Javier Echevarría Prelado del Opus Dei
(En la ordenación diaconal de 31 fieles de la Prelatura)
Queridísimos hijos míos que vais a recibir el diaconado.
Queridos hermanos y hermanas.
1. Acude a mi mente la inmensa felicidad
de san Josemaría con ocasión de estas ordenaciones, y de otras en todo
el mundo, y deseo que nos unamos también nosotros a su gozosa oración.
Por eso hemos escuchado de nuevo, con sólida fe y afectuosa gratitud,
las palabras del Señor al profeta Jeremías: Antes de plasmarte en el
seno materno, te conocí; antes de que salieras de las entrañas, te
consagré, te puse como profeta de las naciones ((Jr 1, 5).
Son revelaciones dirigidas a cada uno de nosotros, los cristianos,
porque Dios ha elegido antes de la creación del mundo, nos ha llamado a
configurarnos con Cristo en el Bautismo y a seguir sus huellas, también
como manifestación de correspondencia a su inmenso amor.
En el curso de los años, en la Prelatura
del Opus Dei, esta llamada universal a la santidad y al apostolado ha
sido una constante del trabajo de sus fieles, hombres y mujeres. Todos
formamos en la Iglesia un solo Cuerpo y un solo Espíritu −es san Pablo quien nos habla−, como habéis sido llamados a una sola esperanza: la de vuestra vocación (Ef 4 ,4).
En el celibato apostólico, en el
sacerdocio y en el matrimonio, los cristianos participamos de la misma y
única vocación, personalizada según el designio de Dios para cada uno
de nosotros; y todos estamos llamados igualmente a la santidad. Hoy,
además, quiero recordar que la ordenación diaconal de estos fieles de la
Prelatura −y, dentro de seis meses, la presbiteral− no modifica su
pertenencia al Opus Dei. Ciertamente, el Orden sagrado les confiere un
nuevo estado, mediante el carácter y la gracia del sacramento; pero la
llamada a identificarse con Jesucristo es, en el camino del Opus Dei, la
misma, tanto para los sacerdotes como para los laicos, quedando
inalterada, lógicamente, la diferencia entre el estado clerical y el
laical.
2. San Josemaría repitió sin cansarse
que los fieles de la Prelatura que reciben la ordenación no lo hacen con
la idea de que así podrán tender más eficazmente a la santidad. Son
perfectamente conscientes de que la vocación laical es plena y completa
en sí misma; es decir, es una senda bien precisa para alcanzar la
santidad cristiana, para servir a la Iglesia y a las almas.
Por eso, dirigiéndome ahora a vosotros,
que dentro de poco seréis diáconos, os recuerdo las recomendaciones del
Apóstol de los gentiles: que viváis una vida digna de la vocación a la que habéis sido llamados, con toda humildad y mansedumbre, con longanimidad (Ef
4, 2). En cada uno de vosotros, la caridad −alma de todas las demás
virtudes cristianas− adquiere la forma de caridad pastoral, ministerial.
Vuestros deberes específicos −la predicación de la palabra de Dios, la
administración de la Eucaristía y la participación en las ceremonias
litúrgicas, el servicio a los demás− han de constituir una dedicación
generosa y feliz a todos, en el Cuerpo místico de Cristo, que es la
Iglesia.
Os recomiendo el consejo del Papa
Francisco: «Leed y meditad asiduamente la Palabra del Señor para creer
lo que habéis leído, enseñar lo que habéis aprendido en la fe y vivir lo
que habéis enseñado» (Homilía, 26-IV-2015). Hacedlo con alegría. En
definitiva, como dice san Pablo, procurad tener siempre en el corazón el
propósito de conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz (Ef 4, 3).
3. No olvidéis nunca que a los ministros
sagrados se dirigen de modo especial las palabras de Jesús en el
Evangelio de la Misa que hemos leído: vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que os mando (Jn
15, 14). ¡Qué maravillosa es esta promesa divina, dirigida a todos y
dirigida a vosotros! Con su ayuda y la oración de tantas personas,
seréis dignos de esta amistad, cumpliendo la promesa de Jesús: os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca (Jn 15, 16).
Naturalmente, doy las gracias con
cercanía y afecto sincero a los padres y hermanos de los ordenandos, por
la parte importante que habéis tenido en la respuesta de vuestros hijos
a la llamada del Señor. Seguid rezando por ellos. Os lo pido también a
todos los que participáis en esta celebración.
Recurramos de modo especial a la
intercesión de la Virgen, en estas últimas semanas del Año de la
misericordia, para que suscite en la Iglesia muchas vocaciones
sacerdotales. Pidamos también que, en este año, muchísimas personas se
acerquen en todo el mundo al sacramento de la Confesión. Que, además,
nuestra Madre obtenga de su Hijo gracias abundantes para el Papa, para
el Cardenal Vicario de Roma, para los obispos, para todos los ministros
sagrados, en el cumplimiento de su ministerio, y para todos nosotros.
Asía sea.
Sea alabado Jesucristo.
* * *
Los diáconos proceden de 16 naciones
diferentes. Después de años de pertenencia a la Prelatura y de realizar
los estudios pertinentes, reciben ahora el diaconado y serán ordenados
sacerdotes el próximo 29 de abril.
Los nuevos diáconos son:
Alejandro Pardo Fernández (España), Etienne Montero Redondo (Bélgica), Andrés Echevarría Escribens (Perú), Giovanni Manfrini (Italia), Erwin See (Filipinas), Álvaro Ruiz Antón (España), Javier Ruiz Antón (España), Rafael Peró Baig (Líbano), Salvador Rego Bárcena (Canadá), Carlos Aníbal Valencia Ospina (Colombia), Diogo da Cunha e Lorena de Brito (Portugal), Francisco José Chapa Sancho (España), Luigi Vassallo (Italia), Pablo Rojo Mardones (España), Martin Mundia Gikonyo (Kenia), Álvaro René Villamar Rosales (Guatemala), Álvaro Javier Mira García (España), Alexander Vaz Serrano (España), Santiago Callejo Goena (España), Joseph Frederick Keefe (Estados Unidos), Daniele Guasconi (Italia), Francisco Javier Bordonaba Leiva (España), Phillip Joseph Elias (Australia), John Paul Watson (Australia), Rafael Alejandro Quintero Pérez (Venezuela), António Maria Braga Dias Alves Mendes (Portugal), Benjamín Goldenberg Ibáñez (Chile), Gerard Jiménez Clopés (España), Dante Parado Estepa Jr. (Filipinas), Adam Andrzej Sołomiewicz (Polonia) y Ricardo Guillermo Bazán Mogollón (Perú).