Rocío Lancho García
El papa Francisco ha pedido que en este Año Jubilar extraordinario de la Misericordia, tengamos bien presente que “no puede haber auténtica búsqueda de la unidad de los cristianos sin fiarse plenamente de la misericordia del Padre”. Asimismo ha invitado a pedir perdón “por el pecado de nuestras divisiones, que son una herida abierta en el Cuerpo de Cristo”. Y como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Católica, “quiero invocar misericordia y perdón por los comportamientos no evangélicos de parte de católicos en lo relacionado con cristianos de otras Iglesias”. Al mismo tiempo, el Santo Padre ha invitado a todos los hermanos y hermanas católicos a perdonar si, hoy o en el pasado, “han sufrido ofensas de otros cristianos”. Al respecto, el Papa ha asegurado que no podemos cancelar lo que ha pasado, pero no queremos permitir que el peso de las culpas pasadas continúe contaminando nuestras relaciones. La misericordia de Dios –ha subrayado– renovará nuestras relaciones. Así lo ha indicado en la tradicional celebración de las vísperas en la solemnidad de la conversión de san Pablo, en la basílica de San Pablo Extramuros, en la conclusión de la Semana de oración por la unidad de los cristianos.
En la celebración han participado representantes de otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en Roma. Tal y como ha recordado el Santo Padre durante su discurso, la conversión de Pablo no es solo un cambio moral, sino una experiencia transformadora de la gracia de Cristo, y al mismo tiempo la llamada a una nueva misión, la de anunciar a todos a ese Jesús que antes perseguía persiguiendo a sus discípulos.
Para los primeros cristianos, como hoy para todos los bautizados, es motivo de consuelo y de constante asombro saberse elegidos para formar parte del diseño de salvación de Dios, realizado en Jesucristo y en la Iglesia.
La vocación de ser apóstol –ha observado el Papa– no se funda en los méritos humanos de Pablo, que se considera “ínfimo”e “indigno”, sino sobre la voluntad infinita de Dios, que le ha elegido y le ha confiado el ministerio.
Asimismo, ha asegurado que la abundante misericordia de Dios es la única razón sobre la que se funda el ministerio de Pablo, y al mismo tiempo lo que el apóstol debe anunciar a todos. Reflexionando sobre el misterio de la misericordia y de la elección de Dios, el Pontífice ha precisado que “el Padre ama a todos y quiere salvar a todos, y por eso llama a algunos, ‘conquistándoles’ con su gracia, para que a través de ellos su amor pueda llegar a todos”.
Por otro lado, el Papa ha indicado que a la luz del tema que ha guiado esta Semana de oración por la unidad de los cristianos – Destinados a proclamar las grandezas del Señor – podemos decir que “todos nosotros creyentes en Cristo” tenemos esta llamada.
Más allá de las diferencias que todavía nos separan, “reconocemos con alegría que en el origen de la vida cristiana hay siempre una llamada cuyo autor es Dios mismo”.
El Obispo de Roma ha asegurado en su intervención que “podemos progresar en el camino de la plena comunión visible entre los cristianos no solo cuando nos acercamos los unos a los otros, sino sobre todo en la medida en la que nos convertimos al Señor, que por su gracia nos elige y nos llama a ser sus discípulos”. Y convertirnos –ha precisado– significa dejar que el Señor viva y trabaje en nosotros.
Por este motivo, “cuando los cristianos de distintas Iglesias escuchan juntos la Palabra de Dios y tratan de ponerla en práctica, realmente realizan pasos importantes hacia la unidad”. Y no es solo la llamada lo que nos une, nos reúne también la misma misión: “anunciar a todos las obras maravillosas de Dios”. Mientras estamos en camino hacia la plena comunión entre nosotros –ha afirmado Francisco– podemos ya desarrollar múltiples formas de colaboración para favorecer la difusión del Evangelio. “Y caminando y trabajando juntos, nos damos cuenta que ya estamos unidos en el nombre del Señor”, ha añadido.
Para concluir, ha señalado que junto con los representantes de las otras Iglesias han atravesado la Puerta Santa de esta Basílica “para recordar que la única puerta que nos conduce a la salvación es Jesucristo nuestro Señor, el rostro misericordioso del Padre”.