“Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy Jesús nos invita a reflexionar sobre dos estilos de vida
contrapuestos: uno el mundano y otro el del Evangelio. El espíritu del
mundo no es el espíritu de Jesús. Y lo hace mediante la narración de la
parábola del administrador infiel y corrupto, que es alabado por Jesús
no obstante su deshonestidad. Es necesario precisar en seguida, que este
administrador no es presentado como un modelo que debemos seguir, sino
como un ejemplo de astucia.
Este hombre es acusado de una mala gestión de los negocios de su
patrón y, antes de ser echado, busca astutamente obtener la benevolencia
de los deudores, condonando a ellos una parte de sus deudas para
asegurarse así un futuro.
Comentando este comportamiento, Jesús observa: “Los hijos de este
mundo son más astutos en su trato con lo demás que los hijos de la luz”.
A tal astucia mundana nosotros estamos llamados a responder con la
astucia cristiana, que es un don del Espíritu Santo. Se trata de
alejarse del espíritu y de los valores del mundo, que tanto le gustan al
demonio, para vivir según el Evangelio.
¿Y la mundanidad cómo se manifiesta? La mundanidad se manifiesta con
actitudes de corrupción, de engaño, de prepotencia y constituyen el
camino más equivocado, el camino del pecado, porque uno lleva al otro,
¿verdad? Es como una cadena, si bien es verdad que generalmente ese es
el camino más cómodo de recorrer.
En cambio, el espíritu del Evangelio requiere un estilo de vida serio
–serio pero gozoso, lleno de alegría y comprometido, impostado en la
honestidad, en la rectitud, en el respeto a los demás y a su dignidad,
con el sentido del deber. ¡Y esta es la astucia cristiana!
El recorrido de la vida necesariamente implica elegir entre estos dos
caminos: entre honestidad y deshonestidad, entre la fidelidad y la
infidelidad, entre egoísmo y altruismo, entre el bien y el mal. No se
puede oscilar entre uno y otro, porque se mueven sobre lógicas diversas y
contrapuestas.
El profeta Elías decía al pueblo de Israel que caminaba sobre estas
vías: “Ustedes cojean con los dos pies”. Es una bella imagen. Es
importante decidir qué dirección tomar y después, una vez decidida
aquella justa, caminar con arrojo y determinación, encomendándose a la
gracia del Señor y a la ayuda de su Espíritu.
Fuerte y categórico es la conclusión del pasaje evangélico: “Ningún
servidor puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al
otro, o bien se interesará por el primero y menospreciará al segundo”.
Con esta enseñanza, Jesús hoy nos exhorta a hacer una elección clara
entre Él y el espíritu del mundo, entre la lógica de la corrupción, de
la prepotencia y de la avidez y aquella de la rectitud, de la
mansedumbre y del compartir.
Alguno se comporta con la corrupción como con las drogas: piensa de
poderlas usar y dejarlas cuando quiere. Se comienza con poco: un manojo
de aquí y una coima de allá… Y entre esta y aquella lentamente se pierde
la libertad.
También la corrupción produce dependencia, y genera pobreza,
explotación, sufrimiento. ¡Y cuantas víctimas existen hoy en el mundo!
Cuántas víctimas de esta difundida corrupción.
En cambio, cuando buscamos seguir la lógica evangélica de la
integridad, de la transparencia en las intenciones y en los
comportamientos, de la fraternidad, nosotros nos convertimos en
artesanos de justicia y abrimos horizontes de esperanza para la
humanidad. En la gratuidad y en la donación de nosotros mismos a
nuestros hermanos, servimos al amo justo: Dios.
La Virgen María nos ayude a escoger en cada ocasión y a todo costo el
camino justo, encontrando también el coraje de caminar contra
corriente, para poder seguir a Jesús y a su Evangelio”.
Después de rezar la oración mariana dirigió las siguientes palabras
“Queridos hermanos y hermanas
Ayer en la ciudad de Codrongianos (en Sassari) fue proclamada beata
Elisabetta Sanna, madre de familia. Cuando se quedó viuda se dedicó
totalmente a la oración y al servicio de los enfermos y de los pobres.
Su testimonio es modelo de caridad evangélica animada por la fe.
Hoy en Génova se clausura el Congreso Eucarístico Nacional. Envío un
saludo especial a todos los fieles que se encuentran allí reunidos y
deseo que este evento de gracia reavive en el pueblo italiano la fe en
el santísimo sacramento de la eucaristía, en el cual adoramos a Cristo,
manantial de vida y de esperanza para cada hombre.
El próximo martes iré a Asís para el encuentro de oración por la paz,
treinta años después de aquel histórico que convocó san Juan Pablo II.
Invito a las parroquias, asociaciones eclesiásticas, individualmente a
los fieles de todo el mundo para que vivan ese día como una Jornada de
oración por la paz.
Hoy más que nunca tenemos necesidad de paz en esta guerra que existe
en todas las partes del mundo. Recemos por la paz siguiendo el ejemplo
de san Francisco, hombre de fraternidad y de mansedumbre. Estamos todos
llamados a ofrecer al mundo un fuerte testimonio de nuestro empeño común
por la paz y la reconciliación entre los pueblos. Así el martes, todos,
unidos en oración. Recemos por la paz: cada uno se tome un poco de
tiempo, el que pueda para rezar por la paz. Todo el mundo unido.
Saludo con cariño a todos los romanos y peregrinos provenientes de
diversos países. En particular saludo a los fieles de la diócesis de
Colonia y a los de Marianopoli.
Y a todos les deseo que tengan un bueno domingo y por favor no se olviden de rezar por mi”.
El Papa concluyó con su ya famoso “buon pranzo e arrivederci”.