término, de hecho, “constata de un modo meramente descriptivo, la presencia objetiva de dos o más culturas en el mismo espacio geográfico”, mientras que interculturalidad” “indica relaciones establecidas entre las culturas presentes en un cierto espacio geográfico e insiste en los comportamientos, en los objetivos a alcanzar o en los itinerarios educativos que conducen a este encuentro de culturas”.
Se convierte en una prioridad no sólo un “acercamiento”, sino también un “intercambio”, “y no un simple intercambio de los que se tiene, sino sobre todo de lo que se es”.
La integración, de hecho, destacó el presidente del dicasterio vaticano, “no es un proceso en sentido único”: “los autóctonos como los inmigrantes deben mostrarse preparados para recorrer las vías del diálogo y del enriquecimiento recíproco que permiten valorar y acoger los aspectos positivos de cada uno”.
Todo esto, obviamente, teniendo en cuenta “el respeto de la identidad cultural de los emigrantes” y prestando atención a eventuales elemento “contrarios a los valores éticos y universales, o a los derechos fundamentales”.
Claves
Para la promoción de la interculturalidad, destacó monseñor Vegliò, dos instrumentos son “indispensables”: “el diálogo y la instrucción”.
El diálogo, explicó, “debe ser el instrumento más importante para usar en las relaciones que se plantean en todos los campos de la vida humana.
Últimamente, sin embargo, se ha presentado “un gran problema”: para acoger a los que llegan a nuestro continente y establecer con ellos un diálogo constructivo, “Europa ha ocultado los principios y los valores que caracterizaron su nacimiento y que la han modelado”.
Y así el continente europeo ha silenciado o renegado sus raíces cristianas”, denunció el arzobispo.
“Esto impide una acogida adecuada y una integración real de los inmigrantes que provienen de otros contextos culturales, porque para ellos es imposible establecer un diálogo con una tierra que parece privada de un rostro y de una historia, una tierra sin principios comunes ni valores fundamentales”.
Otro motivo del “fracaso” en la acogida de los inmigrantes en Europa, añadió el prelado, es el hecho de que “se ha realizado en modo pasivo y ha sido justificada con un deseo de tolerancia”.
“Confundimos a menudo el concepto de tolerancia con la aceptación no crítica de todos los estilos de vida, a partir de un respeto sin límites y evitando emitir cualquier juicio sobre ellos”, constató.
En cuanto a la instrucción, monseñor Vegliò destacó la necesidad de “comprometerse firmemente” en “la instrucción intercultural”, “porque los modelos educativos tradicionales no son capaces de ofrecer respuestas adecuadas a los retos actuales”.
Un nuevo modelo educativo debe, por tanto, concentrarse sobre varios elementos: “enseñar a respetar y a apreciar las distintas culturas, descubriendo los elementos positivos y fructíferos que pueden contener; ayudar a modificar los comportamientos de miedo o indiferencia hacia la diversidad; educar en la acogida, en la igualdad, en la libertad, en la tolerancia, en el pluralismo, en la cooperación, en el respeto, en la corresponsabilidad, en la no discriminación”.
Del mismo modo, debe “valorar positivamente el diálogo y la escucha; ayudar a vencer las generalizaciones, los prejuicios, los estereotipos; superar el individualismo y el aislamiento en grupos cerrados; favorecer las personalidades maduras, flexibles y abiertas”.
La educación intercultural, señaló el presidente del dicasterio vaticano, “será muy importante para vencer todo extremismo cultural contrario a los valores contenidos en la Declaración de los derechos Humanos”.
Religión y migración
“¿Por qué las religiones deben ineludiblemente participar en el proceso de construcción europea” y, “más concretamente”, “en la acogida a los inmigrantes y al diálogo intercultural?”, se preguntó después monseñor Vegliò.
En primer lugar, afirmó, es necesario “reconocer que las religiones representan un de las formas más importantes de la identidad cultural” y que “existe un vínculo profundo e innegable entre la religión y la cultura”.
“No es posible comprender la religión sin la cultura, ni la cultura sin la religión”, destacó, porque “la visión del universo presente en cada una de nuestras sociedades y que ofrece ciertos valores, comportamientos, ideas sobre la vida implican orígenes claramente religiosos, compartidos por la gran mayoría de sus miembros, creyentes o no”.
“En segundo lugar”, añadió, “si consideramos que las transformaciones de nuestro continente pasan necesariamente por un cambio de mentalidad de cada uno de los individuos (autóctono o inmigrante), y si somos conscientes del importante deber desarrollado por las confesiones religiosas en cuanto a que son formadoras de las conciencias, no podemos dejar de reconocer el papel indispensable de las religiones en este proceso de construcción europea”
“La promoción de la dimensión intercultural exige la aceptación de los valores y de los principios fundamentales, que deben ser considerados imprescindibles y básicos para la construcción de nuestras sociedades europeas”, indicó monseñor Vegliò.
“Las distintas confesiones religiosas y sus lugares de culto -concluyó- tienen una misión particular que cumplir para favorecer la adopción de estos valores por parte de cuantos llegan a nuestro continente”.