arguments.es
1. María y el valor de la mujer. Juan Pablo II, diciembre de 1995.
2. Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer, en la Iglesia y en el mundo. 2004, Joseph Card. Ratzinger.
3. La identidad de la mujer en la Mulieris Dignitatem. Sandra Sato Sakaguchi
4. Audiencia. Las mujeres al servicio del Evangelio. Benedicto XVI, 2007
6. La Carta a las mujeres, 1995. Juan Pablo II.
7. Humanae Vitae, Pablo VI. 1968.
8. Mulieris Dignitatem, Juan Pablo II, 1988.
9. La Mujer Educadora para la paz. Juan Pablo II, 1995.
10. Amoris Laetitia, Francisco 2016.
11. Gaudete et Exultate, Francisco 2018.
12. La Iglesia es mujer y madre, Francisco mayo 2018.
Te doy gracias, mujer
Así se refería Juan Pablo II en su Carta a las mujeres, el 29 de junio de 1995. Transcribimos a continuación un extracto magistral:
“La Iglesia −escribía en la Carta apostólica Mulieris dignitatem− desea dar gracias a la Santísima Trinidad por el “misterio de la mujer” y por cada mujer, por lo que constituye la medida eterna de su dignidad femenina, por las “maravillas de Dios”, que en la historia de la humanidad se han realizado en ella y por ella”.
“Dar gracias al Señor por su designio sobre la vocación y la misión de la mujer en el mundo se convierte en un agradecimiento concreto y directo a las mujeres, a cada mujer, por lo que representan en la vida de la humanidad.
Te doy gracias, mujer-madre, que te conviertes en seno del ser humano con la alegría y los dolores de parto de una experiencia única, la cual te hace sonrisa de Dios para el niño que viene a la luz y te hace guía de sus primeros pasos, apoyo de su crecimiento, punto de referencia en el posterior camino de la vida.
Te doy gracias, mujer-esposa, que unes irrevocablemente tu destino al de un hombre, mediante una relación de recíproca entrega, al servicio de la comunión y de la vida.
Te doy gracias, mujer-hija y mujer-hermana, que aportas al núcleo familiar y también al conjunto de la vida social las riquezas de tu sensibilidad, intuición, generosidad y constancia.
Te doy gracias, mujer-trabajadora, que participas en todos los ámbitos de la vida social, económica, cultural, artística y política, mediante la indispensable aportación que das a la elaboración de una cultura capaz de conciliar razón y sentimiento, a una concepción de la vida siempre abierta al sentido del «misterio», a la edificación de estructuras económicas y políticas más ricas de humanidad.
Te doy gracias, mujer-consagrada, que a ejemplo de la más grande de las mujeres, la Madre de Cristo, Verbo encarnado, te abres con docilidad y fidelidad al amor de Dios, ayudando a la Iglesia y a toda la humanidad a vivir para Dios una respuesta «esponsal», que expresa maravillosamente la comunión que El quiere establecer con su criatura.
Te doy gracias, mujer, ¡por el hecho mismo de ser mujer! Con la intuición propia de tu femineidad enriqueces la comprensión del mundo y contribuyes a la plena verdad de las relaciones humanas”.