6/13/11

EL ESPÍRITU, VÍNCULO DE LA PAZ



El Papa en el Regina caeli


Queridos hermanos y hermanas:
La solemnidad de Pentecostés, que hoy celebramos, concluye el tiempo litúrgico de Pascua. En efecto, el Misterio pascual – la pasión, muerte y resurrección de Cristo y su ascensión al Cielo – encuentra su cumplimiento en la potente efusión del Espíritu Santo sobre los Apóstoles reunidos junto con María, la Madre del Señor, y los demás discípulo. Fue el “bautismo” de la Iglesia, bautismo en el Espíritu Santo (cfr Hch 1,5). Como narran los Hechos de los Apóstoles, en la mañana de la fiesta de Pentecostés, un fragor como de viento embistió el Cenáculo y sobre cada uno de los discípulos descendieron lenguas como de fuego (cfr Hch 2,2-3). San Gregorio Magno comenta: “Hoy el Espíritu Santo ha descendido con sonido repentino sobre los discípulos y ha cambiado las mentes de seres carnales dentro de su amor, y mientras aparecían en el exterior lenguas de fuego, en el interior los corazones se hicieron llameantes, pues, acogiendo a Dios en la visión del fuego, ardieron suavemente de amor” (Hom.en Evang. XXX, 1: CCL 141, 256). La voz de Dios diviniza el lenguaje humano de los Apóstoles, los cuales se volvieron capaces de proclamar de modo "polifónico" al único Verbo divino. El soplo del Espíritu Santo llena el universo, genera la fe, arrastra a la verdad, predispone a la unidad entre los pueblos. “A este ruido la muchedumbre se acercó y se quedó turbada, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua” de las “maravillas de Dios” (Hch 2,6.11).
El beato Antonio Rosmini explica que “en el día del Pentecostés de los cristianos Dios promulgó … su ley de caridad, escribiéndola por medio del Espíritu Santo no sobre tablas de piedra, sio en el corazón de los Apóstoles, comunicándola después a toda la Iglesia” (Catechismo disposto secondo l’ordine delle idee…n. 737, Turín 1863). El Espíritu Santo, "que es el Señor de la vida” – como recitamos en el Credo –, está unido al Padre por medio del Hijo y completa la revelación de la Santísima Trinidad. Proviene de Dios como aliento de su boca y tiene el poder de santificar, abolir las divisiones, disolver la confusión debida al pecado. Él incorpóreo e inmaterial, otorga los bienes divinos, sostiene a los seres vivientes, para que actúen en conformidad con el bien. Como Luz inteligible da significado a la oración, da vigor a la misión evangelizadora, hace arder los corazones de quien escucha el alegre mensaje, inspira el arte cristiano y la melodía litúrgica.
Queridos amigos, el Espíritu Santo, que crea en nosotros la fe en el momento de nuestro Bautismo, nos permite vivir como hijos de Dios, conscientes y consecuentes, según la imagen del Hijo Unigénito. También el poder de perdonar los pecados es don del Espíritu Santo; de hecho, apareciéndose a los Apóstoles la tarde de Pascua, Jesús sopló su aliento sobre ellos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis lospecados, les serán perdonados”(Jn 20,23). A la Virgen María, templo del Espíritu Santo, confiamos la Iglesia, para que viva siempre de Jesucristo, de su Palabra, de sus mandamientos, y bajo la acción perenne del Espíritu Paráclito anuncie a todos que “¡Jesús es el Señor!” (1 Cor 12,3).