Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares
Joaquín Mª López de Andújar y Cánovas del Castillo, Obispo de Getafe
José Rico Pavés, Obispo Titular de Mentesa y Auxiliar de Getafe
Reflexiones pastorales sobre la
«Ley de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y
no Discriminación de la Comunidad Autónoma de Madrid»
Aunque nuestras reflexiones quieren brotar de las
enseñanzas de los últimos papas y de otros documentos eclesiales, entendemos
que tienen su fundamento en lo que Cicerón llamó “la recta razón, una ley
verdadera, conforme a la naturaleza, extendida a todos” (De republica,
3, 22, 33). Esta ley natural, en efecto, presente en el corazón de todo
hombre y establecida por la razón, expresa la dignidad de la persona y
determina la base de sus derechos y deberes fundamentales. Si consideramos
injusta la ley que comentamos a continuación es precisamente porque niega lo
que la recta razón conoce sobre el ser humano y olvida que «el hombre no es
solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí
mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza» (Benedicto XVI, Discurso
al Deutscher Bundestag, Berlín, 22 septiembre 2011). Difícilmente se podrá
defender el derecho de personas que se consideran discriminadas cuando esa
defensa se funda en una comprensión equivocada del ser humano.
1. La identidad de género
En el Artículo 4 de la mencionada ley, titulado Reconocimiento
del derecho a la identidad de género libremente manifestada, leemos lo
siguiente: «Toda persona tiene derecho a construir para sí una autodefinición
con respecto a su cuerpo, sexo, género y su orientación sexual. La orientación,
sexualidad e identidad de género que cada persona defina para sí es esencial
para su personalidad y constituye uno de los aspectos fundamentales de su
dignidad y libertad».
Este “supuesto derecho” es una expresión ideológica
del legislador que choca frontalmente con la antropología cristiana que ha dado
sustento y soporte a lo que se ha venido en llamar civilización cristiana u
occidental. Como bien nos recordaba Benedicto XVI en su Carta Encíclica Charitas
in veritate, «hoy es preciso afirmar que la cuestión social se ha
convertido radicalmente en una cuestión antropológica» (n. 75).
Según la antropología cristiana, la persona es
creada en la unidad cuerpo-espíritu. El cuerpo no es un simple dato que pueda
“ser construido”, no es una prótesis del yo, sino que es la visibilización de
la persona. Es como un sacramento de la persona. Tratar el cuerpo como pura
materia que pueda “ser construida” por la libertad no responde a la experiencia
humana. Esta postura supone un dualismo antropológico que separa
ideológicamente el cuerpo del espíritu o cae en un monismo de carácter
materialista que no hace justicia a la especificidad del ser humano. 2
2. La
diferencia sexual
Por otra parte, la diferencia
sexual varón-mujer es otro principio de la antropología adecuada que, derivando
de la teología de la creación, está profundamente enraizado también en la
experiencia humana. El varón y la mujer son iguales en su dignidad de personas.
Por eso, la diferencia sexual no se puede traducir como desigualdad. Todo lo
contrario. La diferencia sexual es riqueza de humanidad y responde a la
vocación al amor, a la reciprocidad mutua. La diferencia sexual es llamada a la
unión amorosa, a la complementariedad y a la procreación como fruto de la
colaboración con Dios en el acto conyugal propio del matrimonio.
La herida del pecado original (Cf. Charitas
in veritate, 34) y de los propios pecados, de la que deriva la
concupiscencia, se manifiesta en la relación distorsionada de los dinamismos
físicos, psíquicos y espirituales de la propia persona. Por eso otro de los
principios de la antropología cristiana es la necesidad de la redención del
cuerpo o del corazón. Este dato, desconocido por la cultura dominante
secularizada, provoca la no comprensión plena de la persona. La Iglesia
Católica sabe por la Revelación y la propia experiencia acumulada en la
Tradición que, además de afirmar la unidad en el ser (unión substancial
cuerpo-espíritu), es necesario alcanzar la unidad en el obrar (la integración
en el acto libre de los dinamismos físicos-psíquicos-espirituales del obrar
humano).
3. Ecología humana
En este mismo sentido, el Papa
Francisco, refiriéndose a la auténtica ecología integral, dice: «La aceptación
del propio cuerpo como don de Dios es necesaria para acoger y aceptar el mundo
entero como regalo del Padre y casa común, mientras una lógica de dominio sobre
el propio cuerpo se transforma en una lógica a veces sutil de dominio sobre la
creación. Aprender a recibir el propio cuerpo, a cuidarlo y a respetar sus
significados, es esencial para una verdadera ecología humana. También la
valoración del propio cuerpo en su femineidad o masculinidad es necesaria para
reconocerse a sí mismo en el encuentro con el diferente. De este modo es posible
aceptar gozosamente el don específico del otro o de la otra, obra del Dios
creador, y enriquecerse recíprocamente. Por lo tanto, no es sana una actitud
que pretenda “cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con
la misma”». (Encíclica Laudato Si’, n. 155).
4. El concepto de libertad
El concepto de libertad que maneja
el legislador cuando se refiere a la “identidad de género libremente
manifestada” (Art. 4) es también un concepto ideológico que tampoco
responde a la experiencia humana. Se trata de un concepto individualista de la
libertad desvinculado del ser de la persona y de su naturaleza específica: la
persona es un ser creado por la infinita sabiduría de Dios y la libertad está
enraizada en el propio ser “dado”. Nadie se crea a sí mismo, sino que recibe el
ser. La libertad no crea el ser, sino que es el camino para su perfección. Esto
es lo que llamamos el bien de la persona según la propia naturaleza.
El concepto de libertad presente en
esta ley aboca a un pensamiento totalitario: la absolutización de la voluntad
que pretende ser la única creadora de la propia persona y la absolutización de
la técnica transformada también en un poder prometeico e ideológico. Como nos
recordaba Benedicto XVI, «sabemos que somos un don y no el resultado de una
autogeneración. Nuestra libertad está originariamente caracterizada por nuestro
ser, con sus propias limitaciones. 3
Ninguno da
forma a la propia conciencia de manera arbitraria (…) El desarrollo de la
persona se degrada cuando ésta pretende ser la única creadora de sí misma»
(Charitas in vetitate, 68).
5. Ciencia y técnica con conciencia
Del mismo modo nos advertía
Benedicto XVI de la pretensión prometeica de la técnica cuando no va unida a
las normas fundamentales de la ley natural que Dios ha inscrito en nuestro
corazón: «Por eso, la técnica tiene un rostro ambiguo. Nacida de la creatividad
humana como instrumento de la libertad de la persona, puede entenderse como
elemento de una libertad absoluta, que desea prescindir de los límites
inherentes a las cosas. (…) La clave del desarrollo está en una inteligencia
capaz de entender la técnica y de captar el significado plenamente humano del
quehacer del hombre, según el horizonte de sentido de la persona considerada en
la globalidad de su ser. (…) La técnica atrae fuertemente al hombre, porque lo
rescata de las limitaciones físicas y le amplía el horizonte. Pero la
libertad humana es ella misma sólo cuando responde a esta atracción de la
técnica con decisiones que son fruto de la responsabilidad moral. De ahí la
necesidad apremiante de una formación para un uso ético y responsable de la
técnica. Conscientes de esta atracción de la técnica sobre el ser humano, se
debe recuperar el verdadero sentido de la libertad, que no consiste en la
seducción de una autonomía total, sino en la respuesta a la llamada del ser,
comenzando por nuestro propio ser» (Charitas in vetitate, 70).
Cuando las premisas son falsas, la
lógica lleva irremediablemente al absurdo. La ley que ha permitido la
redefinición del matrimonio abrió la puerta a que cualquier combinación
afectiva pueda terminar, con el tiempo, siendo reconocida como matrimonio. Lo
mismo va a suceder con estas leyes: con el tiempo se podrá exigir el presunto
derecho a cualquier modificación corporal “a la carta”, por arbitraria que sea.
6. La ideología de género y sus
derivados
En los presupuestos que justifican
esta ley, el legislador se muestra heredero de la ideología de género que, con
pretensiones científicas, supone un rechazo total de la teología de la creación
y de la redención. En la base de esta ideología está la diferencia pretendida
entre sexo y género, de tal manera que el primero es considerado pura biología
y el otro, un “constructo cultural y social”. Inspirada en la filosofía constructivista,
la ideología de género pretende la “deconstrucción” del género asignado por la
cultura y la sociedad. El resto, la biología del cuerpo humano, es confiada a
la libertad individual creadora y a la técnica. Por eso, la ley habla del
«derecho a construir para sí una autodefinición con respecto a su
cuerpo, sexo, género y su orientación sexual» (Art. 4).
Nunca en la historia de la
civilización humana se había puesto de manifiesto esta pretensión. De ahí la
gravedad de lo que se nos propone de manera ideológica. Para comprender bien
esta pretensión es necesario remontarnos a los llamados maestros de la sospecha
(Nietzsche, Marx y Freud), comprender la llamada revolución sexual en sus
diferentes entradas y lo que ha supuesto la dictadura del relativismo. En el
fondo, se trata de un proceso de deconstrucción de la civilización cristiana y
de la entronización del relativismo cultural. Lo nuevo que ya despunta en esta
ley es un cóctel o mezcla del marxismo freudiano y del liberalismo
individualista que nos quiere conducir, en definitiva, a lo que recientemente
se ha venido en llamar tecno-nihilismo. Se trata de la sumisión de las personas
por un poder totalitario que, en nombre de la libertad, pretende abolir
cualquier norma moral que impida el imperio de la libertad absoluta de la
técnica. 4
7.
Nihilismo posthumano
Todo es permitido a la libertad
individual y todo se hace posible por la técnica, también aplicada al cuerpo
humano. Esto que parece una profecía de la tierra prometida, o la tierra de la
libertad, no es más que el sometimiento voluntario a un poder que se pretende
omnímodo. Es el imperio de la técnica promovido por quienes detentan el poder
global mediante el Gran Dinero. El precio a pagar es renunciar a toda verdad
sobre el ser humano. Ya no se trata sólo del relativismo, es la entronización
del nihilismo. Con estos presupuestos, uno puede definir su orientación sexual,
prescindiendo del lenguaje del cuerpo. Es más, puede construir y definir su
cuerpo con la ayuda de la técnica. El horizonte final es el posthumanismo o
transhumanismo. Con ello llegamos a la tentación primordial, a la tentación del
paraíso: «Seréis como Dios» (Gn 3, 5).
8. Todo está relacionado
A tenor de lo que venimos diciendo,
sería un error metodológico considerar el contenido de esta ley como algo
separado del proyecto de ingeniería social que se viene propiciando en España y
globalmente. Este apartado de la así llamada transexualidad ha de ser
contemplado en el contexto más amplio de un proyecto global planificado,
científica y sistemáticamente, contra el orden de la creación y de la
redención. Como afirma el Papa Benedicto XVI, «el libro de la naturaleza es uno
e indivisible»; el Papa Francisco desarrolla el mismo concepto en Laudato
Si’ con la expresión «ecología integral»; lo mismo hizo el Papa San Juan
Pablo II al hablar de la “ecología humana” en Centesimus annus (nn.
37-39). Sin embargo, todos tendemos a mirar la realidad atomizadamente -y así
se procura que suceda desde el poder-, como si unas cosas no tuvieran relación
con otras, como si todo fuera casual, como si el mal no estuviese organizado.
Para ello conviene contemplar en su conjunto las distintas piezas del puzle:
Injusticia social (con la síntesis del marxismo y el liberalismo), ecología
idolátrica y fragmentada, anticoncepción, esterilización, aborto, “amor
romántico”, divorcio, “amor libre”, técnicas de reproducción asistida,
‘pornificación’ de las relaciones personales y de la cultura, sexualidad sin
verdad, usurpación deliberada de la filiación natural de los niños,
manipulación hormonal/amputación y extirpación de órganos sanos/reasignación de
la identidad personal, eutanasia y suicidio asistido, manipulación de
embriones, “poliamor”, realidad virtual sustitutiva, etc., son sólo una parte
de los escalones, programados, científica y sistemáticamente, en orden a la
deconstrucción de la “identidad-misión”, querida por Dios para el ser humano:
en su unidad sustancial cuerpo-espíritu, en la diferencia varón-mujer, en la
llamada a la comunión con el prójimo y en la vocación a adorar y amar, sobre
todas las cosas, a la Santísima Trinidad.
9. Derivación en el campo educativo
y sanitario
No es éste el momento para analizar
los aspectos concretos referidos a la así llamada transexualidad o la llamada
«disforia de género». Lo dejamos para poder profundizarlo en otro momento.
Nuestra pretensión ahora es simplemente destacar el carácter ideológico de esta
ley y llamar la atención sobre su gravedad y carácter injusto.
Como era de suponer, este
pensamiento ideológico y totalitario se introduce en el campo educativo y
sanitario. Como ya indicamos en otro momento, el vehículo en el campo de la
educación son los Estándares de Educación Sexual para Europa promovidos
por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que afecta a los niños desde la
escuela infantil hasta el bachillerato. Es el modo institucional de introducir
la ideología de género en las escuelas e 5
institutos
más allá de la voluntad de los padres. Con esta ley, además, se concede a los
niños la capacidad legal de definir su orientación sexual y las consecuencias
que se deriven más allá, insistimos, de la voluntad de los padres.
Lo mismo cabe decir en el campo de
la sanidad, en el que se prevén varias iniciativas referidas a los niños,
adolescentes, jóvenes y adultos. También concierne al personal sanitario, que
deberá ser preparado de modo específico para resolver los deseos de quienes
soliciten la intervención médica. A este respecto recordamos el siguiente texto
del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes Sanitarios: «No se puede
violar la integridad física de una persona para el tratamiento de un mal de
origen psíquico o espiritual. En estas circunstancias no se presentan órganos
enfermos o funcionando mal; así que su manipulación medicoquirúrgica es una
alteración arbitraria de la integridad física de la persona. No es lícito
sacrificar al todo, mutilándolo, modificándolo o extirpándole una parte que no
se relaciona patológicamente con el todo. Es por esto que no se puede
correctamente asumir el principio de totalidad como criterio de legitimación de
la esterilización antiprocreativa, del aborto terapéutico y la medicina y cirugía
transexual». (Carta de los Agentes Sanitarios, en español n. 66 y
nota 148).
10. Derecho de los niños y de los
padres
Dejamos otros aspectos referidos a
la vida social, laboral, ocio, deporte, etc. Sabiendo, además, que la primera
obligación es el respeto exquisito a todas las personas, cabe destacar que
desde el punto de vista objetivo esta ley trastoca los derechos del niño,
retuerce el concepto de naturaleza humana y deja a criterio del legislador la
autoridad de los padres y su responsabilidad en la tutela de los hijos. Nunca
las leyes se habían introducido de esta manera, invadiendo el derecho original
y esencial de los padres a educar a sus hijos. El derecho primario a educar
corresponde a los padres por haber dado la vida a sus hijos. No aplicar aquí el
principio de subsidiariedad es caminar hacia un poder totalitario del Estado y
de la administración que no hace justicia a la realidad de las cosas y, en este
caso, al carácter soberano de la familia (Cf. Gratissimam sane – Carta a
las Familias de San Juan Pablo II, 17).
11. Libertad religiosa
Un último aspecto a considerar respecto
a esta ley es su intromisión en lo que afecta a la libertad de conciencia y a
la libertad religiosa, bien entendidas a la luz de la Palabra de Dios. Con las
sanciones de carácter administrativo y económico presentes en esta ley se da
otra vuelta de tuerca para amordazar a los que piensen diferente y a los que
quieran libremente expresar sus convicciones nacidas de una conciencia moral
rectamente formada y de la necesidad de dar testimonio de las verdades que
nacen de la fe y de la religión. El paso que se da en esta ley no es un paso en
la buena dirección para la libertad religiosa, y presagia otros horizontes más
oscuros. Simplemente conviene aquí recordar que una sociedad crece de manera
sana cuando se respeta la libertad religiosa. Ésta es como un termómetro que
verifica la salud social y el cuidado de la justicia y el bien común. La ««Ley
de Identidad y Expresión de Género e Igualdad Social y no Discriminación de la
Comunidad de Madrid» es una ley sustancialmente inicua que regula graves
atentados contra el quinto mandamiento de la Ley de Dios, y, en su caso, los
facilita respecto al sexto y noveno mandamientos. Se trata, en su esencia, de
una ley injusta y, por tanto, a nadie obliga en conciencia. 6
12.
Emergencia cívica de los católicos
En este contexto en el que nos
movemos actualmente en España, y con lo que supone esta ley en la Comunidad
Autónoma de Madrid, sentimos la urgencia de apelar a una «emergencia cívica
de los católicos». Mirar hacia otro lado o juzgar de manera indiferente el
proyecto de ingeniería social que estamos sufriendo en el ámbito personal,
familiar, social y político, sería pecar de omisión. A los católicos nos avala
la experiencia de que, unida a los propios errores, la fe cristiana ha dado los
mejores frutos de civilización y ha contribuido a crear los ámbitos apropiados
para el desarrollo del conocimiento y para la creación de los mejores espacios
de justicia y de libertad.
Como en otras ocasiones, los
católicos, además de nuestro testimonio, hemos de emerger y hacernos presentes
en todos los ámbitos de la vida social. Para ello os animamos a profundizar en
la formación humana y cristiana y, de manera especial, os urgimos al
conocimiento de la Doctrina Social de la Iglesia. En nuestra
preocupación pastoral está el cuidado de todas las familias, el afán de
contribuir al bien común favoreciendo el liderazgo de los católicos también en
el ámbito político. Con todo ello queremos seguir las huellas de Jesucristo en
el amor a todas las personas, particularmente a los empobrecidos y necesitados.
En nuestro carné de identidad también va incluido el amor y respeto a los que
nos odian o pretenden considerarnos enemigos. Así nos lo ha enseñado el Señor y
así queremos continuar sembrando nuestra tierra con las semillas del Evangelio.
Conclusión
A los afectados por esta ley, y a
cuantos necesitan de la maternidad de la Iglesia, les ofrecemos el calor de
nuestras parroquias, comunidades y el ejercicio de la caridad a través de
Cáritas y de las distintas instituciones educativas y caritativas de nuestras
diócesis. En particular os animamos, ante cualquier duda, problema o situación
creada en lo que corresponde a la problemática en torno a la llamada
transexualidad, o a otros aspectos que surjan en la vida familiar, a acudir a
los Centros de Orientación Familiar de nuestras diócesis. Ellos son en
nuestras Iglesias particulares como hospitales de campaña, según la expresión
del Papa Francisco, o como auténticos espacios de solidaridad y acompañamiento.
Embarcados en la Semana Santa en la
que contemplaremos el significado auténtico del amor en la Pasión de Cristo, os
invitamos a vivir estos días con gran recogimiento y religiosidad. Unidos a
toda la Iglesia volveremos a celebrar en la Vigilia Pascual el triunfo de la
vida sobre la muerte. Con el canto del ¡Aleluya! testimoniaremos ante el mundo
la victoria del Resucitado.
Unidos a la Virgen María, os
deseamos a todos una ¡Feliz Pascua de Resurrección!