El Papa ayer en el Regina caeli
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy y a lo largo de toda esta semana se prolonga la alegría pascual de la Resurrección de Jesús, cuyo acontecimiento maravilloso conmemoramos ayer. Durante la vigilia pascual resonaron las palabras que pronunciaron los ángeles junto a la tumba vacía de Cristo, a las mujeres que habían ido al sepulcro, al amanecer del primer día después del sábado, les dijeron: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que está vivo? No está aquí, ha resucitado”. (Lc 24, 5-6). La Resurrección de Cristo constituye el acontecimiento más sorprendente de la historia humana, que atestigua la victoria del amor de Dios sobre el pecado y sobre la muerte, y da a nuestra esperanza de vida un fundamento tan sólido como la roca, lo que humanamente era impensable ha sucedido. A Jesús de Nazaret (…) Dios lo ha resucitado liberándolo de los dolores de la muerte”. (At 2, 22.24).
En este Lunes “del Ángel”, la liturgia con el Evangelio de Mateo (cfr 28, 8-15) nos remite al sepulcro vacío de Jesús. Nos hará bien ir con el pensamiento al sepulcro vacío de Jesús. Las mujeres, llenas de temor y de alegría, están yendo deprisa a llevar la noticia a los discípulos porque el sepulcro estaba vacío y en ese momento, Jesús se presenta ante ellas. Ellas “se le acercaron, le abrazaron sus pies y le adoraron” (v. 9). No era una fantasma, lo tocaron. Jesús está vivo. Era Él, con la carne. Jesús expulsa de sus corazones el miedo y las anima aun más a anunciar a los hermanos lo que ha sucedido. Todos los evangelios resaltan el papel de las mujeres. María Magdalena y las demás como primeras testigos de la Resurrección. Los hombres asustados estaban encerrados en el cenáculo. Pedro y Juan advertidos por María Magdalena hacen solo una rápida salida, en la que constatan que la tumba está abierta y vacía, pero fueron las mujeres las primeras que se encuentran con el resucitado y las que llevan el anuncio de que Él está vivo.
Hoy, queridos hermanos y hermanas, también resuenan para nosotros las palabras de Jesús dirigidas a las mujeres. “No tengan miedo, vayan a anunciar…” (v. 10). Después de los ritos del Triduo Pascual, que nos han hecho revivir el misterio de la muerte y de la Resurrección de nuestro Señor, ahora con los ojos de la fe, lo contemplamos resucitado y vivo. También nosotros estamos llamados a encontrarlo personalmente y a convertirnos en sus anunciadores y testigos.
Con la antigua secuencia litúrgica pascual repetimos “Cristo, mi esperanza, ha resucitado”. Y en Él, nosotros también hemos resucitado, pasando de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Dejémonos alcanzar, pues, por el mensaje consolador de la Pascua y dejémonos envolver por su luz gloriosa, que disipa las tinieblas del miedo y de la tristeza. Jesús resucitado camina junto a nosotros. Él se manifiesta a los que lo invocan y lo aman. En primer lugar, en la oración. Pero también en las alegrías sencillas vividas con fe y gratitud. También podemos sentirlo presente compartiendo momentos de cordialidad, de acogida, de amistad, y de contemplación de la naturaleza. Que este día de fiesta en el que se acostumbra a disfrutar de un poco de ocio y de gratuidad, nos ayude a experimentar la presencia de Jesús.
Pidamos a la Virgen María poder tomar a manos llenas la paz y la serenidad, dones del resucitado, para compartirlos con los hermanos, especialmente con quien tiene más necesidad de consuelo y de esperanza.
Oración del Regina Cæli (español/castellano)
V/. Reina del Cielo, alégrate; aleluya.
R/. Porque el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.
V/. Resucitó según dijo; aleluya.
R/. Ruega por nosotros a Dios; aleluya;
V/. Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.
R/. Porque resucitó en verdad el Señor; aleluya.
Oración:
¡Oh, Dios!, que te dignaste alegrar al mundo por la Resurrección de tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo: concédenos, te rogamos, que por la mediación de la Virgen María, su Madre, alcancemos los gozos de la vida eterna. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.