ROCÍO LANCHO GARCÍA
El padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, ha reflexionado esta mañana en la segunda predicación de cuaresma sobre la constitución dogmática “Dei Verbum”.
En primer lugar ha explicado que Dios, es un Dios que habla. “Dios se ha servido de la palabra para comunicarse con las criaturas humanas” asimismo ha indicado que “Dios no tiene boca ni respiración humana: su boca es el profeta, su respiración es el Espíritu Santo”. Ninguna voz humana — ha asegurado el predicador– alcanza al hombre en la profundidad en la que lo hace la palabra de Dios.
Pero, el discurso sobre la naturaleza del hablar de Dios cambia radicalmente en el momento en el que se lee en la Escritura la frase: “La palabra se hizo carne”. Y es que con la venida de Cristo, “Dios habla también con voz humana, audible con los oídos también del cuerpo”.
El padre Cantalamessa ha subrayado que “el hablar de Dios, sea el mediador por los profetas del Antiguo Testamento, sea el nuevo y directo de Cristo, después de haber sido transmitido oralmente, se ha puesto por escrito, y tenemos así las divinas Escrituras”.
Por otro lado, ha dado unas indicaciones sobre la Lectio Divina. Por fortuna, ha indicado el padre Cantalamessa, la Escritura nos propone, por sí misma, un método de lectura de la Biblia al alcance de todos. En la carta de Santiago ”leemos un famoso texto sobre la palabra de Dios. Del mismo obtenemos un esquema de la Lectio Divina que tiene tres etapas u operaciones sucesivas: acoger la palabra, meditar la palabra, poner en práctica la palabra. Y a continuación, ha meditado sobre cada una de estas etapas.
En la primera etapa debemos tener cuidado con dos peligros. De este modo ha indicado que “el primero es pararse en la primera etapa y transformar la lectura personal de la Palabra de Dios en una lectura impersonal”. El otro peligro “es el fundamentalismo: tomar todo lo que se lee en la Biblia a la letra, sin mediación hermenéutica alguna”.
La segunda etapa sugerida por Santiago consiste en “fijar la mirada” en la palabra, en el estar largo tiempo delante del espejo, lo que quiere decir en la meditación o contemplación de la Palabra. El alma que se mira en el espejo de la Palabra “aprende a conocer ‘cómo es’, aprende a conocerse a sí misma, descubre su deformidad de la imagen de Dios y de la imagen de Cristo”, ha asegurado el padre Cantalamessa.
Y finalmente llegamos a la tercera fase del camino. Esta etapa, ha explicado el padre Cantalamessa, “consiste en practicar, en obedecer a la Palabra”. Asimismo, ha asegurado que “las palabras de Dios, bajo la acción actual del Espíritu, se vuelven expresión de la voluntad viviente de Dios hacia mí, en un determinado momento”. Y ha precisado que “si escuchamos con atención, nos daremos cuenta con sorpresa que no hay un día en el que, en la liturgia, en la recitación de un salmo, o en otros momentos, no descubramos una palabra de la cual debemos decir: “¡Esto es para mí!, ¡esto es lo que hoy tengo que hacer!”.