7/11/18

Cómo prepararse para las sorpresas de Dios

El Papa en el Ángelus del Domingo pasado

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El pasaje del Evangelio de hoy (Marcos 6: 1-6) muestra a Jesús regresando a Nazaret, y en el día de reposo comienza a enseñar en la sinagoga. Desde que se fue y comenzó a predicar por las ciudades y pueblos cercanos, no había vuelto a poner un pie en su tierra natal. Por lo tanto, habrá ido toda la aldea para escuchar a este hijo del pueblo, cuya reputación de sabio maestro y poderoso sanador se extendió ahora a través de Galilea y más allá. Pero lo que podría ser un éxito, se convirtió en un rechazo rotundo, hasta el punto de que Jesús ya no podía realizar ningún milagro, sino solo algunas sanidades (ver v. 5). La dinámica de este día es reconstruida en detalle por el evangelista Marcos: la gente de Nazaret escucha primero y se queda asombrada; entonces se preguntan, perplejos: “¿De dónde vienen estas cosas”, esta sabiduría? y al final se escandaliza, reconociendo en él al carpintero, el hijo de María, a quien vieron crecer (vv 2-3). Por lo tanto, Jesús concluye con la expresión proverbial: “Nadie es profeta en su tierra” (v.4).
Nos preguntamos: ¿cómo los conciudadanos de Jesús pasan de la maravilla a la incredulidad? Ellos comparan el origen humilde de Jesús con sus habilidades actuales: él es carpintero, no estudió, pero predica mejor que los escribas y hace milagros. Y en lugar de abrirse a la realidad, se escandalizan. Según los habitantes de Nazaret, ¡Dios es demasiado grande para rebajarse a hablar a través de un hombre tan simple! Es el escándalo de la encarnación: el evento desconcertante de un dios hecho carne, que piensa con una mente humano, trabaja y actúa con las manos del hombre, ama con el corazón de un hombre, un Dios que lucha, come y duerme como uno de nosotros. El Hijo de Dios derroca cada esquema humano: no son los discípulos quienes lavaronn los pies del Señor, sino el Señor que lavó sus pies a los discípulos (Jn 13, 1-20).
Es un objeto de escándalo e incredulidad, no solo en ese momento, en ningún momento, incluso hoy en día.
La inversión de Jesús compromete a sus discípulos de ayer y de hoy a una verificación personal y comunitaria. De hecho, incluso hoy, podemos tener prejuicios que nos impiden captar la realidad. Pero el Señor nos invita hoy a adoptar una actitud de escucha humilde y de espera dócil, porque la gracia de Dios a menudo se nos presenta de una manera sorprendente, que no corresponde a nuestras expectativas.
Piense, por ejemplo, en la Madre Teresa de Calcuta, una mujercita por la que nadie habría dado ni 10 liras por ella (…). Iba por las calles para  coger a los moribundos y pudieran tener una muerte digna. Y esta pequeña hermanita con la oración y su obra ha hecho maravillas. La pequeñez de una mujer ha revolucionado la obra de la caridad en la Iglesia. Es un ejemplo de nuestros días
Dios no se ajusta a los prejuicios. Debemos esforzarnos para abrir nuestros corazones y nuestras mentes, para dar la bienvenida a la realidad divina que se nos presenta. Se trata de tener fe: la falta de fe es un obstáculo para la gracia de Dios. Muchos bautizados viven como si Cristo no existiera: repetimos gestos y señales de fe, pero sin corresponderles una verdadera adhesión a la persona de Jesús y su Evangelio. Por el contrario, cada cristiano, cada uno de nosotros, está llamado a profundizar en esta pertenencia fundamental, tratando de dar testimonio de ella mediante una actitud coherente de vida, cuyo hilo conductor siempre será la caridad.
Pidamos al Señor, por intercesión de la Virgen María, que ablande la dureza de los corazones y la estrechez de la mente, para que estemos abiertos a su gracia, a su verdad y a su misión de bondad y misericordia, que se da a todos, sin exclusión.