Rocío Lancho García
El santo padre Francisco ha visitado un campo de refugiados en Bangui, en la parroquia de St. Sauveur, poco después de su llegada a la capital de la República Centroafricana. El Papa ha aterrizado este domingo por la mañana en el último país de su gira por África, donde ya ha visitado Kenia y Uganda.
Procedente del palacio presidencial, el Pontífice ha llegado al campo de refugiados y ha sido acogido por un grupo de niños. Los pequeños, sujetaban unos carteles de tela, con mensajes de bienvenida al Santo Padre. Y así, ha comenzado a caminar por el lugar y se ha detenido con calma para dar la mano y saludar a la gente que le esperaba con alegría y profundo entusiasmo. También se podía ver a algunos cascos azules, que garantizaban la seguridad en el encuentro.
Una mujer, del Centro St Jean XXIII, le ha dirigido unas palabras de bienvenida. De este modo, ha manifestado la alegría y la felicidad de los presentes por la visita del Papa para “compartir nuestra angustia y nuestra esperanza”. Y subrayando la gran alegría de esta parroquia que lo recibe, la mujer ha dado las gracias al Santo Padre por su amistad.
A continuación, Francisco ha tomado el micrófono y ha saludado a los presentes en italiano, mientras le traducían simultáneamente a la lengua local. El Santo Padre ha mencionado las palabras que ha leído en los carteles de los niños: paz, perdón, amor. Por eso, ha indicado que “debemos trabajar, rezar y hacer de todo por la paz”. Pero --ha observado-- la paz sin amor, sin amistad, sin tolerancia, sin perdón, no es posible. El Pontífice ha asegurado que “cada uno de nosotros debe hacer algo”. De este modo, ha deseado a los presentes y a todos los centroafricanos la paz, “una gran paz entre vosotros”, “que podáis vivir en paz, cualquiera que sea la etnia, la cultura, la religión, la clase social, pero todos en paz”. Finalmente, ha subrayado que “todos somos hermanos” y ha invitado a los refugiados de este campo a gritar varias veces "¡todos somos hermanos!”.
Uno de los encuentros más emotivos del viaje a África, en el que el Santo Padre ha podido tocar y acariciar a los “últimos”, los olvidados. Personas que han dejado todo, huyendo de la violencia y la pobreza. El Papa ha llevado esperanza a un lugar marcado por la necesidad extrema. Ha visitado, una vez más, la periferia existencial, sin prisa, deteniéndose con cada niño, con cada enfermo. Todo ello acompañado de cantos y danzas tradicionales, que demostraban la alegría profunda de estas personas que esperaban la visita del sucesor de Pedro.
La República Centroafricana permanece como una de las más grandes crisis humanitarias actuales en África. Se cuentan cerca de 440 mil refugiados dentro del país y otros 450 mil refugiados en los países fronterizos, en total un quinto de la población.