P. Antonio Rivero, L.C.
Domingo 2º del Tiempo Ordinario - Ciclo B
Doctor en Teología Espiritual, profesor en el Noviciado de la Legión de Cristo en Monterrey (México) y asistente del Centro Sacerdotal Logos en México y Centroamérica, para la formación de sacerdotes diocesanos
Idea principal: ¿A quién buscáis? Es la pregunta fundamental de nuestra vida que nos hace Cristo. Y hasta que no la respondamos, no seremos plenamente felices ni convenceremos a los demás.
Síntesis del mensaje: “¿A quién buscáis?” son las primeras palabras de Cristo en el evangelio de san Juan; quiere averiguar la recta intención de estos primeros seguidores. El joven Samuel en la primera lectura también buscaba a Dios, por eso le servía feliz en el templo día y noche a las órdenes del sacerdote Elí. San Pablo nos recuerda en la segunda lectura que quien busca y encuentra al Señor tiene que llevar una vida digna, porque somos del Señor y nuestro cuerpo se convierte en templo del Espíritu.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, tres veces en su vida hizo Jesús la misma pregunta: “¿A quién buscas?”. La de hoy, al inicio de su ministerio apostólico, a éstos que serían sus primeros discípulos. La última noche de su vida mortal se la hizo a la policía que le detuvo en el huerto de Getsemaní (Jn 18, 4-5). Y a María Magdalena, la mañana de Pascua (Jn 20, 15-16). Y cuando Jesús hace esa pregunta es porque nos ve hambrientos de felicidad, de sentido, de orientación, de armonía interior. Y cuando Jesús hace esa pregunta es para decirnos que la iniciativa parte siempre de Él y que espera una respuesta libre, consciente, amorosa y sincera. Y Jesús hace esa pregunta cuando y donde Él quiere: en nuestro trabajo, en la facultad, en el noviazgo, en el seminario, en el sacerdocio, en medio de la tormenta de una crisis o de la calma, en un momento de oración o de retiro, en la niñez, en la adolescencia, en la juventud o en la edad madura o en la vejez. Y Jesús hace esa pregunta con grande esperanza, sí, pero también con sumo respeto, sin atosigar a nadie, sin obligar a nadie.
En segundo lugar, esta pregunta “¿A quién buscas?”, pide y exige una respuesta como la de los primeros apóstoles. Respuesta que es seguimiento de Jesús: ya sea para una vida cristiana comprometida en el matrimonio y educación de los hijos, o en la política; ya sea también en una vida totalmente entregada con alegría en cuerpo y alma a Cristo en la Iglesia como consagrada, misionero o sacerdote. Estos primeros seguidores de Cristo buscaban primero a un Jesús maestro (Rabbí) para que les enseñara el camino recto; y después descubrieron también al Jesús Señor y Salvador. Es el momento de preguntarnos: ¿ya hemos escuchado también nosotros esta pregunta “¿A quién buscáis?”… en momentos de oración, de silencio contemplativo, de desierto del alma, de fracasos aparentes, de éxitos retumbantes, de enfermedad incurable? Si todavía no lo hemos escuchado es porque tal vez estemos muy absortos y atareados en nuestras redes y pesca, o estamos aturdidos por el ruido de las monedas en nuestras bolsas de valores y en nuestro telonio, o sesteando perezosamente debajo de la higuera, con los ojos cerrados por la soberbia y los oídos obstruidos por la sensualidad; o tal vez, haciéndonos castillos en el aire con sueños de grandeza, ambición, carrerismo.
Finalmente, y después de habernos encontrado con Cristo, tenemos que transmitir esa experiencia a los demás, como hicieron los primeros discípulos: “Hemos encontrado al Mesías”. No olvidemos, el cristianismo crece no por proselitismo sino por atracción y testimonio de la propia vida por haber encontrado a Cristo. Que todos nos vean alegres, felices, contentos, porque seguimos a Cristo. Si el Papa Francisco nos dijo a los religiosos en la carta apostólica con la que inauguraba el año de la vida consagrada –primer domingo de Adviento 2014-: “Donde hay religiosos hay alegría”, yo me atrevo a parafrasearlo diciendo: “Donde hay un cristiano que se ha encontrado con Cristo, hay alegría y contagio”.
Para reflexionar: ¿Sigo a Cristo por Él mismo o por ventajas temporales? ¿Qué espero de Jesús: felicidad terrena o vida eterna? ¿Mi vida como seguidor de Cristo es coherente y alegre, y por eso atraigo a otros para Cristo?
Para rezar: Que todos los días en nuestra oración, Señor, podamos escuchar tu pregunta: “¿A quién buscas?”. Y que nuestra respuesta sea: Señor y Maestro, muéstranos tu rostro y seremos salvos. Señor, lo que realmente buscamos es contemplar tu rostro cara a cara en el cielo, pues mientras estamos en este mundo te vemos por la espalda, por la fe, en la oscuridad.