2/29/16

‘La salvación de Dios no sigue nuestros esquemas’


El Papa en Santa Marta


Las lecturas del día nos hablan de la indignación: se indigna un leproso, Naamán el Sirio, que pide al profeta Eliseo que le cure, pero no aprecia el modo sencillo en el que tendría que ser esa curación. Y se indignan los habitantes de Nazaret ante las palabras de Jesús, su paisano. Es la indignación ante el plan de salvación de Dios que no sigue nuestros esquemas. No es como pensamos nosotros que sea la salvación, la salvación que todos queremos. Jesús siente el desprecio de los doctores de la Ley que buscaban la salvación en la casuística de la moral y en tantos preceptos, pero el pueblo no confiaba en ellos. O los saduceos que buscaban la salvación en los compromisos con los poderes del mundo, con el Imperio…, unos con los corrillos clericales, otros con los corrillos políticos, buscaban la salvación así. Pero el pueblo tenía olfato y no les creía. Sí, creían en Jesús porque hablaba con autoridad. Pero, ¿porqué ese desprecio? Porque en nuestro imaginario, la salvación debe venir de algo grande, de algo majestuoso; solo nos salvan los poderosos, los que tienen fuerza, los que tienen dinero, los que tienen poder: esos pueden salvarnos. Y el plan de Dios es otro. Se indignan porque no pueden entender que la salvación solo viene de lo pequeño, de la sencillez de las cosas de Dios.
Cuando Jesús propone la vía de salvación nunca habla de cosas grandes, sino de cosas pequeñas. Son los dos pilares del Evangelio que se leen en Mateo, las Bienaventuranzas y, en el capítulo 25, el Juicio final: Ven, ven conmigo porque has hecho esto. Cosas sencillas. Tú no has buscado la salvación o tu esperanza en el poder, en los corrillos, en los negocios…; no, has hecho simplemente esto. Y eso indigna a muchos. Como preparación a la Pascua, yo os invito —yo también lo haré— a leer las Bienaventuranzas y a leer a Mateo 25, y pensar y ver si algo de eso me indigna, me quita la paz. Porque la indignación es un lujo que solo pueden permitirse los vanidosos, los orgullosos. Si al final de las Bienaventuranzas Jesús dice una palabra que parece… ‘¿Pero, por qué dice esto?’. Bienaventurado quien no se escandaliza de mí’, quien no se indigna de esto, quien no siente indignación.
Nos hará bien dedicar un poco de tiempo —hoy, mañana— a leer las Bienaventuranzas, leer Mateo 25, y estar atentos a lo que sucede en nuestro corazón: si hay algo de indignación, pedir la gracia al Señor de entender que la única vía de salvación es la ‘locura de la Cruz’, es decir, el anonadamiento del Hijo de Dios, el hacerse pequeño. Representado aquí en el bautismo en el Jordán o en el pequeño pueblo de Nazaret.