1/07/16

Ser Epifanía en tiempos de necesidad de Dios


Hacen falta protagonistas de la Epifanía de Dios, de la manifestación de Dios con obras y palabras. ¡Cuánto nos cuesta entender que la vida es para entregarla! ¡Cuánto nos cuesta entender que, para darla, hay que tener algo que dar! La riqueza más grande es tener a Dios. Somos ricos cuando tenemos a Dios. Somos muy pobres y estamos arrastrados cuando estamos vacíos de Él. Hay necesidad de entregarlo. Por eso mi invitación: «sé Epifanía». Cuando nos acercamos a Belén descubrimos la riqueza en un Dios que se ha abajado, que se hizo como nosotros para hacernos ver que quiere llegar a todos los hombres. ¡Qué gozo da ver llegar a los pastores y a los Magos! Los dos grupos marchan de otra manera. Todos llenos de Dios. Unos marchan contentos describiendo las maravillas que Dios hace. Los otros, que representan a los pueblos de todas las culturas, marchan por otro camino; el encuentro con Dios es posible para todos y además nos pone en otra dirección.
En Belén comprendemos que la vida es para que se manifieste la gloria del hombre cuando se encuentra con Dios. En Belén, junto al Niño Dios que se hizo Hombre, descubrimos que la vida es para entregarla, pues ya nos dice el Señor que, «el que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna» (Jn 12, 25). Esta cultura en la que vivimos necesita de la manifestación de Dios a los hombres. En una cultura del descarte y de la indiferencia, urge hacer ver que es posible una cultura del encuentro. Los hombres podemos vivir juntos, podemos encontrarnos. ¿Qué nos quiere decir el Señor con esa expresión? Algo muy sencillo: que se pierde quien vive solamente para sí mismo, quien tiene todo en un puño para sí mismo, y quiere explotar todas las posibilidades para él, quien no mira a los demás en lo que de verdad son. Quien hace eso, convierte su vida en un tedio permanente y su existencia, en vasija vacía, que no solamente no tiene nada que dar porque tampoco ha querido recibir nada, sino que entrega indiferencia, pasa de todo y de todos. Pero quien se abandona en Dios y lo deja entrar en su vida y hace una entrega desinteresada del yo a favor del Tú con mayúscula que es Dios mismo, ensancha su vida, descubre que su vida es para todos y que se engrandece dándola como Dios mismo nos revela en Belén.
¡Qué gran sabiduría nos entrega Jesús, Dios hecho Hombre! ¡Qué generosidad cuando se abaja! ¡Qué fuerza tiene la fiesta de la Epifanía en su misterio multiforme!: I) en la tradición latina, se identifica con la visita de los Magos a Jesús en Belén y se interpreta como la gran revelación del Mesías de Israel a todos los pueblos y a todos los hombres; II) en la tradición oriental, se privilegia el momento del bautismo de Jesús en el río Jordán, cuando se manifestó como Hijo del Padre celestial consagrado por el Espíritu Santo, que muestra su deseo a todos los hombres: escuchadle; III) por otra parte, también el Evangelio de san Juan nos invita a considerar la Epifanía en las bodas de Caná, donde Jesús «manifestó su gloria y creyeron en él sus discípulos», cuando vieron el milagro de la conversión del agua en vino.
En el gran reloj de la historia suena una hora importante desde esta gran ciudad que es Madrid. Y suena desde ese santuario que es nuestra catedral de la Almudena, donde la Santísima Virgen María nos regala a su Hijo. ¡Qué imagen más elocuente la de la Puerta Santa! Al cruzarla nos encontramos de frente con la imagen de la Virgen de la Almudena, dándonos a su Hijo. Es muy expresiva en este año de la Misericordia, porque quiere que a su Hijo lo tomemos, necesitados de escuchar esa gran melodía: «Paz en la tierra a todos los hombres». Cristo viene a orientar los pasos inciertos y titubeantes de los hombres, de los pueblos y de las naciones, hacia un futuro de auténtica esperanza. Atrévete a ser Epifanía de Dios en este mundo, ten su vida, te conocerán porque mostrarás en tu ser y vivir el verdadero carnet de identidad que nos capacita para transitar por este mundo, haciéndolo de todos, con todos y para todos.
Deseo que entren en vuestro corazón estas palabras: «Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres» (Tt 2, 11). Él tiene la respuesta que puede disipar nuestros miedos y dar nuevo vigor a nuestra vida:
1. En Belén hoy encontramos a Jesucristo, que es punto seguro de referencia moral. Si no existe ninguna verdad última que guíe y oriente, las ideas y las convicciones humanas pueden ser instrumentalizadas fácilmente. La convivencia humana sin valores se convierte con facilidad en totalitarismo visible o encubierto, tal como nos lo demuestra la historia. Acercaos a Belén.
2. En Belén descubrimos junto a Jesucristo lo que significa defender hoy la vida y su pleno desarrollo. De Belén llega una luz diferente ante una crisis evidente de amor a la vida. La familia, la acogida de la vida y de una existencia abierta a la lógica del don de sí mismo, son la gran luz que se nos ofrece para recrear la cultura de la vida que tuvo su nacimiento precisamente allí. Acercaos a Belén.
3. En Belén, junto a Jesucristo, aprendemos la verdadera sabiduría: que el ser humano vale por lo que es y no por lo que tiene, es decir, que el valor humano de la persona está en relación directa y esencial con el ser y no con el tener. Ayudar a que la persona tenga un desarrollo así, exige que se favorezcan instituciones que, al estilo de la escuela de Belén, recreen y favorezcan su crecimiento en un sano clima de libertad; donde se propongan modelos de vida no inspirados en el consumismo o en valores indiferentes al espíritu, sino en cimientos que no se rompen o tambalean, haciendo a la persona tener seguridad en sí misma, apertura a los demás, capacidad de entrega y donación, servicio desinteresado siempre. Acercaos a Belén.
4. En Belén, ante la presencia de Jesucristo, se toma la decisión de vivir con la pasión con la que Él se hizo presente en el mundo, entregando concordia, solidaridad y paz. Él nos muestra que son exigencias ineludibles de un mundo herido por el terrorismo, los desastres ecológicos y otras amenazas a la vida.
5. En Belén, respeto, perdón y reconciliación, tienen un nombre: Jesucristo. Y allí se nos llama a anunciar al Dios del amor. Y allí también términos como amor, libertad, entrega sincera, persona, derechos de la persona o dignidad de la persona alcanzan la verdad plena, es decir, significan lo que por su naturaleza contienen.
Hoy siento el deseo de comunicaros la alegría de que seáis Epifanía de Dios en medio de los hombres: abridle las puertas de vuestra vida y de nuestra historia a Cristo. Sed protagonistas de un nuevo camino que es «caminar desde y con Cristo».
Con gran afecto, os bendice:
+ Carlos, arzobispo de Madrid