- P.J. Ginés
Una oportunidad para compartir tu fe y la verdadera enseñanza de la Iglesia
Cuando los compañeros de trabajo, amigos
o parientes acuden a ti para comentarte alguna “barbaridad” que creen
que ha dicho o ha hecho la Iglesia, no debes espantarte, sino alegrarte:
es una oportunidad para compartir tu fe y la verdadera enseñanza de la
Iglesia.
Cada controversia es una oportunidad:
significa que tu interlocutor tiene tu atención, está dispuesto a hablar
contigo... aunque, probablemente, poco tiempo. Hay que aprovecharlo.
Esa es la realidad que propone el método Catholic Voices, que nació en 2010 y ahora se recopila en el libro en español Como defender la fe sin levantar la voz: respuestas civilizadas a preguntas desafiantes (Palabra).
Catholic Voices cuenta con laicos
bien formados para explicar en público y en la prensa la postura de la
Iglesia respecto a numerosos temas: se presentan como voces autorizadas (con permiso de los obispos para ejercer este servicio) pero no oficiales.
“Desde 2010 hemos formado a docenas de
oradores, hemos aparecido en cientos de informativos y hemos orientado e
impartido talleres a muchas organizaciones católicas. El proyecto se ha
expandido a más de 15 países, y ha desembocado en una serie de nuevos
proyectos como cursos de hablar en público, prácticas y talleres”,
explica el libro.
Los temas controvertidos pueden ser
muchos, pero en Occidente , y especialmente en los medios de
comunicación y ámbitos sociopolíticos, son siempre estos pocos:
− La relación entre Iglesia, Estado y política.
− La Iglesia y el sexo: anticoncepción, castidad, homosexualidad, etc.
− La Iglesia y la demografía, el sida, la pobreza, la ecología, el control de poblaciones...
− El matrimonio, el divorcio, uniones de personas del mismo sexo…
− El aborto (la defensa del no nacido).
− Eutanasia y suicidio asistido.
− La Iglesia y la educación (escuelas católicas, educación en valores, adoctrinamiento estatal, derecho de los padres).
− Los abusos sexuales en entornos eclesiales.
− La mujer en la iglesia.
Cómo defender la fe enseña a abordar
estos temas en 333 páginas ágiles y rápidamente documentadas, pero
reforzando siempre las 10 claves que los años de experiencia han
mostrado que son necesarias para una comunicación católica que ilumine
de verdad y sea eficaz.
1. En lugar de enfadarte, reformula
Hay que buscar los valores cristianos
escondidos bajo esa crítica y aceptarlos. Después hay que reformular la
historia colocando a la Iglesia en el lugar que honradamente le
corresponde.
Por ejemplo, si se acusa a la Iglesia de
no preocuparse por el problema del sida en África se puede recoger así
el valor cristiano compartido: “A ti te preocupan los enfermos de sida
en África, y también a mí, y a la Iglesia, porque Cristo enseña a cuidar
a los enfermos. Todos coincidimos en esto y debemos colaborar en este
esfuerzo".
Y podemos reformular el tema dando el
contexto real: “Precisamente, la Iglesia es quien atiende al 75% de los
enfermos de sida en África, y a casi todos los de zonas remotas, con la Fundación El Buen Samaritano
ha ayudado a retrovirales accesibles en países pobres y sus estrategias
contra la pandemia, enraizadas en la población local, defendiendo la
abstinencia, la fidelidad matrimonial y la reducción de parejas, son las
medidas que han funcionado bien, como demuestran el caso de Uganda,
Zimbabue y Kenia y, por ejemplo, los estudios del epidemiólogo Edward
Green”.
2. Echa luz, no leña al fuego; iluminemos, no acaloremos
El objetivo es comunicar, iluminar, que
se entienda qué defiende la Iglesia y por qué. Por eso se explican las
cosas con calma. Son conversaciones, a menudo breves y en entornos
complicados, en las que no podemos pretender convertir a nadie (aunque,
si sucede, bendito sea Dios) sino echar luz en un tema confuso que la
gente no entiende.
Señalar con el dedo y regañar no ayuda a evangelizar: se trata de iluminar un tema sin acalorar a nadie; ¡luz, no calor!
3. Piensa en triángulos
El Papa Francisco a menudo reduce sus
homilías a tres ideas o tres puntos, porque es una forma eficaz de
comunicar. De igual forma, en un diálogo oral, un encuentro breve, una
charla informal, en la que vas a tener poco tiempo, es bueno tener 3
ideas claras, incluso memorizadas, y poder decirlas. Si las cosas se
ponen feas (no dejan hablar, hay ataques que se salen de tema, un
brillante interlocutor ha secuestrado la charla) siempre puedes decir:
“Mira, ¿puedo simplemente decir 3 cosas?”
De esas tres cosas, la primera ha de
recoger el valor positivo del interlocutor (“Mira, te preocupa el sida
en África, y también a mí y a la Iglesia”) y las otras dos lo reformulan
(“por eso la Iglesia, y no otras entidades, atienden al 75% de enfermos
de sida allí, y lo previene con campañas eficaces de prevención, como
demuestran los casos de Uganda, Kenia y Zimbabue, donde con campañas de
fidelidad y abstinencia se han reducido los contagios”).
4. La gente no recuerda qué dijiste, sino qué sintió al escucharte
La Verdad, por sí sola, no convence
tanto como la Verdad expresada de forma educada, empática, clara y
amable. No se trata de “emitir ideas”, como una máquina, sino de tener
un trato interpersonal, un encuentro, un conocerse mutuamente y
compartir un rato, sentimientos, pasiones y preocupaciones... Tu
interlocutor, ¿quedará con ganas de seguir tratándote, de acudir a ti y
consultarte... o se sentirá atacado cuando hables y aliviado cuando
calles? Los sentimientos del interlocutor son más importantes a la hora
de comunicarse entre humanos que la exactitud del discurso.
5. No lo digas, muéstralo
La gente prefiere un testimonio personal
antes que una argumentación filosófica. La gente quiere oír cosas que
se puedan imaginar. Si hablas del sida en África, ¡lo mejor es que hayas
estado en África y cuentes lo que has visto y tocado!
Si no has estado en África, describe lo
que cuentan los que sí han estado: dispensarios remotos, monjas con
retrovirales en canoa que llegan a poblados de cabañas de paja donde no
va nadie, enfermos que piden algo tan sencillo como vitaminas o comida,
jefes, ancianos y familias que se reúnen para hablar de cómo enseñar la
fidelidad matrimonial a los jóvenes, etc.
6. Acuérdate de decir “sí”
A menudo al católico se le pregunta
“¿por qué estáis en contra de tal cosa?” Es una trampa: hablar “en
contra” te dará mala imagen, a ti y a la iglesia, y tu comunicación será
ineficaz. El contertulio pensará en la Iglesia como en una antipática
policía moral, en vez de ver un testimonio del amor de Dios, como Madre
Teresa. Hay que reformular el tema para explicarlo en positivo.
Por ejemplo, si preguntan “¿por qué
estáis en contra del preservativo en África?” se puede responder que
“estamos a favor de la vida, de las familias, de combatir el sida de
forma realmente eficaz, cosa que el preservativo no consigue en el
contexto africano; estamos a favor de cambiar los hábitos para que sean
más sanos, como los mismos africanos defienden y han demostrado en
Uganda, Kenia y Zimbabue: monogamia, abstinencia hasta el matrimonio,
atención a los enfermos...”
7. La compasión importa
Mucha gente ha sufrido abusos, traumas
sexuales, malos tratos por parte quizá de algún eclesiástico... o
experiencias duras de enfermedad, dolor, infertilidad, deseos
frustrados... y descarga eso contra la Iglesia y contra Dios. Si hablas
con ellos, o hablas sobre ellos (enfermos que sufren y piden la
eutanasia, madres asustadas que creen que necesitan abortar, etc.) has
de dejar claro que sientes compasión, solidaridad, que los entiendes en
sus sentimientos, que empatizas. La Iglesia es madre y las madres se
duelen con sus hijos dolidos. Los enemigos de la Iglesia la presentarán
una y otra vez como una máquina fría, insensible. Como voz católica, en
encuentros personales, muchas veces, en vez de dar argumentos, habrás de
mostrar compasión, acogida y escucha.
8. Las cifras son complicadas y no convencen mucho
“Las estadísticas pueden resultar
abstractas e inhumanas, o simplemente una tapadera. No es extraño que,
cuando un político las usa, la gente piense que está mintiendo. No bases
la argumentación en cifras y datos, aunque puedes usarlos para ilustrar
el argumento principal”, enseña el modelo de Catholic Voices,
pensando sobre todo en el coloquio hablado. Además, hay que simplificar
las cifras: no digas “un 33,5%” sino “uno de cada tres”. Con todo, en
una exposición por escrito, o con gráficos visuales, pueden ayudar.
9. Se trata de dar testimonio, no de vencer a nadie
La gente casi nunca cambia de mentalidad
ante un argumento firme, sino ante una realidad visible... que suele
ser una persona. Por ejemplo, quien veía a la Iglesia como fría e
insensible puede cambiar al ver cristianos empáticos y compasivos. Para
que “se vea”, el cristiano ha de testimoniarlo. Los interlocutores
hostiles a Jesús le tendían muchas trampas y mostraban su fuerte
oposición, pero Él respondía sin violencia y sin victimismo. La
mentalidad de “ganar la argumentación”, o peor aún, “hundir al otro” no
sirve para dar testimonio, no ilumina.
10. No se trata de ti
Como Juan el Bautista, el cristiano
anuncia a alguien más grande, Cristo y su Iglesia, y se retira, sin
protagonismos. Es bueno rezar antes de un debate, charla, encuentro... y
ponerlo en manos de Dios, saber que es cosa Suya, no tuya. Hay que
pedir al Espíritu Santo que hable a través de ti. E incluso si lo haces
mal, puedes aprender en cada ocasión sabiendo que lo pones en manos de
Dios y vas a intentar mejorar.
En Catholic Voices, antes de una
intervención, rezan una oración pidiendo “los dones del Espíritu Santo
que necesitamos para este trabajo, en especial los de sabiduría,
dulzura, valor y alegría” y solicitando la intercesión de la Virgen
Trono de Sabiduría…
P.J. Ginés, en religionenlibertad.com.