10/21/09

Intervenciones “in scriptis” del Sínodo

S. E. R. Mons. Fortunato BALDELLI, Arzobispo titular de Bevagna, Penitenciario Mayor (CIUDAD DEL VATICANO)
Agradezco a Dios por la experiencia de Iglesia que estamos viviendo en estos días del Sínodo, providencialmente convocado por el Santo Padre en respuesta a un pedido del episcopado africano.
En la Asamblea sinodal se reflejan las ansias y las esperanzas, los problemas y las expectativas de los pueblos de África y, de alguna manera, de los pueblos de la Tierra. Es la primera vez que tengo el honor de participar de un encuentro eclesial de tanta importancia.
Aún en medio de la gran diversidad de situaciones y contextos sociales, políticos y económicos, la Iglesia de Dios que está en África, está mostrando ser cada vez más consciente de su identidad peculiar y de su vocación en este delicado momento histórico del Planeta. Como sugiere el tema que guía este Sínodo, la Iglesia africana, en sus varias articulaciones, está tomando clara conciencia de su papel insustituible en la promoción de la reconciliación, la justicia y la paz. La difícil situación internacional, las dificultades internas del Continente, los conflictos raciales, religiosos y políticos, las emergencias sanitarias y alimentarias, con todo su dramatismo, interpelan a la Iglesia en primera persona y nos piden a nosotros los Cristianos, valor y compromiso, dar testimonio y compartir.
El itinerario de la reconciliación, la justicia y la paz es largo y delicado: exige paciencia, sabiduría y previdencia pero, sobre todo, exige que sea fundado sobre la roca de la fe, exige ponerse las alas de la esperanza y dejarse llevar por la secreta energía de la caridad. La paz será fruto de la justicia y la justicia se cumple sustentando las razones de los últimos y de los pobres. No habrá reconciliación verdadera y duradera si no se habrán sanado las raíces, a veces seculares, de los conflictos y de las injusticias, si no se habrán sanado las relaciones entre los grupos y entre las etnias, si no se habrán regenerado los corazones de las personas. La Iglesia en África está llamada a manifestar su naturaleza de comunidad reconciliada y reconciliante “para contribuir a curar las heridas de sociedades laceradas por la experiencia de violencia, conflicto y guerra” (Instrumentum laboris n. 86).
En el Instrumentum laboris se indican, muy oportunamente, los medios sobrenaturales que el Señor ofrece a sus hijos en este camino fatigador pero apasionante: la presencia vivificante de Cristo, la Palabra de Dios y los sacramentos. Querría subrayar lo que se dice en el número 86 sobre el sacramento de la Reconciliación: “Fiel a su ministerio de reconciliación del hombre con Dios y de los hombres entre sí, la Iglesia asegura a sus hijos e hijas el servicio del sacramento de la penitencia, la reconciliación y el perdón. A través de la práctica habitual de este sacramento, los cristianos testimonian que ellos mismos aprenden a mirar de frente sus vidas para confesar la experiencia de la misericordia y de la bondad de Dios hacia su miseria, su pecado, sus faltas de amor”.
Es tarea de los Pastores ayudar a los fieles a penetrar y vivir la realidad profunda del sacramento de la Reconciliación como momento significativo de su camino de conversión y como expresión personal de la misión reconciliante de la Iglesia. La obra de reconciliación pasa siempre a través del corazón del hombre, de cada hombre porque la paz es un don de Dios confiado a la responsabilidad de los hombres y sólo la gracia que sana de Cristo -por le ministerio de la Iglesia- puede regenerar el corazón de los fieles y hacerlos criaturas nuevas, artífices de paz, testimonios de la justicia. Los fieles deben ser educados para mirar con sinceridad sus propias vidas a la luz de la verdad, a abrirse con confianza a los sacerdotes, a celebrar frecuentemente el sacramento de la reconciliación, a llevar frutos de conversión con su vida reconciliada. Será importante también prestar atención a no crear confusión en la conciencia de los fieles con enseñanzas y opiniones divergentes, en la teología, en la predicación, en la catequesis, en la dirección espiritual, acerca de cuestiones graves y delicadas de la vida cristiana.
El cuidado del aspecto celebrativo, dando adecuada importancia a la Palabra de Dios proclamada y explicada y adaptando de modo oportuno el ritual a la mentalidad y la cultura de los diversos pueblos africanos, contribuirá a vivificar la práctica del sacramento y a impedir que se rebaje a un gesto formal y separado de la vida y el compromiso del Cristiano.
Con respecto a esto -como sugiere el Instrumentum laboris- puede resultar fructuoso desde el punto de vista catequético y pastoral, en circunstancias particulares tener celebraciones comunitarias del sacramento de la Reconciliación. La celebración comunitaria de la Reconciliación -se lee en la exhortación postsinodal Reconciliatio et Poenitentia- por su carácter comunitario y por la modalidad que la distingue, pone de relieve algunos aspectos de gran importancia: la Palabra de Dios escuchada en común tiene un efecto singular con respecto a su lectura individual, y subraya mejor el carácter eclesial de la conversión y de la reconciliación” (Reconciliatio et Poenitentia n. 32). La celebración comunitaria del sacramento de la reconciliación, según las normas establecidas por la Iglesia debe, sin embargo, encontrar su culmen en la confesión y absolución individuales de los penitentes y tampoco puede ofuscar de ningún modo la celebración individual del sacramento como momento de encuentro personal con la gracia de la conversión. La reconciliación de cada penitente individualmente constituye, de hecho, “constituye el único modo normal y ordinario de la celebración sacramental” (ibid.)
Los sacerdotes de modo particular deberán estar preparados, desde los años de su formación a celebrar personalmente y con frecuencia el sacramento de la reconciliación y, no obstante las múltiples incumbencias pastorales, deberán estar disponibles para acoger a los fieles deseosos de encontrarse sacramentalmente con la misericordia de Dios. En la formación de los sacerdotes, así como de los religiosos y religiosas se deberá, por lo tanto, poner gran atención en transmitir a los jóvenes la doctrina católica sobre el sacramento de la penitencia, mostrando las raíces bíblicas y patrísticas y vigilar para que en los seminarios y en las casas de formación estén a disposición confesores prudentes y fervorosos.
Creemos que será de gran ayuda para la Iglesia de África, en las responsabilidades que le esperan en el futuro, volver a proponer a los fieles la sana doctrina de la reconciliación como evento de gracia que surge de la reconciliación con Dios, que lleva a la reconciliación consigo mismo, que abre nuevos senderos de comunión con los hermanos y con las hermanas, quienesquiera que sean y que se extiende para abrazar en una renovada armonía con todo lo creado.