1/28/18

“Jesús libera de toda esclavitud”

El Papa en el Ángelus
Entra en la Sinagoga de Cafarnaúm  el sábado, y comienza a enseñar. La gente se impresiona con sus palabras, porque no son palabras ordinarias, no se parecen a las que escuchan habitualmente. De hecho, los escribas enseñan pero sin tener una autoridad personal; se fundan en las tradición, en lo que Moisés y los profetas dijeron antes que ellos. Y Jesús enseña con autoridad. Jesús al contrario enseña como alguien que tiene autoridad, revelándose así como el Enviado de Dios, y no como un simple hombre que debe fundar sus enseñanzas en las tradiciones anteriores. Jesús tiene plena autoridad. Su doctrina es nueva: “Una nueva enseñanza dada con autoridad” (v.27)
Al mismo tiempo, Jesús se revela poderoso también en obras. En la Sinagoga de Cafarnaúm, hay un hombre poseído por un espíritu impuro que se manifiesta gritando estas palabras: “¿Qué quieres de nosotros Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé que eres el Santo de Dios!” (v. 24). El diablo dice una verdad: Jesús ha venido para vencer al diablo, para la pérdida del demonio, para vencerlo. Este espíritu inmundo conoce el poder de Jesús y proclama también su santidad. Jesús le reprende diciendo: “¡Cállate! Sal de él” (V.25). Estas pocas palabras de Jesús son suficientes para obtener la victoria sobre satanás  que sale de este hombre “sacudiéndolo y gritando fuerte” (v. 26).
Este hecho impresiona mucho a los presentes y todos quedan presos del temor y se preguntan: “¿qué significa esto? […..] Él ordena a los espíritus inmundos, y le obedecen” (v.27). El poder de Jesús confirma la autoridad de su enseñanza. Él no solo dice palabras sino que actúa. Manifiesta así el proyecto de Dios por las palabras y por el poder de sus obras. En efecto, en el Evangelio, vemos que Jesús, en su misión terrenal, revela el amor de Dios sea por la predicación sea por los innumerables gestos de atención y de ayuda a los enfermos, los necesitados, los niños, los pecadores.
Jesús es nuestro Maestro, poderoso en palabras y obras. Jesús nos comunica toda la luz que ilumina los caminos, a veces oscuros de nuestra existencia. Nos comunica también la fuerza necesaria para superar las dificultades, las pruebas, las tentaciones. ¡Pensemos en esta gran gracia que es para nosotros el hecho de haber conocido este Dios tan poderoso y tan bueno!. Un maestro y un amigo que nos indica el camino y que nos cuida, especialmente cuando lo necesitamos.
Que la Virgen María, mujer de la escucha, nos ayude a hacer silencio alrededor nuestro y en nosotros, para escuchar, en el fragor de los mensajes del mundo, la palabra que tiene más autoridad: la de su Hijo Jesús, que anuncia el sentido de nuestra existencia y nos libera de toda esclavitud, incluso la del Maligno.