Rafael Mine
En octubre de 1967, san Josemaría Escrivá pronunció en el campus de la Universidad de Navarra una homilía histórica
El historiador Santiago de Pablo ha analizado el contexto, y el teólogo Pedro Rodríguez su riqueza teológica.
El 8 de octubre de 1967, cuando san Josemaría pronunció una conocida homilía en el campus de la Universidad de la Navarra ante miles de personas, publicada luego con el título Amar al mundo apasionadamente, “faltaban pocos meses para que comenzara un año clave en la historia del mundo contemporáneo. En efecto, 1968 se ha convertido en símbolo de cambio, de una revolución juvenil que pretendió ser política, pero que finalmente tuvo sobre todo impacto cultural”.
Así escribe Santiago de Pablo, profesor en la Facultad de Letras de la Universidad del País Vasco, que ha estudiado el contexto histórico de aquellas palabras en Scripta Theologica, tras 50 años de haber sido pronunciadas, con motivo de la II Asamblea de Amigos de la Universidad de Navarra. En las mismas fechas, san Josemaría concedió una entrevista a Gaceta universitaria, realizada por Andrés Garrigó. En esos años, la universidad en España “actuaba como catalizador de las ansias de libertad cada vez más presentes en la sociedad”, asegura De Pablo.
Riqueza teológica
El teólogo Pedro Rodríguez, primer director de la revista Palabra en su fundación (1965), y años más tarde decano de la Facultad de Teología (1992-1998), se ha referido a la “riqueza teológica” de ese texto, en el que estudiosos del pensamiento y la doctrina de san Josemaría parecen “encontrar, de manera especialmente sintética y compendiada, los aspectos más centrales del mensaje espiritual del Fundador del Opus Dei”.
Se refiere el teólogo a las siguientes tesis, en línea ascendente: 1) “la vida ordinaria en medio del mundo −de este mundo, no de otro− es el verdadero ‘lugar’ de la existencia secular cristiana”; 2) “las situaciones que parecen más vulgares, arrancando desde la materia misma, son metafísica y teológicamente valiosas: son el medio y la ocasión de nuestro encuentro continuo con el Señor”; y 3) “no hay dos vidas, una para la relación con Dios; otra, distinta y separada, para la realidad secular”; sino “una única vida, hecha de carne y espíritu, y ésa es la que tiene que ser −en el alma y en el cuerpo− santa y llena de Dios”, en palabras de la homilía de san Josemaría.
Las tesis desembocan en “la cumbre: vivir santamente la vida ordinaria”, que Pedro Rodriguez sintetiza en Scripta Theologica de esta manera: “Describo la estructura de la homilía como un proceso de avance hacia la cumbre del mensaje (la santificación del mundo, la santidad de la vida ordinaria), desde la que se contemplan, en el contexto del Concilio Vaticano II y de la crisis postconciliar, los aspectos principales de la vida secular santificada”.
La frase textual de san Josemaría fue la siguiente: “En la línea del horizonte, hijos míos, parecen unirse el cielo y la tierra. Pero no, donde de verdad se juntan es en vuestros corazones, cuando vivís santamente la vida ordinaria…”.
El prof. José Luis Illanes, decano de la Facultad de Teología de 1980 a 1992, y director del Instituto Histórico san Josemaría Escrivá de Balaguer, ha señalado que esta homilía de 1967 abre la puerta a un género, el homilético, al que san Josemaría dedicó buena parte de su tiempo desde 1968 hasta su muerte. Fruto de esa labor fueron las 36 homilías que integran dos de sus obras más conocidas: Es Cristo que pasa y Amigos de Dios.
Amigos, libertad
El profesor De Pablo explica en su artículo varias dificultades que tuvo que afrontar la Universidad de Navarra. Quizá por este motivo, san Josemaría agradeció en la homilía la ayuda que prestaba a la universidad su Asociación de Amigos, de la que forman parte “personas de otras partes del mundo, incluyendo católicos y no cristianos. El fundador de la Universidad expresó también su deseo de que el Estado español, tal y como sucedía en algunos otros países con centros semejantes, colaborara también de modo significativo con la Universidad, aliviando ‘las cargas de una tarea que no persigue provecho privado alguno’”.
De Pablo concluye: “Quienes le escuchaban en 1967, o quienes le lean ahora, se darán cuenta de que hablaba teniendo en cuenta esos acontecimientos, con el deseo de iluminarlos desde una valoración de la Universidad, que a su vez iba más allá de los problemas concretos de esa época”.