Para no liarme en muchos temas, tomo del diario ‘Las Provincias’ algo sumamente acertado: un editorial titulado “No es concertada, es libertad”
El interrogante inicial que deseo plantear es sencillo: ¿Cabe en los medios de comunicación una imagen de la Iglesia Católica simpática, luchadora por los más desfavorecidos, no enquistada entre delitos sexuales? Es muy probable que el lector avistado piense que no es posible tal cosa, incluso para el que estima que sería justo, pero no lo juzga viable. He vuelto a releer una obra de dos profesores universitarios que plantean el problema: Nueva izquierda y cristianismo fue publicada en 2011 y plantea con especial rigor, algo que tal vez ha adquirido más actualidad con el advenimiento del Partido Socialista al poder. Estimo que el problema reside en que la izquierda dominante no busca soluciones económicas a la situación general, sino que realiza una tarea de ingeniería social destinada a cambiarnos como indican Contreras y Poole autores de la citada obra. Si la Iglesia es un baluarte contra tal movida obtendrá la palma del martirio.
Esa tarea de ingeniería social no va dirigida a una serie de cortinas de humo para desviar la atención. No son cortinas, es lo que de verdad se busca: ideas y políticas para liberalizar el aborto, la redefinición del matrimonio de modo acorde con la ideología de género, dar toda la cancha al feminismo radical, implantación de la educación para la ciudadanía. Insisto que no se busca distraer la atención en estas temáticas, se buscan en directo, con Soros o sin él. Esto es el progresismo actual, mucho más barato y dañino que la tradicional apuesta por una economía más o menos intervenida. He de decir que Contreras y Poole no son muy optimistas en cuanto a la capacidad de hacer oír otras tesis sin generar cristofobia. Creen en ellas, pero estiman que la Iglesia está en uno de los dos bandos en lucha porque se la coloca ahí: en el lugar de los conservadores.
He escrito animando a levantar la voz como una trompeta. No es mía la frase, no me atrevería a escribirla. Y lo hago, aun a costa de ser otra vez tildado de conservador. Estas palabras son del Profeta Isaías en el capítulo 58 de su libro. Por lo pronto son precristianas, están en el Antiguo Testamento y eso es la Biblia de los judíos que consta de la Ley y los Profetas. No sé si esa nueva izquierda atacará por igual a judíos y cristianos. Por cierto: es bien sabido que Soros es judío. No sé si acepta el Viejo Legado. Habría que suponer que sí. Por aquí andaba mi redacción detenida cuando hube de salir para realizar unas gestiones y escuché por la radio el nuevo regalo del Presidente, comunicado a través de la Ministra de Educación: para no liarme en muchos temas, tomo del diario Las Provincias algo sumamente acertado: un editorial titulado “No es concertada, es libertad”. Efectivamente este gobierno lo que no entiende es la libertad. En realidad está molesto con la libertad de los padres para elegir centro educativo.
En la defensa de la libertad, de todas las libertades, van a encontrar siempre a la Iglesia Católica. Verdaderamente la libertad no es divisible: o se ama o se la hostiga. Cuando se la acosa, el perseguidor se sitúa en el terreno de la intolerancia por más que afirme que intolerante es el importunado. Cabe aquí el conocido refrán castellano: dime de qué presumes y te diré de qué careces. De lo que el gobierno puede presumir es de relativismo. Hoy día, el mundo ya no se divide en izquierdas y derechas, ni capitalismo o socialismo, ni conservador o progresista, sino entre los que aman y viven la libertad y aquellos otros que con certeza la temen. La Iglesia tiene un credo que ha de aceptarse para vivirla con plenitud pero no sin libertad porque sin ella no hay fe. La imitan mal: tienen una fuerte creencia en el estatismo para la que no piden libertad sino imposición, es una especie de fe impuesta.
La libertad es un gran don del hombre. Me mojo afirmando que el mayor de los que tiene. Negarla o aminorarla equivale a renegar del hombre mismo. No existiendo la libertad absoluta, se puede afirmar que es la capacidad de llevar a cabo una acción de acuerdo con la propia voluntad. Un ser libre no está atado a otros de forma coercitiva, lo que necesariamente implica responsabilidad. Sin ella, la libertad se vacía, pero también se vacía porque se impida el legítimo uso de los propios derechos, es más, es el uso no impedido de ejercitar tales derechos. Esta libertad ha de ser protegida y promovida por parte del Estado hasta el punto de que debe intervenir cuando sea preciso para garantizarla. Lamentablemente, parece que en nuestro caso sucede al revés. No es problema de concertada o no, es un ejercicio de libertad. Para eso levanto mi voz como la de una trompeta, aunque sea una pobre voz.
Pablo Cabellos Llorente, en lasprovincias.es.