1/21/18

El corazón no se puede «photoshopear»


Palabras del Papa en la Plaza de Armas de Lima (Ángelus)



Queridos jóvenes: Me alegra poder reunirme con ustedes. Estos encuentros para mí son muy importantes y más en este año en el cual nos preparamos para el Sínodo sobre los jóvenes. Sus rostros, sus búsquedas, sus vidas, son importantes para la Iglesia y debemos darle la importancia que se merecen y tener la valentía que tuvieron muchos jóvenes de esta tierra que no se asustaron de amar y jugársela por Jesús.
¡Queridos amigos, cuántos ejemplos tienen ustedes! Pienso en san Martín de Porres. Nada le impidió a ese joven cumplir sus sueños, nada le impidió gastar su vida por los demás, nada le impidió amar y lo hizo porque había experimentado que el Señor lo había amado primero. Así como era: mulato, y teniendo que enfrentar muchas privaciones. A los ojos humanos, o de sus amigos, parecía que tenía todo para «perder» pero él supo hacer algo que sería el secreto de su vida: confiar. Confió en el Señor que lo amaba, ¿saben por qué? Porque el Señor había confiado primero en él; como confía en cada uno de ustedes y no se cansará nunca de confiar.
Me podrán decir: pero hay veces que se vuelve muy difícil. Los entiendo. En esos momentos pueden venir pensamientos negativos, sentir que hay muchas situaciones que se nos vienen encima y pareciera que nos vamos quedando «fuera del mundial»; pareciera que nos van ganando. Pero no es así, ¿verdad?
Hay momentos donde pueden sentir que se quedan sin poder realizar el deseo de sus vidas, de sus sueños. Todos hemos pasado situaciones así. Queridos amigos, en esos momentos donde parece que se apaga la fe no se olviden que Jesús está a su lado. ¡No se den por vencidos, no pierdan la esperanza! No se olviden de los santos que desde el cielo nos acompañan; acudan a ellos, recen y no se cansen de pedir su intercesión. Esos santos de ayer pero también de hoy: esta tierra tiene muchos, porque es una tierra «ensantada». Busquen la ayuda, el consejo de personas que ustedes saben que son buenas para aconsejar porque sus rostros muestran alegría y paz. Déjense acompañar por ellas y así andar el camino de la vida.
Jesús quiere verlos en movimiento; quiere verte llevar adelante tus ideales, y que te animes a seguir sus instrucciones. Él los llevará por el camino de las bienaventuranzas, un camino nada fácil pero apasionante, un camino que no se puede recorrer sólo, sino en equipo, donde cada uno puede colaborar con lo mejor de sí. Jesús cuenta contigo como lo hizo hace mucho tiempo con santa Rosa de Lima, santo Toribio, san Juan Macías, san Francisco Solano y tantos otros. Hoy te pregunta a vos si, al igual que ellos, estás dispuesto a seguirlo. ¿Estás dispuesto a seguirlo? ¿A dejarte impulsar por su Espíritu para hacer presente su Reino de justicia y amor?
Hagamos un poco de silencio, cada uno que mire en su corazón como es su propia vida. Y vas a encontrar que por momentos hay cosas buenas y que por momentos no hay cosas tan buenas. (…) Y desde nuestro corazón decirle: ¡Gracias Jesús, gracias Jesús! Se lo decimos todos: ¡gracias Jesús!
Queridos amigos, el Señor los mira con esperanza, nunca se desanima de nosotros. Quizás nosotros sí podemos desanimarnos de nosotros mismos o de los demás.
Sé que es muy lindo ver las fotos arregladas digitalmente, pero eso sólo sirve para las fotos, no podemos hacerle «photoshop» a los demás, a la realidad, ni a nosotros. Los filtros de colores y la alta definición sólo van bien en los videos, pero nunca podemos aplicárselos a los amigos. Hay fotos que son muy lindas, pero están todas trucadas y déjenme decirles que el corazón no se puede «photoshopear», porque ahí es donde se juega el amor verdadero, ahí se juega la felicidad, y ahí mostrás lo que sos. ¿Cómo es tu corazón?
Jesús no quiere que te «maquillen» el corazón; Él te ama así como sos y tiene un sueño para realizar con cada uno de ustedes. No se olviden: Él no se desanima de nosotros. Y si ustedes se desaniman los invito a agarrar la Biblia y a acordarse y a leer ahí a los amigos que Jesús eligió, que Dios se eligió:
Moisés era tartamudo; Abrahán, un anciano; Jeremías, muy joven; Zaqueo un “petiso”, uno de baja estatura; los discípulos, cuando Jesús les decía que tenían que rezar, se dormían; la Magdalena una pecadora pública, Pablo, un perseguidor de cristianos; Pedro, lo negó… después lo hizo Papa, pero lo negó, y así podríamos seguir esta lista. ¿Qué excusa queremos poner?
Cuando Jesús nos mira, no piensa en lo perfecto somos, sino en todo el amor que tenemos en el corazón para brindar y servir a los demás. No te maquilles el corazón. (…) ¿Cuánto amor tengo yo en mi corazón? Esas respuestas quiero que las hagamos también a nuestra Madre.
Queridos jóvenes: En mi oración los pongo en manos de la Virgen. Tengan por seguro que Ella los acompañará en todos los momentos de su vida, en todas las encrucijadas de sus caminos, especialmente cuando tengan que tomar decisiones importantes; allí estará Ella, como buena Madre, impulsándolos, sosteniéndolos para que no se desanimen. ¡No se desanimen! Vayan adelante, todos juntos, porque la vida vale la pena vivirla con la frente alta! ¡Que Dios los bendiga!
Estamos aquí en la Plaza de Armas de Lima, pero el mundo es mucho más grande y está lleno de ciudades y de pueblos, y está lleno de problemas, y está lleno de guerras, y hoy me llegan noticias muy preocupantes desde la República Democrática del Congo. Desde esta plaza pide a las autoridades y a todos que pongan su máximo esfuerzo a fin de evitar toda forma de violencia y de buscar soluciones para conseguir el bien común. Ahora rezamos todos juntos en silencio por nuestros hermanos de la República Democrática del Congo.