Ernesto Juliá
Los cristianos han crecido de una manera considerable hasta el punto que de los 10 millones que había a comienzos del siglo XX, hoy son ya en torno a los 500 millones
Nigeria, Kenya, dos países africanos −entre otros como Senegal, Sudan, Niger, etc.− en los que cristianos y musulmanes han convivido y conviven mano a mano, día a día, en todas las tareas normales de una sociedad. Y así han estado viviendo desde hace un buen número de años.
Los cristianos han crecido de una manera considerable −hay muchos prosélitos africanos− hasta el punto que de los 10 millones que había a comienzos del siglo XX, hoy son ya en torno a los 500 millones. Prácticamente todos los obispos católicos son sacerdotes africanos, y en todos los países, las vocaciones sacerdotales no faltan.
¿Qué ha ocurrido?
La “atracción proselitista” del ejemplo y de la palabra de tantos católicos −cada católico africano es un buen misionero de la Verdad de Cristo− ha hecho posible que surjan iglesias hasta en las zonas más cercanas a territorios mayoritariamente musulmanes, como son el norte de Nigeria, el norte de Kenya.
¿Temen los musulmanes ese crecimiento de la Fe en Cristo Nuestro Señor?
No todos; algunos, sí. Las bandas asesinas de Boko Haram han pretendido acabar con esa presencia: no lo han conseguido; los cristianos continúan allí, reconstruyen las iglesias, se defienden y rezan por sus enemigos. “Golpeados, no derrotados”, comentan.
Uno de los cristianos que sigue firme en los lugares de la violencia ha comentado: “La violencia ha reafirmado nuestra fe en Dios, los que quedamos seguimos creciendo espiritualmente, no tendremos odio a nuestros verdugos, el odio sólo trae más odio, el islam necesita el amor del cristianismo”.
Y ese “amor” es la “atracción proselitista”.
En una de las carreteras de la zona norte de Kenya, un grupo de tres hombres armados, terroristas enrolados en el Estado Islámico, paran un autobús de viajeros pacíficos, que regresan a sus pueblos desde Nairobi. Por un accidente, el coche de escolta del autobús se ha quedado retrasado, y tardará un poco de tiempo en llegar.
Los terroristas dieron una orden clara: “¡Todos los cristianos bajen a tierra!” No bajó nadie. Las mujeres musulmanas, apenas vista la situación, se desprendieron de algunos de sus velos, y los compartieron con las cristianas. Los hombres, cristianos y musulmanes permanecieron de pie, en silencio. Todos unidos para ganar tiempo e impedir, así, que los terroristas lleven a cabo la masacre perpetrada. Llegó la escolta de seguridad, y los terroristas huyeron.
En África se sigue reafirmando la Fe, creciendo en número de católicos, de cristianos. Los musulmanes del autobús de Kenya quieren convivir con ellos, y conviven, sabiendo que los cristianos rezan por ellos para que un día, atraídos por la delicadeza, el cariño, el agradecimiento, y las oraciones que los cristianos y las cristianas del autobús que les devuelven así su señal de amistad y de paz, compartan con ellos la Fe en Cristo, en la Iglesia.
No les “presionarán” en absoluto; no forzarán su espíritu, ni manipularán sus inteligencias. Serán atraídos por la Cruz de Cristo que luce en las iglesias; por el amor de Cristo reflejado en los ojos de los que exponen sus vidas yendo a rezar a la iglesia. Los cristianos les acogerán, les animarán a bautizarse, y serán “prosélitos”.