Intervenciones de los Padres Sinodales
Sexta Congregación General, mañana del día 8
Cardenal Ennio Antonelli, presidente del Pontificio Consejo para la Familia (Ciudad del Vaticano)
El Santo Padre, en la Homilía de inauguración del Sínodo, celebrada en la Basílica de San Pedro, indicó, con una expresión muy incisiva, que el primer mundo “está exportando residuos espirituales tóxicos” a África y a otras regiones en vías de desarrollo. Uno de estos residuos tóxicos es la así llamada “teoría del género” que, muy camuflada, comienza a infiltrarse en asociaciones, en ambientes gubernamentales y también en algunos ambientes eclesiales del continente africano, según las noticias que llegan al Consejo Pontificio para la Familia.
Agentes de diversas instituciones y organizaciones internacionales parten de los problemas reales, a los que es necesario y justo poner remedio, como las injusticias y las violencias que sufren las mujeres, la mortalidad infantil, la desnutrición y el hambre, los problemas de la casa y del trabajo. Y sugieren unas soluciones basadas en los valores de la igualdad, de la salud, de la libertad: son palabras sacrosantas, pero que se convierten en ambiguas cuando se impregnan de los nuevos significados antropológicos. Por ejemplo, igualdad de las personas no sólo significa igual dignidad de las mismas e igual posesión de los mismos derechos fundamentales del hombre; sino también irrelevancia de la diferencia natural entre hombres y mujeres, uniformidad de todos los individuos, como si no estuvieran sexualmente diferenciados y, por tanto, equivalencia de todos los comportamientos y orientaciones sexuales: heterosexual, homosexual, bisexual, transexual, polimorfo. Cada individuo tiene derecho a elegir libremente (y eventualmente también a cambiar de idea), según sus inclinaciones, sus deseos o sus preferencias.
La ideología se difunde a través de los centros de salud reproductora, de los encuentros locales de formación, de los programas de televisión internacionales vía satélite. Se busca la colaboración de los gobiernos africanos y de las asociaciones locales, también eclesiales, que generalmente no se dan cuenta de las implicaciones antropológicas, éticamente inaceptables.Esta intervención mía pretende ser una invitación a la vigilancia, una exhortación a ofrecer unas precisas instrucciones a los sacerdotes, seminaristas, religiosos y religiosas, a las Cáritas y a otros operadores pastorales laicos.
******
Cardenal Péter Erdö, arzobispo de Esztergom-Budapest (Hungría), presidente del Consilium Conferentiarum Episcoporum Europae (CCEE)
Hemos escuchado con atención la comunicación del Cardenal Polycarp Pengo, Presidente de la SCEAM (SECAM). Vemos claramente que nuestros hermanos Obispos africanos demandan apoyo para reforzar su comunión interna y su organización continental. Propongo iniciar acuerdos con el Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE) sobre las posibilidades de reforzar la colaboración entre los Obispos africanos, también a través de acciones conjuntas con la CCEE.
Entre las instituciones de la Iglesia se mencionan, en los números 123-126 del Instrumentum Laboris, las Comisiones de Justicia y Paz. Y se añade que es necesario comprender mejor la misión de dichas comisiones.
Es una experiencia general de la Iglesia, que después del Concilio Vaticano II nació una verdadera riqueza, una multitud de organizaciones para realizar la misión y la actividad de los cristianos en el mundo en los diferentes campos de acción. Pero en los últimos decenios, se han esclarecido también las ventajas de las organizaciones eclesiales: se ha precisado la naturaleza de las asociaciones de fieles, y se han distinguido bien las personas jurídicas privadas de las personas jurídicas públicas en la Iglesia. Se ha subrayado que solamente estos últimos pueden actuar en nombre de la Iglesia, como también las estructuras públicas de la organización jerárquica de la Iglesia misma.
Para evitar que ciertas “Comisiones” de Justicia y Paz, constituidas quizá sólo según el derecho de Estado o como asociaciones privadas, se conviertan en instrumento de grupos políticos, parece útil evidenciar que la Comisión Nacional de Justicia y Paz es, normalmente, un órgano de la propia Conferencia Episcopal. De esta manera, podemos asegurar que la actividad de estas comisiones sea una expresión auténtica de la misión de la Iglesia en el mundo.
******
Kieran O'Reilly, Superior General de la Sociedad de las Misiones Africanas (Unión de los Superiores Generales)
Una medida significativa del crecimiento de la Iglesia en el Continente Africano, es la cantidad de africanos, hombres y mujeres, directamente involucrados en la misión ad gentes de la Iglesia sea como miembros de las recientemente instituidas congregaciones misioneras locales que de los institutos internacionales, establecidos desde hace más tiempo.
Inspirados por su compromiso de fe, e instruidos por la Doctrina Social de la Iglesia, un buen número de misioneros y congregaciones religiosas, han formado redes de trabajo para afrontar este desafío. Me refiero, en particular, al trabajo de “Africa Faith and Justice Network”. El cometido principal de estos grupos es dedicarse a los temas de injusticia estructural arraigados en las políticas de Europa y Estados Unidos que afectan de modo adverso a África.
Como “Familia de Dios”, la Iglesia es desafiada a dar testimonio y predicar la universalidad del amor de Dios hacia todas las gentes y la futura unidad de la humanidad. Desafortunadamente, las divisiones étnicas, tribales y regionales, afectan aún a gran parte del continente africano, obstaculizando seriamente el desarrollo de sus gentes. El testimonio tanto de las misiones como de las comunidades religiosas internacionales, es relevante y urgente. Estas comunidades abarcan un amplio rango de diferencias culturales y étnicas en el seno de su “Familia”, mientras viven y trabajan juntas al servicio del Evangelio. Su presencia proclama la Verdad del Evangelio de que Dios no tiene favoritos, de que todos somos sus hijos y que nuestro destino común es ser una familia en Él.
África está tratada de modo inadecuado por los medios de comunicación de masas, que se centran más bien exclusivamente en las malas noticias, creando así la imagen ampliamente aceptada de un continente en permanente estado de crisis. La “industria de la ayuda”, también se alimenta vendiendo estos estereotipos negativos y anticuados de los africanos como víctimas indefensas de las guerras sin fin y las constantes hambrunas. La gente de África debe asumir un papel más esencial con respecto a lo que se difunde de África: Las congregaciones misioneras e institutos internacionales, se encuentra en una posición ideal para ayudar en este proceso.
******
Monseñor Marcel Utembi Tapa, arzobispo de Kisangani (República Democrática del Comgo)
La dimensión política de la paz invita a la Iglesia en África a inventar nuevos métodos para la presentación de sus enseñanzas sociales, que esta fundada en sus valores evangélicos capaces de favorecer la paz y el entendimiento entre los pueblos. Conviniendo que la paz es antes que nada un don de Dios, proponemos que la Iglesia en África se comprometa cada vez más para:
Que la clase política africana esté realmente al servicio del bien común. Por este motivo la Iglesia deberá atender y reforzar el acompañamiento y la formación de los hombres que trabajan en política a la luz de la enseñanza social de la Iglesia.
Para que se pueda realizar un programa transversal y ecuménico para la educación cívica de los pueblos con el fin de promover una conciencia cívica y la participación responsable de las poblaciones locales en la gestión del patrimonio de los respectivos países.
Para organizar las poblaciones y las comunidades desde la base, en vista de esta participación de los ciudadanos. La experiencia de la organización de los Comités locales de gobierno participativo, que son grupos apolíticos, permitirá que las comunidades locales se hagan cargo de sí mismas, desde la base y participar así al desarrollo del propio ambiente en diálogo con los candidatos locales y con los gobernantes.
Ello podría desembocar en la urgencia de conexiones parlamentarias como estructuras permanentes de defensa ante los órganos de deliberación encargados de dictar las leyes y de controlar el poder ejecutivo a todos los niveles.Para que sea instituido, siguiendo la misma dirección, un Observatorio sub-regional para las políticas nacionales como laboratorio de análisis social y de perspectivas, capaz de revelar las principales tendencias de las políticas puestas en marcha y su conformidad con la finalidad de la comunidad política que es el servicio del bien común.
Que se trabaje para que surja una clase política responsable y meticulosa.
******
Monseñor Alfred Adewale Martins, obispo de Abeokuta (Nigeria)
Los grupos neo-pentecostales son con frecuencia agresivos y proselitistas en sus relaciones con la Iglesia Católica. Parecería que este grupo busca reducir tanto la influencia de la Iglesia Católica como el número de sus feligreses. Dicha intención se percibe en la manera en la que algunos de ellos se refieren a la Iglesia Católica al hablar de ella como la Iglesia muerta. Su deseo es que, llegando al corazón y a la mente de los jóvenes, ellos serán capaces de atraerlos y, con el tiempo, cortar la vida de la Iglesia, esperando que los jóvenes emigren en masa desde la Iglesia.
Para evitar que ellos alcancen su cometido, la Iglesia en África debe idear medios para asegurarse que el rebaño de cada parroquia sea mantenido. Debemos asegurarnos que nadie se sienta anónimo en la parroquia. Los más vulnerables como aquéllos que buscan trabajo y otros, particularmente entre los jóvenes, deben ser apoyados y asistidos, en cualquier tipo de necesidad material o espiritual en donde sea posible.
Hay una necesidad de crear apostolados en cada parroquia que atiendan las preocupaciones y necesidades de los jóvenes ejecutivos y profesionales entre nuestros feligreses, ya que son ellos el principal objetivo de los grupos neo-pentecostales.
******
Monseñor Louis Ncamiso Ndlovu, obispo de Manzini (Swazilandia)
La Iglesia católica en Swazilandia es aún joven, ya que ha llegado en 1914. Cuenta con unos 55.000 fieles en una población de un millón de habitantes, lo que significa que solamente un 5% de la población es católica. Aunque representa una minoría, igualmente es la Iglesia cristiana mas grande del país. Desde su llegada, la Iglesia, ha participado en las actividades sociales en muchas partes del país. Por este motivo ha sido elogiada por las autoridades tradicionales y políticas. Mis predecesores, de origen predominantemente europeo, tenían buenas relaciones con las autoridades tradicionales.
En los últimos años, la relación entre la Iglesia y los líderes tradicionales y políticos se ha vuelto ambivalente. La Iglesia continúa recibiendo elogios por parte del gobierno por las intervenciones en el campo educativo, de la salud y de los programas de desarrollo. Como Iglesia continuamos poniendo en discusión el sistema de gobierno, ya que consideramos que contribuye al grave nivel de pobreza que tiene el país. El gobierno critica a la Iglesia porque se expresa en cuestiones políticas afirmando que su deber se tendría que limitar a la liturgia y al culto y que no debería estar presente en la vida social y política de la gente. Esto ha provocado que recibiéramos el sostén de algunos miembros de la sociedad civil, como sindicatos y partidos políticos y de movimientos proscriptos.
Por lo tanto nos encontramos entre dos fuerzas contrapuestas. Esto ofrece a la Iglesia una oportunidad única, ya que puede servir tanto al gobierno como también a los miembros de la sociedad civil.
El tema de este sínodo nos desafía a conducir una vida auténticamente cristiana. Esto exige que la Iglesia sirva de ejemplo para los no creyentes y también para los otros cristianos. Tenemos el deber de contribuir al bienestar de la sociedad y a ser una luz de esperanza frente a los muchos desafíos y dificultades. El pueblo de Swazilandia forma un grupo homogéneo con una misma cultura y un mismo idioma. Puede ser comparado como una gran familia. Seamos entonces nuevamente llamados a vivir como una familia. Toda familia antes o después debe afrontar algún problema y algún desacuerdo. Debemos afrontar estos problemas de una manera sincera y honesta y sobretodo con espíritu de caridad.
******
Monseñor Paul R. Ruzoka, arzobispo de Tabora (Tanzania)
La Reconciliación es necesaria para llevar a cabo el apostolado, recurriendo a la enseñanza del apóstol San Pablo, quien señaló que Dios es el punto de partida.
Considerando tristes eventos como las guerras civiles que afectan al continente, la identidad de la Iglesia está en juego. Hablamos con mucha frecuencia de una familia cariñosa, partícipe y unida en las actividades y la vida común. Hijos e hijas de la Iglesia, sin embargo, a menudo están igualmente involucrados en conflictos en vez de construir puentes entre las partes en conflicto sobre intereses inalienables.
La Iglesia tiene un papel decisivo en la misión sanadora de Cristo, y todos los cristianos deben trabajar para tal fin.
Los agentes de la evangelización (obispos, sacerdotes, religiosos) junto con los laicos deben emplear las armas de la fe y buscar una conversión más profunda que propenda hacia la santidad, escuchando la Palabra de Dios y recibiendo los sacramentos, participando en la vida de oración y en los ejercicios espirituales; respondiendo a las cuestiones de las personas con las cuales viven, compartiendo con ellas y sirviéndoles como su prójimo.
África está sumida en muchos problemas, causados principalmente por un mal liderazgo, por líderes que no tienen temor de Dios, sino que más bien están ocupados en enriquecerse, saqueando a su mismo país, hasta el extremo de hacer precipitar a su pueblo en la anarquía. Obviamente, ha habido buenos líderes que han respondido a las aspiraciones de los ciudadanos y por ello han sido apreciados. Pensamos en personas como Julius Nyerere de Tanzania cuyo legado ha sido una nación unificada.
La iglesia debe ayudar a la gente joven dando mayor énfasis a la formación humana, espiritual e intelectual en nuestras escuelas hasta el nivel universitario.
La fe debe tener prioridad en nuestro trabajo de formación. Es necesario, además, formar comités de reconciliación para trabajar junto con la Comisión de justicia y paz en nuestras diócesis afrontando temas atinentes al conflicto social e impartiendo educación cívica.
******
Emmanuel Typamm, secretario general de la "Confederación de las Conferencias de los Superioresi Mayores de África y Madagascar" (Madagascar)
Las personas consagradas en África y Madagascar toman conciencia y quieren hacer tomar conciencia a los demás agentes apostólicos (laicos, sacerdotes, obispos) de que la reconciliación, la justicia y la paz o, en otras palabras, la justicia y la paz que llevan a la reconciliación obligan a morir, a perder la vida, por la verdad del Evangelio.
El tema del Sínodo invita a los consagrados a promover la paz en el interior de las instituciones:
Manteniendo relaciones positivas en comunidad entre las diferentes etnias y nacionalidades. Ello pasa a través de:
La cultura de los “mismos derechos para todos”.La cultura de la alternancia del poder y, por tanto, del desapego hacia los puestos en las instituciones.
La cultura de la misión cumplida con amor.
La cultura del uso de los bienes de la institución sin apropiarse de ellos.
Os proponemos que os unáis a nosotros y que colaboréis en un aspecto muy importante que podría impedirnos hablar de reconciliación, de justicia y de paz a los pueblos indigentes del continente:
1. Mejorar la salud materna para que haya menos madres que mueran al dar a luz y reducir así la mortalidad infantil.
2. Reforzar los medios de prevención y hacerse cargo de los enfermos de paludismo, SIDA, enfermedades mentales, epilepsia, etc.
3. Alentar a farmacéuticos, médicos y sanadores a instituir estructuras modernas para los tratamientos con plantas y a crear mutualidades de salud.
******
Monseñor Martin Albert Happe, obispo de Nouakchott (Mauritania)
Una de las particularidades de la Diócesis de Nouakchott es que abarca todo el territorio de la República Islámica de Mauritania. Debido a que los habitantes de este país son todos musulmanes desde tiempos inmemoriales, resulta que todos los cristianos católicos que viven en el país no son mauritanos, incluidos los feligreses y los pastores. Para continuar describiendo el entorno, diría que el primer sacerdote que vino al país y que no tenía el estatuto de capellán militar celebró su primera misa en la Navidad de 1957.
Ya el primer Obispo Mon. Michel Bernand no quiso contentarse con ser el pastor de algunos miles de cristianos que vivían en el país e insistió en que los sacerdotes y las religiosas se volvieran hacia la población autóctona para que fueran para ellos, testigos del Dios Amor revelado en la persona de Jesucristo.
Uno de los instrumentos que nos hemos dado para llevar a cabo esta labor es Caritas Mauritania. Fundada en 1970, emplea actualmente alrededor de 120 personas. Entre ellos hay al menos 110 hombres y mujeres de nacionalidad mauritana, por ende musulmanes. Todo estos colaboradores deben conocer nuestras profundas motivaciones y adherirse a ellas. Deben igualmente saber que para nosotros, cristianos, todos los seres humanos son iguales en su dignidad, independientemente del sexo, estatus social o étnico, y que estamos aquí para ayudar no sólo a nuestros hermanos de raza, a nuestras familias, a las personas que comparten nuestra misma religión, sino a todas las personas que se encuentren en necesidad: debemos esforzarnos para que ellos encuentren la dignidad que el Creador deseaba para ellos.
******
Monseñor Vincent Coulibaly, arzobispo de Conakry (Guinea), presidente de la Conferencia Episcopal
El interés de la Iglesia-Familia de Dios que se encuentra en Guinea por la reconciliación, la justicia y la paz, se ha manifestado a menudo en las intervenciones de sus pastores. Recordemos el coraje y la determinación de nuestros predecesores que han denunciado las trampas maliciosas de los poderes creados para tomar como rehén lo mas noble que existe en el hombre: la libertad.
Podemos contar las numerosas figuras carismáticas que han sembrado en el corazón de nuestro pueblo las semillas de la reconciliación, de la justicia , y de la paz. Pensamos en primer lugar en los misioneros que fueron expulsados en el año 1967, fundamentalmente a causa de su visión profética sobre cuál iba a ser la suerte de nuestro pueblo. Las intervenciones de nuestros dos inmediatos predecesores, Mons. Raymond-Marie Tchidimbo y de Mons. Robert Sarah, sobre el tema de la reconciliación, de la justicia y de la paz, continúan siendo pertinentes para los habitantes de Guinea.
Siguiendo esta huella, el episcopado hoy continua llamando la atención de los dirigentes sobre el tema de la reconciliación, de la justicia y de la paz. Continúa desarrollando su papel de centinela a las puertas de la ciudad. En numerosas declaraciones ha invitado al pueblo de Guinea al dialogo. La última declaración fue publicada el 25 de septiembre de 2009.
Lamentablemente su apelo del 25 septiembre no fue escuchado porque cuando habla el demonio-dinero, sus numerosos adeptos gozan y nada los detiene. Ni siquiera la muerte es un obstáculo para ellos. Así fue que el 28 de septiembre de 2009, el pueblo se puso nuevamente de luto por la muerte trágica de decenas o de centenares de personas luego de una manifestación reprimida cruentamente por los militares.
Esta acción del Episcopado no puede existir sin el aporte de un laicado organizado y comprometido sobre el terreno, a través, por ejemplo, de la Organización Católica para la Promoción Humana (OCPH) y la Comisión Justicia y Paz. Sin embargo, estamos todavía lejos de tener este laicado santo que el Primer Sínodo deseaba. El llamado del Papa, en su primera encíclica “Deus Caritas est”, a hacer diferencia entre el orden justo y el hombre justo, nos ha motivado aún mas en la formación del laicado.
Por otra parte, consideramos urgente promover el dialogo interreligioso tripartito entre cristianismo, religiones tradicionales africanas e Islam para construir la paz y para poner mayor luz en el espíritu de fraternidad y de solidaridad del genio cultural africano.
Para terminar, dirigimos nuestro sentido agradecimiento al Santo Padre por el sostén que brindó a nuestro país en el Angelus del domingo pasado.
******
Monseñor Nicolas Djomo Lola, obispo de Tshumbe (República Democrática del Congo), presidente de la Conferencia Episcopal
Haciendo un repaso de las consecuencias de las guerras y de las violencias sufridas en la República Democrática de Congo, estamos obligados a condenar las mentiras y los subterfugios utilizados por los depredadores y los artífices de estas guerras y violencias. El tribalismo evocado incesantemente para justificar estas guerras en la República Democrática del Congo no es otra cosa que una pantalla. La diversidad étnica es utilizada como pretexto para saquear los recursos naturales.
Deploramos que la Comunidad Internacional no haga lo suficiente para poner fin a estas guerras y a estas violencias y que no se interese suficientemente por encontrar las verdaderas causas: el saqueo de los recursos naturales. Ésta se limita solamente a ocuparse de las consecuencias de las guerras en vez de afrontar las causas de manera determinante y convincente. Del mismo modo deploramos que los sufrimientos y las vidas humanas truncadas por las guerras en la República Democrática del Congo no hayan suscitado la misma indignación y la misma condena que provocan cuando esto sucede en otros contextos. ¿Cómo explicar de otra forma el resurgimiento y la virulencia de las violencias que continúan siendo condenadas de palabra pero sin la toma de iniciativas eficaces para poner fin de una vez por todas a sus causas? ¿No compartimos todos la misma humanidad?
En un mundo donde se hace cada vez más evidente que formamos parte de una aldea global, serían necesarias acciones concertadas y globales para poner fin a las violencias perpetradas contra África a través del saqueo de sus recursos, para permitir finalmente a este Continente, en los comienzos del tercer milenio, vivir también el en paz y desarrollando la solidaridad con los demás.
A tal efecto, sugerimos que este Sínodo exhorte, antes que nada, a todos los cristianos, en el nombre de nuestra fe en Jesucristo que con su sacrificio supremo sobre la Cruz nos dio la verdadera medida de la dignidad de cada persona humana, y también a todos los hombres y las mujeres de buena voluntad, en nombre de nuestra humanidad común, a condenar y a denunciar públicamente a los artífices de las guerras y de las violencias en África. Si no seremos cómplices del mal hecho a nuestro hermano.
******
Monseñor Jorge Ferreira Da Costa Ortiga, arzobispo de Braga (Portugal), presidente de la Conferencia Episcopal
Portugal y Europa deben reinterpretar la aventura misionera asumiendo actitudes nuevas y comprometidas hacia la vida de los pueblos que evangelizan.
En pasado, con mayor o menor fidelidad, han dado a conocer a Jesucristo y su doctrina. Hoy tienen que seguir partiendo de las necesidades reales y concretas para ver a Cristo, haciendo lo que deben hacer a Cristo. (Instrumentum laboris 35)
Ir al encuentro de Cristo en los necesitados a través de una dedicación total debe tener una dimensión universal que no permite ser parciales con las personas ni siquiera por motivos religiosos.
Partir es sinónimo de valor y no admite el cansancio. Solo así la civilización del amor podrá concretarse.
Si Europa debe ir al encuentro de las necesidades, entonces las comunidades locales deben organizarse eliminando el exceso de burocracia para llegar así en especial a quienes no tienen voz para pedir.
Dar es importante, darse a través del voluntariado con una preparación permite que los pueblos consigan construir su propia felicidad.
Tal vez ha llegado la hora de una auténtica hermandad entre las comunidades o las diócesis compartiendo entre ellas los bienes materiales y las personas que ofrecen su disponibilidad para servir en la escuela, en el campo sanitario, etc.
Europa debe volver a África no solamente para llevar el conocimiento de Cristo sino para encontrarse con Él en todos los pueblos y en la lógica de las Bienaventuranzas y de la descripción del Juicio Final.
“Porque tuve hambre , y me disteis de comer... cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo” (Mt. 25, 35 .45)
******
Monseñor Angelo Aamato, arzobispo titular de Sila, Prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos
Desde el inicio del Cristianismo, África ha sido una tierra de santos, desde el gran Doctor Agustín hasta los mártires ugandeses Carlos Lwanga, Matías Maulumba Kalemba y compañía, y a la extraordinaria figura de la sudanesa Sta. Josefina Bakhita, canonizada en 2000. Todavía hoy, son 22 las naciones con 44 procesos de beatificación y canonización, que se refieren a 13 Beatos, 4 Venerables y 27 Siervos de Dios. Están representadas todas las categorías de fieles: el Siervo de Dios Alfredo Simón Diban Ki-Zerbo, de Burkina-Faso, es un catequista y padre de familia; la Sierva de Dios Eulalia María Gabriel Mokhosi, de Lesotho, es una madre de familia; El Siervo de Dios Julius Kambarage Nyerere, de Tanzania, es un laico conocido en todo el mundo como un gran literato y político; la Beata Clementina Anouarite Nengapeta, del Congo, es una monja mártir; el Siervo de Dios Simón Mpeke (papá Simón), de Camerún, es un sacerdote; el Beato Cipriano (Michael Iwene Tansi), de Nigeria, es un Cisterciense. Y está en curso en el Congo la investigación sobre el presunto martirio del Siervo de Dios Emilio Biayenda, Cardenal de la Santa Iglesia Romana, Arzobispo de Brazzaville.
Pero son muchísimos en África los heroicos testigos de la fe. Es tarea de los Obispos promover la santificación de sacerdotes y fieles, pero también el discernimiento y la valorización del ejercicio heroico de las virtudes cristianas de los bautizados de sus diócesis. Los santos son el verdadero tesoro de las Iglesias locales. Ellos tienen, en efecto, una triple tarea: de evangelización, porque demuestran la belleza y la posibilidad existencial del Evangelio de Jesús; de inculturación, porque muestran no con teorías de laboratorio, sino con su existencia, que el Evangelio puede arraigar en todas las culturas y transformarlas para mejor y de reconciliación, porque como testigos heroicos de la caridad de Cristo, traen el perdón, la paz y la justicia a la comunidad.
******
Monseñor Peter Martin Musikuwa, obispo de Chikwawa (Malawi)
El artículo número 14 del Instrumentum Laboris explica que: “Los Pastores de África, en unión el Obispo de Roma, quien preside la comunión universal de la caridad, consideran que se debe profundizar más sobre los problemas ya identificados durante la anterior Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos y tomados de la Exhortación Apostólica Post-sinodal Ecclesia in África”. La Conferencia Episcopal de Malawi siente que una área que forma parte de esta continua dinámica es la familia.
Con respecto a esto, el artículo número 20 del Instrumentum Laboris nos dice que “la creatividad es necesaria para responder a las necesidades espirituales y morales de la familia”.
Siendo “Iglesias domésticas”, lugares de perdón, de reconciliación y paz, la mayor parte de las familias africanas no gozan de total armonía, ya que deben afrontar muchos desafíos como los problemas relacionados con el HIV/SIDA, la globalización multicultural (Instrumentum Laboris n. 72), el deterioro del valor cultural del matrimonio, la influencia política y la falta de modelos de conducta. Falta el verdadero amor y la reconciliación. Aún se siente la necesidad de un seguimiento pastoral de calidad, una continua catequesis del matrimonio y de la vida de familia.
Todo ello se puede hacer a varios niveles: Conferencias Episcopales, Diócesis y Parroquias.
Además, los movimientos o asociaciones cristianas, tales como movimientos de familia, encuentros matrimoniales cristianos, que pueden ser de gran ayuda. Dichos movimientos o asociaciones, ayudan a los esposos a entender mejor la naturaleza y la esencia de la vocación matrimonial.
También permiten profundizar en el amor marital y la fidelidad en la familia. Le dan esperanza y ánimos especialmente a las familias que están pasando por dificultades.
******
Monseñor Barry Alexander Anthony Wood, obispo titular de Babra, Obispo auxiliar de Durban (Sudáfrica)
Pienso que sería beneficioso para mis hermanas y hermanos en el Sínodo, concentrarse en una iniciativa de la Conferencia Episcopal Católica de Sudáfrica (SADBC) que tomamos después de nuestras primeras elecciones democráticas en 1994. Fue la creación de una Oficina de Relaciones Católicas Parlamentarias (CPLO).
El propósito de esta Oficina es hacer exactamente lo que su nombre indica, es decir, relacionarse con el Parlamento. A pesar de que Sudáfrica es católica sólo en un 9%, de los 440 miembros del Parlamento un 22% son católicos. De todos modos, y éste es un punto importante, la Oficina se relaciona, realiza investigaciones y prepara informes para TODOS los Parlamentarios, independientemente de su orientación religiosa o política.
Tenemos un cierto número de investigadores a tiempo completo que realizan exhaustivas investigaciones en todos los aspectos sobre la legislación procedente del Parlamento. Hacemos esto con un sistema basado en el Evangelio y extraído de la Enseñanza Católica Social. Los Parlamentarios nunca tienen ni los recursos ni el tiempo para hacer ellos mismos una investigación minuciosa de cada argumento dado. Por ello estos informes son muy apreciados por la mayoría.
Damos además opiniones católicas, verbales y escritas, sobre la próxima legislación a nivel de los Comités parlamentarios seleccionados. Estos papeles se ponen a disposición de un amplio público puesto que son perspicaces reflexiones y comentarios sobre dicha legislación.
Esto crea una conciencia, al mismo tiempo nacional e internacional en una extensa comunidad, acerca de los asuntos políticos públicos y la respuesta de la Iglesia Católica.
El impacto de la CPLO, ha tenido una enorme influencia en el Parlamento durante los últimos doce años, y dicha influencia continúa creciendo. El contacto social informal con los Parlamentarios es otro importante aspecto del trabajo.
Los Parlamentarios son invitados frecuentemente a las actividades sociales organizadas por la Iglesia, simplemente para reconocer su presencia y darles las gracias.
La Oficina de Relaciones Católicas Parlamentarias, como base regular, organiza discusiones sobre asuntos clave de interés público, como la situación en Zimbabue hoy, o la nueva legislación que atañe a los Derechos de la Infancia. Oradores bien conocidos de todo el espectro político y de los círculos de la Iglesia, son invitados, y estos debates públicos atraen una amplia audiencia.
La Oficina, cada dos años, organiza entrenamientos para gente de otros países enviados por sus propias Conferencias Episcopales. Hasta la fecha, Zimbabue, Etiopía, la R.D. del Congo o Sierra Leona, por mencionar sólo algunos, se han beneficiado de estos programas de entrenamiento.
La Conferencia Episcopal de Sudáfrica quiere aprobar la sugerencia del Arzobispo Berhaneyesus Souraphiel (Addis Abeba) de que una representación permanente Católica sea designada en la Unión Africana, con estatus de simple observador.
******
Monseñor Buti Joseph Tlhagale, arzobispo de Johannesburgo (Sudáfrica), presidente de la Conferencia Episcopal
En el Instrumentum Laboris, el tema de la inculturación apenas se toca. Y sin embargo, Ecclesia in Africa afirma categóricamente que la inculturación es la condición sine qua non para la obra de evangelización. Sin la inculturación no hay una genuina evangelización ni una genuina reconciliación. Después de todo “el Evangelio está radicado en el terreno humano de la cultura” (Instrumentum Laboris 73).
Los valores morales arraigados en las distintas culturas africanas, junto a los valores del Evangelio, hoy se ven amenazados por la nueva ética global que de forma agresiva trata de persuadir a los gobiernos y comunidades africanas para que acepten las nuevas interpretaciones de los conceptos de familia, de matrimonio y de sexualidad humana (como se ha señalado en la presentación del Cardenal Turkson). Las culturas de África están bajo el fuerte influjo del liberalismo, de la secularidad y de las personas pertenecientes a grupos de presión ante las Naciones Unidas. África enfrenta una segunda oleada de colonización que es al mismo tiempo sutil y despiadada.
El reto más complejo al que se enfrenta actualmente la Iglesia en África no es la falta de análisis, la falta de comprensión de los problemas y de la relación entre ellos. El reto es la falta de voluntad colectiva (política) para aplicar las resoluciones tomadas; para encontrar soluciones viables ante los desafíos que enfrentan a las sociedades, o para responder a losincómodos retos de los líderes.
Debemos hacernos una pregunta urgente: ¿A quién le rinden cuentas nuestras asociaciones regionales y continentales? ¿Cuáles son los objetivos de estas asociaciones además de expresar la compasión, la solidariedad y la colegialidad? Sus miembros prestan formalmente un servicio a las conferencias regionales y continentales. Pero no se pagan las cuotas. ¿Cómo podemos entonces aplicar las resoluciones cuando nosotros mismos saboteamos a nuestras propias organizaciones, frustramos al personal y desmoralizamos a los miembros directivos, en vez de orientarlos y ayudarlos y de establecer y revisar colegialmente nuestros objetivos? Si las resoluciones del Sínodo se van a aplicar, nuestras conferencias nacionales, regionales y continentales deberán asumirse la responsabilidad.
En segundo lugar, nuestra jerarquía parece trabajar sola en estos temas que afectan a todo el continente. Los laicos, en virtud de su bautismo, tienen un papel significativo que desempeñar. A ellos les corresponde dar testimonio en la plaza pública, en sus familias y en el puesto de trabajo. Pero su voz cristiana, ante los numerosos retos de África, es débil, apagada o sencillamente muda.
La jerarquía no tiene aliados creíbles en el trabajo por la transformación de África. Los laicos católicos necesitan tener voz para poder pronunciarse y ser apreciados por su fe católica. La jerarquía no puede hacerlo todo sola.
******
Monseñor Valentin Masengo Nkinda, obispo de Kabinda (República Democrática del Congo)
La Iglesia Católica en África inspira admiración y respeto incluso a quienes no comparten sus enseñanzas, gracias a la naturaleza y a la estabilidad de sus estructuras, que reflejan su naturaleza de comunión. El espíritu de comunión le ha sido insuflado desde el principio por la acción misionera y perdura a pesar de algunas tendencias y fuerzas deconstructivas que hay que erradicar.
Si ciertos indicios de división procedentes del desorden de la ciudad se encuentran igualmente dentro del templo, ello es debido, entre otras cosas, a una mala comprensión y a la instrumentalización de las estructuras de la Iglesia en África por parte de algunos sujetos.Para erradicarlos, sugerimos que esta Asamblea Sinodal:
-Recuerde el respeto al espíritu y de las normas constitutivas de las estructuras de la Iglesia a todos los niveles;
-Recomiende evitar en la construcción de los grupos eclesiásticos, desde los más elementales a los más complejos (las CEV, parroquias, diócesis, regiones eclesiásticas, etc...), haciéndolas coincidir con los límites territoriales o lingüísticos tribales o étnicos, para que aparezca como evidente la esencia misma de la Iglesia como familia de Dios abierta a todos.
-Insista, para minimizar las tendencias tribalizantes o de las etnias, atendiendo a la formación de los fieles católicos, agentes pastorales, sacerdotes y religiosos, para que se impregnen del espíritu subyacente a las estructuras de diálogo y de participación de la Iglesia;
-Ponga un acento particular en la formación sociopolítica de los dirigentes laicos en la línea de la enseñanza social de la Iglesia, para afirmarlos en la fe católica para permitirles actuar en política y en la ciudad como artífices de comunión y unidad.
-Asigne una importancia de talla a la elección de formadores en las casas de formación sacerdotal, religioso, los Institutos superiores de ciencias religiosas, las Universidades católicas y eclesiásticas, para lograr inspirar dicho espíritu de comunión más allá de toda distinción étnica o tribal.
-Repita que en las provisiones canónicas a todas las escalas, se nombre a las personas sin dejarse condicionar por su pertenencia étnica o tribal.-En las Escuelas católicas y en los movimientos de Acción católica, contratar maestros y formadores imbuídos del espíritu eclesial en la intención de asegurar a los jóvenes una visión tlinesana y de comunión de la Iglesia como familia de los hijos de Dios.
******
Monseñor John Olorunfemi Onaiyekan, arzobispo de Abuja (Nigeria)
Durante la santa misa de la solemne inauguración de esta Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para África, el Santo Padre Benedicto XVI llamó la atención sobre el “profundo sentido de Dios” que poseen los pueblos africanos, y ha declarado que África representa un inmenso “pulmón” espiritual para la humanidad”. Esto está en sintonía con la enseñanza del Siervo de Dios, el Papa Juan Pablo II, en la Ecclesia in África (cfr nºs 7,57 y 67).
Este terreno espiritual se ha mostrado fértil al mensaje del Evangelio. Pero lo mismo ha sucedido con el Islam. Por tanto, nuestro continente se ha convertido en la patria de ambas religiones monoteístas, un hecho que hemos de reconocer y con el que hemos de convivir en el futuro.
“Ecclesia in Africa” ha realizado un llamamiento al diálogo sistemático con el Islam. A pesar de las numerosas dificultades en diversos lugares, el camino del diálogo se ha demostrado el mejor camino. Hemos aprendido algunas lecciones en los últimos quince años. Hemos hecho progresos en nuestra recurso al sentimiento general, compartido por musulmanes y católicos en África, de pertenecer a las mismas familias, comunidades y naciones. Hemos aprendido a unir nuestros esfuerzos para afrontar los desafíos comunes, basándonos en los valores morales y espirituales que compartimos, y que descubrimos, a veces con grata sorpresa, cada vez que abrimos recíprocamente nuestros corazones y nuestras mentes.
Mi llamamiento y firme propuesta es que este Sínodo desafíe a toda la Iglesia africana a acercarse a toda la comunidad islámica de África, desde las bases locales hasta el nivel continental.
Pero esto no sucederá por casualidad. Se ha de programar, y en este sentido se han de construir unas estructuras adecuadas, como los Concilios interreligiosos. La buena noticia es que ya se está haciendo mucho en esta dirección, pero hay que apoyarlo y extenderlo. No podemos combatir la batalla por la reconciliación, la justicia y la paz en África nosotros solos, como Iglesia católica.
Debemos unirnos con otras fuerzas espirituales de nuestro continente, para liberar a nuestro pueblo de los vínculos que nos hemos autoimpuesto, para gloria de Dios, omnipotente y misericordioso Padre de todos.
******
Cardenal Paul Josef Cordes, presidente del Pontificio Consejo "Cor Unum" (Ciudad del Vaticano)
Muchos cristianos trabajan hoy para hacer frente a la miseria de los hombres en África. Recientemente, una conocida exponente política alemana que no pertenece a ningún partido cristiano, decía : el compromiso de la Iglesia resulta ser la mitad de cuanto se realiza en favor de ese continente. Así los cristianos favorecen también la paz, a menudo quebrantada con motivo de la miseria material.
El segundo concepto de este Sínodo es la “justicia”. Para ponerla en práctica, la Iglesia no cesa de levantar su voz. La reciente Encíclica “Caritas in veritate” afirma: “la justicia es la primera vía de la caridad”(6). Por lo tanto, la justicia tiene su dimensión terrestre; pero no es simplemente el fruto del empeño humano ni menos aún de las perspicacias políticas. El relator general, el Card. Turkson, nos ha explicado muy bien que: vista con los ojos de la fe, la justicia es la rectitud ante Dios - tarea del compromiso humano y, al mismo tiempo, regalo gratuito de Cristo Salvador.
Aquí la justicia toca el tercer concepto de las reflexiones aconsejadas, la “reconciliación”. También ésta comienza en el corazón del hombre. En el corazón, pues, tiene que arraigarse el punto focal de nuestras consultas.
Por eso, hay que consolidar el trabajo apostólico de las órdenes misioneras, o también de los nuevos movimientos, cuyo compromiso en África admiramos y acompañamos siempre desde nuestro Dicasterio Cor Unum.
Estos grupos unen la ayuda material contra la miseria con el anuncio del Evangelio. Su antropología no desliga en el hombre las necesidades corporales de las espirituales, a las que parece que haya que responder de manera distinta. Cor Unum hace todo lo posible para que no se impongan falsos modelos al homo africanus, de manera que mediante la colaboración se recupere una sana visión unitaria del hombre, prevista por la naturaleza y la revelación.
******
Monseñor Cornelius Fontem Esua, arzobispo de Bamenda (Camerún)
En muchos de nuestros países nos alegramos de ver que nuestra población cristiana está creciendo. La liturgia se celebra con gozo y cuenta con una activa participación. Por otra parte, nos entristece el hecho de que existan tensiones y conflictos, no sólo en la sociedad en general, sino también en nuestras comunidades cristianas. No es insólito que los autores de actos de injusticia social, soborno y corrupción sean cristianos. Existen prejuicios familiares y tribales que vienen de lejos, que a menudo son causa de conflictos que se transmiten de una generación a otra, sin ninguna intención de llegar al perdón mutuo y a la reconciliación. Sin embargo, muchas de estas personas pueden ser consideradas fervientes cristianos practicantes que se esfuerzan honestamente por ser buenos. La reconciliación, la justicia y la paz son obras de la gracia de Dios, que nos llega mediante la Palabra de Dios y los sacramentos, sobre todo la Confesión y la Eucaristía. Son, pues, necesarias dos cosas:
1) Una celebración más habitual del sacramento de la Confesión y de la Eucaristía, que son los sacramentos de salvación, comunión y servicio; 2) Una proclamación más profética de la Palabra de Dios, siempre y en todo lugar.
Está disminuyendo el número de cristianos, especialmente jóvenes, que se acercan al sacramento de la Confesión y, cuando lo hacen, no les toca profundamente. Se trata más bien de un acto ritual, como las ceremonias tradicionales de reconciliación y purificación. Los que participan en ellas, aunque exteriormente se hayan reconciliado, siguen guardando sentimientos de odio y de rencor que pueden desencadenar la venganza en cuanto se presentara la ocasión.
Una celebración más frecuente y comunitaria del sacramento de la Confesión según el nuevo rito publicado hace algunos años, que hace ampliamente referencia a la Palabra de Dios, podría hacer resaltar la dimensión social del pecado y sus consecuencias, y subrayar el hecho de que la reconciliación no es simplemente un asunto privado con Dios, sino que implica también la reconciliación con el otro; restablece la paz y la armonía en la comunidad y exige el cumplimiento de las obligaciones sociales y la práctica de la justicia. Dicha celebración invita a toda la comunidad a alegrarse, como se lee en la parábola del hijo pródigo.
Necesitamos sacerdotes más disponibles para administrar el sacramento de la Confesión, siguiendo el ejemplo del Cura de Ars, y que lo administren de manera significativa, con un tacto personal acompañado de un consejo espiritual basado en la Palabra de Dios.
******
Monseñor Philippe Ouédraogo, arzobispo de Ouagadougou (Burkina Faso)
El pensamiento liberal y neoliberal, fuerte por su poder económico y por sus numerosos medios, pretende hacernos creer que las comunidades humanas y religiosas no tienen nada que decir sobre los comportamientos de los individuos, en nombre de un “libertinaje” y de un relativismo moral”.
Nuestras comunidades humanas y religiosas africanas, en su conjunto, rechazan las prácticas legalmente codificadas en numerosos países de Occidente, cristianos en el pasado, como el aborto, la práctica homosexual, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la eutanasia,... Y aprecian, por el contrario, los valores de la familia y de la vida.
Los medios de comunicación social hacen de todo el mundo una sola aldea. Cada vez más, algunas radios y televisiones, algunas páginas de internet, todos controlados por el poder y por los intereses económicos, difunden deliberadamente programas que tratan claramente de imponer el pensamiento único de Occidente. El alboroto mediático que se levantó durante el viaje del Santo Padre a Camerún y a Angola, el pasado mes de mayo, constituye un ejemplo patético de ello. Programas dirigidos a los oyentes francófonos, tanto africanos como europeos, intentaban hacer creer que sacerdotes, religiosos y religiosas africanos, o en misión en Roma o en otras partes de Europa, vivían de la mendicidad y de la prostitución, abandonados por el Vaticano y por sus congregaciones religiosas. ¿Era necesario todo esto para mostrar su desacuerdo con el Santo Padre? Evidentemente, una coalición trataba de alcanzar un objetivo claro, pero inconfesable, tratando de distraer a los africanos para así impedirles escuchar las palabras del Santo Padre sobre las cuestiones de la injusticia, la violencia y sus causas.
Los africanos no usarían nunca la violencia para combatir este imperialismo y tiranía del pensamiento único. Sin embargo, nosotros les pedimos un poco de moderación y de cautela, de respeto y de tolerancia y, sobre todo, de honestidad intelectual a la hora de expresar sus ideas, que no ayudan a la dignidad humana y podrían crear sufrimientos intolerables y comportamientos hostiles, e incluso odio entre los pueblos.
******
Damian Weber, Superior General de los Misioneros de Mariannhill (Unión de los Superiores Generales)
En cuanto miembro de un Instituto de Vida Consagrada, un individuo acepta ser consagrado a Jesucristo porque acepta abrazar Su misión y Su visión. Ambas se expresan con bellas palabras en el Evangelio de Lucas (4, 18-21). Si a éste, añadimos lo que dice Juan (20, 21) cuando Jesús expresa: “Como el Padre me envió, también yo os envío”, podemos afirmar que una persona consagrada prosigue la misión de Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Actualmente, en África, esto puede significar ir a sanar las heridas del mondo, non quitar o huir en la comodidad del consumismo y del poder.
En este contexto los consejos evangélicos podrían representar un modelo de vida cuyo significado podría significar la solidaridad voluntaria con las víctimas de la injusticia y de la represión, una identificación con quienes sufren material y socialmente. Ello podría representar la solidaridad con los que son objeto de discriminación y explotación sexual, así también, la solidaridad con los que, oprimidos por vínculos sociales y políticos, no pueden decidir su proprio destino.
Sabemos que uno de las necesidades fundamentales de cada individuo es aprender a experimentar el hecho que “me respetan y soy acogido por Dios por lo que soy”. Ya que Dios no habla directamente con cada uno, el individuo debe saber escuchar este concepto de los otros y en esto observo la función crucial de la vida de la comunidad.
Ello exige la experiencia de la reconciliación antes de predicarla y antes de llevarla al mundo entre quienes, alrededor nuestro, tienen necesidad.
Es necesario que las comunidades de vida consagrada y la misma Iglesia favorezcan dicha reconciliación con Dios y entre las personas. Antes que nada, se necesita vivir en nuestras propias casas la salvación que Dios nos ofrece y la justicia del compromiso incondicional con Dios en relación de cada persona. Por lo tanto, la Iglesia y sus comunidades serán testigos vivos e instrumentos fructíferos de Jesucristo y de la reconciliación, de la justicia y de la paz, los cuales son, al final, dones de Su espíritu.