12/08/24

Solemnidad de la Inmaculada Concepción

El Papa en el Ángelus


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta!

Hoy, en la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Evangelio nos relata uno de los momentos más importantes, más hermosos, en la historia de la humanidad: la Anunciación (cf. Lc 1,26-38), cuando el “sí” de María al Arcángel Gabriel permitió la Encarnación del Hijo de Dios, Jesús. Es una escena que suscita la mayor maravilla y emoción porque Dios, el Altísimo, el Omnipotente, por medio del Ángel dialoga con una joven de Nazaret, pidiéndole que colabore en su plan de salvación. Si hoy encontráis un poco de tiempo, buscad en el Evangelio de San Lucas y leed esta escena. Os aseguro que os vendrá bien, muy bien.

Como en la escena de la creación de Adán pintado por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, donde el dedo del Padre celestial roza el dedo del hombre; así también aquí, lo humano y lo divino se encuentran, al inicio de nuestra Redención, se encuentran con una delicadeza maravillosa, en el instante bendito en el que la Virgen María pronuncia su “sí”. Ella es una mujer de un pequeño pueblo de periferia y es llamada para siempre al centro de la historia: de su respuesta depende el destino de la humanidad, que puede volver a sonreír y a esperar, porque su destino ha sido puesto en buenas manos. Será ella quien lleve al Salvador, concebido por el Espíritu Santo.

María, por lo tanto, como la saluda el Arcángel Gabriel, es la «llena de gracia» (Lc 1,28), la Inmaculada, enteramente al servicio de la Palabra de Dios, siempre con el Señor, al que se encomienda completamente. En ella no hay nada que ofrezca resistencia a su voluntad, nada que se oponga a la verdad y a la caridad. He aquí su bienaventuranza, que cantarán todas las generaciones. Alegrémonos también nosotros, porque la Inmaculada nos ha dado a Jesús, que es nuestra salvación.

Hermanos y hermanas, completando este misterio podemos preguntarnos: En nuestro tiempo, agitado por guerras y concentrado en el esfuerzo de poseer y dominar, ¿yo dónde pongo mi esperanza? ¿En la fuerza, en el dinero, en los amigos poderosos? ¿Pongo ahí mi esperanza? ¿O en la misericordia infinita de Dios? Y frente a los muchos falsos modelos relucientes que circulan en los medios y en internet, ¿dónde busco mi felicidad? ¿Dónde está el tesoro de mi corazón? ¿Está en el hecho de que Dios me ama gratuitamente, que su amor siempre me precede y está listo para perdonarme cuando regreso arrepentido a Él? ¿En esa esperanza filial en el amor de Dios? ¿O me engaño tratando de afirmar a toda costa mi yo y mi voluntad?

Hermanos y hermanas, mientras se acerca la apertura de la Puerta Santa del Jubileo, abramos las puertas del corazón y de la mente al Señor. Él nació de María Inmaculada: imploremos la intercesión de María. Y os doy un consejo. Hoy es un día hermoso para decidirse a hacer una buena Confesión. Si hoy no podéis ir, en esta semana, hasta el próximo domingo abrid el corazón y el Señor perdona todo, todo, todo. Y así en las manos de María seremos más felices.

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Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

En esta solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, estoy cerca de modo particular de los nicaragüenses. Os invito a uniros en oración por la Iglesia y el pueblo de Nicaragua, que celebra la Purísima, como Madre y Patrona y eleva a Ella un grito de fe y de esperanza. Que la Madre celestial sea para ellos consuelo en las dificultades y en las incertidumbres, y abra los corazones de todos, para que se busque siempre la vía de un diálogo respetuoso y constructivo con el fin de promover la paz, la fraternidad y la armonía en el país.

Y continuemos rezando por la paz, en la martirizada Ucrania, en Medio Oriente – Palestina, Israel, Líbano y ahora Siria –, en Myanmar, Sudán y dondequiera que se sufra por la guerra y la violencia. Hago un llamamiento a los gobernantes y a la Comunidad internacional, para que se pueda llegar a la fiesta de la Navidad con un alto el fuego en todos los frentes de guerra.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos. En particular, al peregrinaje de la Siervas del Sagrado Corazón de España, al grupo “Oasi Mamma dell’Amore”, a los fieles procedentes de los Estados Unidos, de Honduras y de Australia; como también a los de Calderara di Reno, Corpolò y Grado, y a los muchachos de la confirmación de la parroquia de S. Pio da Pietrelcina en Roma.

Hoy, me nace del corazón pediros a todos vosotros que recéis por los detenidos que en los Estados Unidos están en el corredor de la muerte. Creo que son 13 o 15. Recemos para que su pena sea conmutada, cambiada. Pensemos en estos hermanos y hermanas nuestros y pidamos al Señor la gracia de salvarlos de la muerte.

Hoy, en las parroquias italianas se renueva la adhesión a la Acción Católica. Deseo a todos los socios un buen camino de formación, de servicio y de compromiso apostólico. Bendigo de corazón a los fieles de Rocca di Papa y la antorcha con la que encenderán la gran estrella sobre la Fortaleza de su hermosa ciudad, en honor de María Inmaculada. Y estoy cerca de los trabajadores de Siena, Fabriano y Ascoli Piceno que defienden de manera solidaria el derecho al trabajo, que es un derecho a la dignidad. Que no se les quite el trabajo por motivos económicos o financieros.

Deseo a todos un feliz domingo y una feliz fiesta de la Inmaculada. Nos volvemos a encontrar hoy por la tarde en la Plaza de España. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

 Fuente: vatican.va