Antonio Rivero, L.C.
Textos: Sabiduría 11, 23-12, 2 Tes 1, 11-2, 2; Lc 19,
Textos: Sabiduría 11, 23-12, 2 Tes 1, 11-2, 2; Lc 19,
Idea principal: Dios nos toma la delantera siempre porque es misericordioso.
Síntesis del mensaje: Estamos acercándonos al final
del año litúrgico y también terminando el año de la misericordia. Nunca
más oportuno el mensaje consolador de este domingo: el perdón de Dios
que nos toma la delantera, o, como dice el Papa Francisco, “nos
primerea”. Ambas lecturas (1ª lectura y evangelio) nos animan a todos,
que somos pecadores y que tanto necesitamos de la misericordia de Dios, a
confiar en Él. “A todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida” (1ª lectura), “porque el Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad”
(Salmo). Dios, no sólo nos perdona, sino que quiere entrar y comer en
nuestra casa, -que es nuestra alma- como hizo con Zaqueo (evangelio).
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, ¿quién era Zaqueo? ¿Por
qué quería ver a Jesús? ¿Pura curiosidad? Zaqueo es una persona rica y
poderosa. Jefe de publicanos. Los publicanos eran considerados pecadores
por dos motivos. El primero era su falta de honradez: obligaban a la
gente a pagar más de lo debido en el cobro de las tasas, a fin de
obtener un beneficio. El segundo tenía su origen en que estaban al
servicio de una potencia pagana: cobraban las tasas por cuenta del
Imperio romano. Por eso la gente de bien nos les hablaba, no comía en
las casas de esos corruptos, ni los invitaba. Ese era Zaqueo, el
aduanero pagano, rico por cuenta ajena y, por definición, publicano,
hombre sin ley, sin entrañas y sin Dios. Impuro legal y contagioso.
Pero, ¿qué pasó? Jesús le tomó la delantera.
En segundo lugar, ¿cómo le trató Jesús? Jesús toma la delantera
y se autoinvita a la casa de Zaqueo porque sabía que ese hombre era
pecador, pues ha venido al mundo para eso, para salvar al perdido.
Atravesaba Jericó en olor de multitudes cuando, al pasar bajo una
higuera, levantó los ojos adonde la gente apuntaba con los suyos y
escuchó las risas, vio a un hombre encajado de bruces en la horquilla de
las ramas. Jesús miró para arriba, su mirada sacudió la encina o la
higuera y, con algunas hojas del caso, Zaqueo se cayó de maduro. Porque
si hay miradas divinas que fulminan al hombre, esta vez le tocó a Zaqueo
una de esas miradas. Y durante la comida, Jesús tocó definitivamente el
corazón de Zaqueo y se convierte, sacando unas conclusiones muy
concretas para reparar las injusticias que había cometido. Sí, Zaqueo
era digno de la misericordia y del perdón de Dios. No es nuestra
contrición lo que desencadena la misericordia de Dios sino, al revés, la
misericordia de Dios es lo que desencadena la contrición del hombre.
Luego viene la Iglesia que, con la absolución sacramental, atestigua la
verdad del perdón.
Finalmente, ¿cómo terminó Zaqueo? Cristo le tomó la delantera. Y ahora es la hora de Zaqueo que también le tomó la delantera
a Dios. En el momento del brindis, Zaqueo dijo: la mitad de lo que
tengo será para los pobres. ¿De qué le habrá hablado Jesús para que
salga con esas salidas? Apuesto que le habló del evangelio, que es cosa
de pobres y de las bienaventuranzas. Y Zaqueo terminó con el fraude, la
estafa y el robo. Y además, restituirá lo robado cuatro veces más. Qué
habrán pensado los rabinos que “beatificaban” cuando alguien restituía
el 1/5. El derecho romano mandaba devolver cuatro veces lo robado, pero
sólo tras sentencia judicial. El derecho judío mandaba devolver el doble
de lo robado (cf. Ex 22, 4.7) con al excepción de la famosa oveja
robada y, si sacrificaba, había que pagarle cuatro veces más (cf. Ex 21,
37 con 20, 1). Sólo así Jesús “se hospedó” en su “casa”, es decir,
entró la gracia de Cristo en el alma de Zaqueo. Pero primero hubo
contrición de corazón, propósito de enmienda, confesión de boca y
satisfacción de obra. Adiós, Zaqueo, te seguimos en la leyenda, que nos
informa que fuiste discípulo de san Pedro, que san Pedro te consagró
obispo para Cesarea, luego…Luego te perdimos de vista para siempre.
Quizás descansas debajo de la higuera.
Para reflexionar: ¿pongo límites a la misericordia
de Dios? Cuando he sido injusto con alguien, ¿tomo después medidas
prácticas para recompensarlo? ¿Soy crítico superficial de gente de
Iglesia que trata con ricos y poderosos? ¿Nos alegramos de la vuelta de
los alejados y hacemos fiesta sin poner mala cara, como el hijo mayor de
la parábola del hijo pródigo? ¿Soy misericordioso o intolerante fiscal y
juez de los demás?
Para rezar: Jesús, piedad y misericordia. Gracias
por tu perdón. Gracias por invitarme a tu mesa eucarística y permitirme
entrar en comunión contigo, pues te has hecho alimento de mi vida. Que
de tu Eucaristía aprenda a ser abierto de corazón y misericordioso para
con los demás, a ejemplo tuyo. Que me alegre del cambio de vida de
tantos Zaqueos, y que participe con ellos del Cuerpo y Sangre de Cristo,
sea cual sea la raza, formación, edad y condición social.