10/01/20

Octubre: Mes del Rosario

 PADRE ALEJANDRO VÁZQUEZ-DODERO

Rezo de la oración mariana

¿Por qué en el mes de octubre esta devoción mariana?

La dedicación del mes de octubre al rezo del santo Rosario tiene un origen histórico. Los cristianos vencieron a los turcos en la batalla naval de Lepanto el 7 de octubre de 1571. Sabían que si perdían esta batalla su religión podía peligrar, motivo por el que, alentados por el romano pontífice san Pío V, acudieron a la intercesión de la Santísima Virgen rezándole el santo Rosario.

Por ese motivo, y en agradecimiento a María Santísima, dicho papa instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias, que se celebraría cada 7 de octubre. Poco más tarde el papa Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario.

Origen y significado de la devoción mariana del santo Rosario

Pero ¿qué es el santo Rosario? Las culturas romana y griega coronaban con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo de su ofrecimiento. Para ellos, el sustantivo “rosario” significaba corona de rosas.

Inspiradas en ese proceder, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos marchaban por el Coliseo –donde iban a morir– con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, significando la alegría y la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Finalizada la matanza, los cristianos recogían sus coronas y, por cada rosa, recitaban una oración o un salmo rezando por el eterno descanso de las almas de las mártires asesinadas.

Así nació la costumbre de rezar el santo Rosario. En un inicio consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran. Ahora bien, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas que conocían esos salmos, pero no la mayoría de los cristianos. En consecuencia, la Iglesia sugirió que quienes no supieran leer sustituyeran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A esa oración se le llamó “salterio de la Virgen”.

Al principio constaba de quince “misterios” que recordaban momentos –gozosos, dolorosos y gloriosos– de la vida de Jesús y de María. En el año 2002 san Juan Pablo II añadió los misterios luminosos, en memoria de la vida pública del Señor.

Dirá san Pablo VI que el santo Rosario es “síntesis de todo el Evangelio”. Es una oración que comprende en sí misma la veneración que la Virgen recibe en la Iglesia (Catecismo de la Iglesia Católica, 971).

La Iglesia recomienda el rezo del santo Rosario

Se trata de una oración aconsejada por el Magisterio de la Iglesia Católica, ya que en sí misma resume el mensaje evangélico de salvación. De otro lado la Virgen Santísima, cuando se ha aparecido, ha animado a rezar esta oración. Como es sabido, el 13 de mayo de 1917, en su primera aparición en Fátima, dijo: “Rezad el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra”; y en su última aparición en ese lugar la Madre de Dios se presentó como la “Señora del Rosario”.

Varios pontífices han resaltado la importancia de esta devoción. Entre otros, san Juan Pablo II, quien en 2002 escribió la carta Rosarium Virginis Mariae, con la que exaltaba la belleza de esta plegaria, que ayuda a “contemplar a Cristo con María”.

¿Cómo se reza el santo Rosario?

Cada día de la semana tiene asignados cinco “misterios” –o escenas de la vida del Señor– y cada misterio consta de diez Avemarías, un Padrenuestro y un Gloria. Los lunes y sábados se reza los misterios gozosos, los martes y viernes los dolorosos, los miércoles y domingos los gloriosos, y los jueves los luminosos. Además, al finalizar los respectivos misterios se reza la letanía lauretana, compuesta principalmente de una serie de jaculatorias –piropos cariñosos y encendidos– en honor a la Virgen María.

Al recitar el santo Rosario rememoramos los misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María. Dicho de otro modo: nos adentramos en las escenas evangélicas, como un personaje más. Tales escenas pasan por nuestra mente y corazón mientras recitamos esa piadosa oración.

Es un modo filial de manifestar a nuestra Madre del Cielo lo mucho que la queremos, incansablemente. El amor jamás es repetitivo, porque cada acto, por muchas veces que se ejercite y aún pareciendo el mismo, si emerge sinceramente del corazón siempre contiene alguna novedad y transmite el mismo amor, ¡o cada vez más!

Al rezarlo la Virgen intercede por nosotros ante Dios nuestro Señor y nos obtiene su gracia divina, de modo que nos ayuda a unirnos a Dios y, cuando Él quiera, llegar al Cielo. María vela de ese modo por nosotros sus hijos y no deja de premiarnos con su ayuda maternal.