6/27/11

EL PAPA A LA ASOCIACIÓN SANTOS PEDRO Y PABLO



¡Queridos amigos de la Asociación Santos Pedro y Pablo!
¡Os saludo con alegría y con afecto! Estoy muy contento de encontrarme con vosotros mientras estáis reunidos en ocasión del 40º aniversario de la sociedad: una conmemoración feliz, que invita al agradecimiento, al Señor antes que nada, y al amado Siervo de Dios Pablo VI, que tanto ha hecho para renovar el ambiente Vaticano según las exigencias contemporáneas. Saludo en particular al Presidente, el doctor Calvino Gasparini, y le agradezco sus corteses palabras; saludo al Asistente espiritual, monseñor Joseph Murphy, a los demás responsables y a todos los socios, como también a los ex-asistentes, entre los que están el cardenal Coppa, que nos honra con su presencia, y el cardenal Bertone, que cuando era un joven sacerdote fue ayudante formador de la entonces Guardia Palatina. En el altar del Señor y la tumba de San Pedro, elevamos en este momento un especial recuerdo por todos los que, en estos 40 años, se han sucedido en la dirección de la Asociación y que con dedicación han sido parte de ella. A todos los que, de ellos, han dejado este mundo, que el Señor les dé la paz y la bienaventuranza de su Reino.
También en mi ánimo, al reunirme con vosotros, domina el sentimiento de reconocimiento, y está dirigido a vosotros, por el servicio que ofrecéis, sobre todo por el amor y el espíritu de fe con el que lo desarrolláis. Vosotros dedicáis parte de vuestro tiempo, armonizándolo con los compromisos de familia y sustrayéndolo, a menudo, de vuestro ocio, para venir al Vaticano y colaborar con el buen orden de las celebraciones. Además dais vida a numerosas iniciativas caritativas, en colaboración con las religiosas Hijas de la Caridad y con las Misioneras de la Caridad. Estos compromisos exigen una motivación profunda, que se renueva siempre, gracias a una intensa vida espiritual. Para ayudar a los demás a rezar, es necesario tener el corazón dirigido a Dios; para pedir el respeto a los lugares santos y a las cosas santas, es necesario que vosotros mismos tengáis el sentido cristiano de la sacralidad; para ayudar al prójimo con verdadero amor cristiano, tenemos que tener un ánimo humilde y una visión de fe. Vuestra actitud, a menudo sin palabras, constituye una indicación, un ejemplo, un reclamo, y como tal, también tiene un valor educativo.
Se presupone en todo esto vuestra formación personal; y deseo deciros que por esta, como por todo lo que hacéis, os estoy particularmente agradecido. La Asociación Santos Pedro y Pablo, como toda auténtica asociación eclesial, antes que nada, se propone la formación de sus miembros, nunca como sustitución o alternativa de las parroquias, sino de forma complementaria respecto a ellas. Por esto, me complace que forméis parte de vuestras comunidades parroquiales y que eduquéis a vuestros hijos en el sentido de la parroquia. Al mismo tiempo, me complace el hecho de que la Asociación sea, en su justa medida, exigente en el prever específicos periodos formativos para los que desean ser socios efectivos, y ofrezca regularmente momentos oportunos en apoyo de la perseverancia.
Un pensamiento particular dirijo a quienes, esta mañana, han pronunciado la solemne Promesa de fidelidad; espero que tengan siempre la alegría de sentirse discípulos de Cristo en la Iglesia, y les exhorto a que den un buen testimonio del Evangelio en todos los ámbitos de su vida. Siempre desde esta perspectiva, he apoyado, desde el principio, el proyecto de dar vida a un grupo juvenil. Saludo a los jóvenes con especial afecto, y les animo a seguir el ejemplo del Beato Pier Giorgio Frassati, amando a Dios con todo el corazón, gustando la belleza de la amistad cristiana y sirviendo a Cristo con gran discreción, en los hermanos más pobres.
Queridos amigos, os agradezco vuestros buenos deseos, y sobre todo, las oraciones en ocasión de mi 60º aniversario de Sacerdocio. El regalo que me habéis querido ofrecer, una bella casulla, me recuerda que soy, antes que nada, Sacerdote de Cristo, y me invita a acordarme de vosotros cuando celebro el Sacrificio redentor. ¡Gracias de corazón! Finalmente, quiero confiaros a todos a la Virgen María. Sé que en vuestra Asociación se venera con el título de Virgo Fidelis. ¡Hoy más que nunca se necesita la fidelidad! Vivimos en una sociedad que ha perdido este valor. Se exalta mucho el comportamiento de cambio, la “movilidad”, la “flexibilidad”, por motivos organizativos también legítimos. Pero ¡la calidad de una relación humana se ve en la fidelidad! La Sagrada Escritura nos muestra que Dios es fiel. Con su gracia y la ayuda de María, sed, por tanto, fieles a Cristo y a la Iglesia, preparados para soportar con humildad y paciencia el precio que comporta. Que la Virgo Fidelis os obtenga la paz en vuestras familias, ya que de ellas nacen auténticas vocaciones cristianas, al Matrimonio, al Sacerdocio y a la Vida consagrada. Por esto os aseguro un especial recuerdo en mi oración, mientras que de corazón os bendigo a todos vosotros y a vuestros seres queridos.