Carta dominical del arzobispo de Barcelona
Hace pocos días que hemos celebrado la fiesta de los patronos de Cataluña, Sant Jordi y la Virgen de Montserrat, que he tenido ocasión de presidir por vez primera aquí, en la capilla dedicada al santo mártir en el Palau de la Generalitat y en la celebración de la tradicional Vetlla de Santa Maria en el monasterio de Montserrat. Y este domingo coincide con el Primero de Mayo, que nos trae la presencia del mundo del trabajo y sus problemas, que son especialmente graves en estos momentos en los que la crisis se deja sentir todavía en muchas personas y familias, sobre todo a causa del paro y de la constante precariedad laboral.
Por esto, deseo expresar en este escrito lo que ha sido y es objeto de mi oración como pastor en estos días pasados de las fiestas de los patronos de Cataluña, y hoy mismo, Primero de Mayo, pensando en el mundo del trabajo y sus problemas. Quisiera ayudar, con mi servicio, a potenciar una comunidad diocesana y unas comunidades cristianas que reflejen la voluntad de ser una Iglesia verdaderamente inculturada en Cataluña, una Iglesia encarnada en las realidades y comprometida en la realización de la misión que le compete como Iglesia que está al servicio de este pueblo nuestro. Los obispos catalanes lo expresaron muy bien en dos documentos que no podemos olvidar y que nos ofrecen unas pautas valiosas para nuestra misión: Las raíces cristianas de Cataluña (1985) y Al servicio denuestro pueblo (2011).
Lo que me preocupa y lo que pido a Dios que me ayude a realizar es lo que podemos calificar como una pastoral misionera. Que es lo que nos pide el papa Francisco en su exhortación La alegría del evangelio(n. 49), cuando dice: “Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo. Repito aquí para toda la Iglesia lo que muchas veces he dicho a los sacerdotes y laicos de Buenos Aires: prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por haber salido a la calle, que una Iglesia enferma por el cierre y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades. No quiero una Iglesia preocupada por ser el centro y que acabe clausurada en un embrollo de obsesiones y procedimientos. Si hay una cosa que debe inquietarnos santamente y tiene que preocupar nuestra conciencia es que tantos hermanos nuestros vivan sin la fuerza, la luz y el consuelo de la amistad con Jesucristo; sin una comunidad de fe que los sostenga; sin un horizonte de sentido y de vida.”
Una acción pastoral misionera, hoy tan urgente, como nos recuerda y nos pide el papa Francisco, ha de ser también una acción evangelizadora e inculturada, es decir, abierta y comprometida, desde su propia identidad y su misión, con la realidad de las personas y de la sociedad en la que la Iglesia realiza su misión. En nuestro caso, en la sociedad catalana de hoy. Porque los criterios que actualmente son reconocidos como válidos para la acción misionera de las llamadas iglesias jóvenes son también válidos y oportunos para la acción misionera de las iglesias de los países de larga tradición cristiana.
Y hoy, Primero de Mayo, nos tenemos que preguntar si hacemos todo aquello que la Iglesia está llamada a realizar para hacer presentes a Jesucristo y su Evangelio en el mundo obrero y del trabajo, marcado hoy por tantas dificultades y precariedades.
Que Dios os bendiga a todos.
+ Juan José Omella Omella