Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel
Obispo de San Cristobal de las Casas
VER
¡Cuánto nos han criticado a los obispos que hemos expresado nuestro rechazo a la propuesta de modificar la Constitución, para equiparar las uniones entre personas del mismo sexo con el matrimonio formado por una mujer y un hombre!
Es casi seguro que los diputados aprobarán la iniciativa que les mandó el ejecutivo federal, pues son pocos los valientes y coherentes que defiendan sus principios. Muchos se pliegan al poder reinante y sólo miran su futuro personal, más que al bien de la comunidad.
La mayoría del pueblo mexicano es creyente en la Palabra de Dios, la que no admite ese tipo de relaciones. Los diputados y senadores son delegados del pueblo. ¿Lo toman en cuenta para legislar, o sólo en las elecciones? Quizá no haga falta organizar foros, porque muchas veces están amañados y manipulados, sino valorar, en conciencia, qué es conforme con el sentir de la mayoría de los mexicanos. Sin despreciar los derechos de grupos minoritarios, ¡no ofendan a su pueblo, a su origen, a sus propios padres!
El Presidente de la República se ampara en las decisiones de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, que ha declarado inconstitucional la negativa a casar por lo civil a personas del mismo sexo; pero no toma en cuenta que esta Corte no es de Justicia, sino sólo de legalidad, de constitucionalidad. Liberó a los asesinos de Acteal; ¿eso es justicia? ¡Eso es sólo legalidad, no justicia! Permite que una pareja homosexual adopte niños; ¿eso es justo? ¡Eso es sólo legalidad, no justicia! Los niños, para crecer integralmente sanos en esta sociedad, necesitan la figura masculina y femenina. Ese es un derecho de los niños, no una discriminación a los homosexuales. Eso no es homofobia; es respeto a la naturaleza humana. Eso no es cuestión de creencias; eso es antropología, psicología y sociología.
PENSAR
El Papa Francisco, en su reciente Exhortación La alegría del amor, dice: “Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender (género), que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo. Es inquietante que algunas ideologías de este tipo, que pretenden responder a ciertas aspiraciones a veces comprensibles, procuren imponerse como un pensamiento único que determine incluso la educación de los niños… De este modo, la vida humana, así como la paternidad y la maternidad, se han convertido en realidades componibles y descomponibles, sujetas principalmente a los deseos de los individuos o de las parejas. Una cosa es comprender la fragilidad humana o la complejidad de la vida, y otra cosa es aceptar ideologías que pretenden partir en dos los aspectos inseparables de la realidad. No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos creaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada”.
ACTUAR
Se pueden encontrar otras formas legales para proteger los derechos de las minorías, sin vulnerar la naturaleza de la familia. Si dos personas del mismo sexo quieren cohabitar sexualmente, son libres de hacerlo, aunque moralmente no sea bien aceptado. Llámenles “bodas igualitarias”, “convivencias maritales”, “uniones en sociedad conyugal”, “sociedades en convivencia”, o de otra forma, pero no “matrimonios”, pues no lo son. Proteger derechos de los llamados gay a compartir sus bienes y asegurar herencias, se puede lograr con un simple convenio entre personas, de cualquier sexo.
Diputados: ¡Sean libres, y no se sientan maniatados por el poder federal! ¡Sean sabios, humanistas, democráticos, no legalistas! ¡No quieran alterar la naturaleza humana!