10/13/09

Intervenciones de los Padres Sinodales
Cuarta Congregación General, tarde del día 6
Monseñor François Xavier Maroy Rusengo, arzobispo de Bukavu (República Democrática del Congo)
Partiendo de los estragos causados por las guerras y la violencia en el Este de nuestro país, la República Democrática del Congo, y especialmente en nuestra archidiócesis de Bukavu, consideramos que la reconciliación no debe limitarse únicamente a la armonización de las relaciones interpersonales. Ineluctablemente debe tomar en consideración las causas profundas de la crisis de las relaciones, que se sitúan en el ámbito de los intereses y los recursos naturales del país, que habría que explotar y gestionar con transparencia y equidad en beneficio de todos; ya que la causa de la violencia en el Este de la República Democrática del Congo son, esencialmente, los recursos naturales.
Recordamos el trabajo que al respecto está llevando a cabo la comisión “Justicia y Paz” en la archidiócesis de Bukavu para que se llegue a la reconciliación mediante la reconstrucción comunitaria.
El objetivo es ayudar a la gente a reconciliarse entre ellos y con su historia, y a comprometerse en construir juntos un nuevo futuro.
Se dedica especial atención a los jóvenes. Para ellos, proponemos actividades recreativas y culturales que puedan favorecer la reconciliación en su ámbito, gracias a la implicación de todos y cada uno de ellos en la reconstrucción de los ambientes en los que viven.
Este enfoque hay que entenderlo como una respuesta a los traumatismos comunitarios a menudo olvidados, con el fin de que las personas sean responsables y actores de un cambio positivo. Requiere que se refuerce la educación en la base y la organización de las poblaciones con vistas a una mayor responsabilidad comunitaria. A su vez, requiere que se habiliten los espacios y se creen los marcos de intercambio y de diálogo para una participación eficaz de la población en la gestión de las riquezas, que deben contribuir a partir de ahora a la reconstrucción, el desarrollo, la reconciliación y a una cohabitación pacífica.
Mientras nosotros tomamos la palabra en esta Asamblea, los agentes pastorales de nuestra diócesis están preocupados por los enemigos de la paz. Una de las parroquias de nuestra archidiócesis fue incendiada el viernes 2 de octubre de 2009, algunos sacerdotes fueron molestados, otros tomados como rehenes por hombres en uniforme, los cuales exigieron un elevado rescate que nos vimos obligados a pagar para salvar la vida de nuestros sacerdotes, que ellos amenazaban con masacrar. Por estos gestos, la Iglesia es el único apoyo que le queda a un pueblo aterrorizado, humillado, explotado y dominado, que querrían reducir al silencio. ¡Señor, hágase tu voluntad, que tu reino de paz llegue pronto (cf. Mt 10,6).
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Cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos (Ciudad del Vaticano)
Mientras que, gracias a Dios, ha habido un rápido crecimiento de la Iglesia en África, lamentablemente se ha constatado también una fragmentación que se hace siempre más profunda entre los cristianos. Aunque esta situación no se da solo en África, es demasiado fácil considerar que estas divisiones son una derivación del legado recibida por África de una Cristiandad dividida, aunque en África se han dado ulteriores divisiones, basta pensar en las sucedidas recientemente en las comunidades Carismáticas y Pentecostales, en las Iglesias llamadas independientes y en las sectas. Las mismas están muy difundidas en todo el mundo y su vitalidad en el Continente africano se refleja en el aumento de las Iglesias independientes africanas, que actualmente han creado una institución oficial, la OAIC, con sede en Nairobi.
En otros aspectos, el diálogo con estos grupos no es fácil y a menudo del todo imposible por causa del comportamiento agresivo y -por no entrar en detalles- por el bajo nivel teológico que poseen. Debemos afrontar este desafío urgentemente con una actitud autocrítica. De hecho, no basta decir qué hay de equivocado en ellos, debemos preguntarnos en qué erramos o qué nos falta en nuestro trabajo pastoral. ¿Por qué tantos cristianos abandonan nuestra Iglesia? ¿Qué es lo que no encuentran en nosotros que buscan en otros lugares? El PCPCU ha tratado de dar alguna respuesta con dos simposios para obispos y teólogos, celebrados en Nairobi y en Dakar. Estamos dispuestos a ayudar también en futuro. En este contexto, quisiera mencionar solamente dos puntos importantes: la formación catequética ecuménica y la constitución de pequeñas comunidades cristianas en el seno de nuestras parroquias.
Permitanme ahora volver sobre los muchos otros desafíos y tareas:
1. Podemos ahora dar una mirada hacia atrás a estos casi cincuenta años de dialogo ecuménico. Desde el Concilio Vaticano II se han realizado importantes progresos ecuménicos, pero el camino hacia la plena comunión eclesial probablemente es todavía largo y arduo por causa de las dificultades que continúan existiendo en nuestros diálogos teológicos. Se requieren, ahora, pasos adecuados para comprometernos juntamente con nuestros interlocutores ecuménicos en un proceso de recogida de los frutos del diálogo. El compromiso de la Iglesia Universal debe ser traducido y recibido en las Iglesias locales. Esto debe producirse en la catequesis y en la formación teológica, a nivel diocesano y parroquial.
2. Mientras que la Iglesia católica en África tradicionalmente ha mantenido un dialogo constante con las tradiciones protestantes históricas y hoy también con las mas nuevas, la reciente y rápida difusión de la Iglesia Ortodoxa en el Continente hace fundamental para la Iglesia católica en África comprometerse en el dialogo y en relaciones positivas también con nuestros hermanos y hermanas ortodoxos.
3. La Iglesia Católica en África debe impulsar las relaciones ecuménicas con los movimientos Evangélicos, Carismáticos y Pentecostales en el Continente africano, también por la relevancia de sus expresiones indígenas y por la afinidad lograda con la visión del mundo cultural africano. Un tal compromiso ecuménico exige, por una parte una fidelidad inspirada en los principios de la Iglesia sobre el ecumenismo (UR, 2-4), y por otra una compresión especifica de las expresiones culturales africanas. El diálogo y la búsqueda de la unidad, deben considerar seriamente el contexto de las raíces culturales africanas. De hecho, las raíces de diferentes árboles, separados pero cercanos entre si, igualmente se entrelazan aunque continúan siendo diferentes, en la lucha por acceder a la misma surgiente de vida que son el suelo y el agua. Este entrelazamiento es emblemático del acercamiento ecuménico, unido con la cuestión de la enculturación y de la relevancia del contexto.
4. Nuestra búsqueda de unidad en la verdad y en el amor no debe nunca perder de vista la conciencia de que la unidad de la Iglesia es obra y don del Espíritu Santo y va mucho más allá de nuestros esfuerzos . Por lo tanto, el ecumenismo espiritual, especialmente la oración, es el verdadero corazón del compromiso ecuménico,(UR, 8). Sin embargo, el ecumenismo no dará frutos duraderos si no va acompañado por gestos concretos de conversión que muevan las conciencias y promuevan la curación de los recuerdos y de las relaciones.
Como afirma el Decreto sobre el Ecumenismo, “El verdadero ecumenismo no puede darse sin la conversión interior” (UR, 7). Una tal metánoia (UR, 5-8; UUS 15s; 83ss) nos llevará mas cerca de Dios, al centro de nuestra vida, de tal modo que nos acercará más también unos a otros.
Por lo tanto, el tema del Sínodo representa un desafío para la Iglesia en África para que agudice la propia visión ecuménica y ofrezca a los pueblos de África la búsqueda de la unidad como autentico tesoro del Evangelio. La Iglesia católica en África es estimulada a seguir construyendo puentes de amistad y, a través de un ecumenismo espiritual orante y el discernimiento de la voluntad de Dios, comprometerse en el “ministerio de la reconciliación” (2Cor 5, 18), que nos fue confiado por medio de Cristo. Es esta la base de nuestro compromiso ecuménico. La renovación de la vida interior de nuestro corazón y de nuestra mente es el punto crucial de todo dialogo y de toda reconciliación, haciendo del ecumenismo un compromiso recíproco de comprensión, respeto y amor, para que el mundo crea.
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Monseñor François Eid, obispo de El Cairo de los Maronitas (Egipto)
Hago esta intervención en nombre propio y haré referencia a los Nºs: 102,126 y 128 que hablan de las relaciones con las Religiones, haciendo particular énfasis en la necesidad de pasar del diálogo entre las Culturas a la Cultura del Diálogo, mediante la formación de futuros sacerdotes en África.Un pensador asiático, Wesley Ari raja, decía: “tenemos necesidad, no sólo de conocer al otro, sino también del otro para conocernos mejor”. Dicho esto, podemos constatar que la cuestión del Diálogo se propone como una problemática cultural y espiritual por excelencia, dado que está relacionada, mucho más que con la compresión que tenemos de nosotros mismos, con nuestra toma de posición con respecto al otro.
La historia nos enseña que la fuente del dinamismo que renueva las Identidades Culturales reside en su apertura universalista más amplia, que la lleva a abrazar las diversidades y a crear una continua ósmosis enriquecedora; en cambio el aislamiento cultural lleva a la perdida de identidad.
El barómetro de la buena salud cultural de un pueblo o de una comunidad, reside en la Centralidad del Otro en su caminar comunitario. Ello explica la posición central del amor al prójimo en el Cristianismo, que hace de la Iglesia una Diaconía al servicio del hombre.
En este sentido, una de las cartas de los Patriarcas Católicos del Oriente afirmaba que “la presencia de los demás en nuestras vidas representa la voz de Dios y nuestra relación con ellos es un componente esencial de nuestra identidad espiritual, por ello, debemos ir más alla de la convivialidad a una comunión fraterna más responsable.
Saco algunas conclusiones:
1. En mi opinión, la formación de los futuros sacerdotes africanos que pertenezcan solamente a Nuestro señor Jesús, Maestro y Modelo, constituye la única alternativa para hacer de dichos sacerdotes, instrumentos de paz y reconciliación. De ese modo, su misión ya no sería considerada como lugar de competencia de intereses personales, familiares o tribales, sino más bien y al contrario, lugar de encuentro entre hermanos amados por el Señor y llamados a construir juntos, en la Caridad, su reino de Paz y Justicia.
2. Sobre este punto, veo la urgencia de una Formación Sacerdotal adecuada cuya prioridad sea pasar del Diálogo entre Culturas a la Cultura del Diálogo. Dicha misión hará de los futuros sacerdotes africanos los mensajeros del Evangelio de la Paz, por una Nueva África, en donde la Solidaridad Espiritual y Humana impulse a todos y cada uno a llevar las dificultades, los sufrimientos, las esperanzas y los desafíos del otro, que es nuestro hermano ante Dios. Así, pasaríamos:
de la marginación a la acogida
del rechazo a la aceptación
y de la rivalidad a la fraternidad
La Cultura del Diálogo hace de eco a las palabras de San Agustín: “Et in omnia Caritas”.