2/28/17

Domingo IX del Tiempo ordinario - Ciclo A

P. Antonio Rivero, L.C. 

Textos: Deuteronomio 11, 18.26-28; Romanos 3, 12-15.28; Mateo 7, 21-27
Idea principal: Edificar mi vida presente y futura, personal y familiar, sobre la roca de Cristo y su Palabra, escuchada y puesta por obra, y no sobre la arena movediza de las palabras bonitas y vacías, de los caprichos, modas, gustos personales y vicios.
Resumen del mensaje: Quien edifica sobre la roca de Cristo, seguro que escogerá el camino arduo de la salvación y no el de la perdición, que es más placentero (primera y segunda lectura). Quien edifica sobre la roca de Cristo, tiene asegurada su casa contra la lluvia, los vientos y las riadas (evangelio). Es el hombre sabio.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, para edificar bien nuestra casa necesitamos ser unos buenos arquitectos y contar con materiales firmes, fuertes y resistentes, y seguir las leyes de una sabia arquitectura. Si no, nos exponemos a que cualquier terremoto, por pequeño que sea, o una inundación, o sencillamente el peso del edifico, den al traste con toda la construcción. ¿Cuáles son esos elementos resistentes y macizos? Cimiento resistente será Cristo y la Palabra de Dios meditada diariamente. La arena y la cal del sacrificio personal mezclada con el agua de la oración hará que los ladrillos de las virtudes se fortalezcan y se solidifiquen. El pico y la pala no es otra cosa que la voluntad recia de acero.
En segundo lugar, vendrán las lluvias que son las pruebas de arriba, permitidas por Dios. Soplarán los vientos de los falsos profetas, dice Orígenes, que quieren halagar los oídos; pruebas de nuestros hermanos. Las riadas de nuestras pasiones interiores querrán acabar con nuestra casa; el Crisóstomo enumera estas riadas: fornicación, malicia, embriaguez, ira, y toda clase de vicios. Podemos enumerar otras: edificar nuestra fe sobre supuestas apariciones, tradiciones familiares o sociales, sentimientos, ambiciones, fanatismos e ideologías de todo tipo.
Finalmente, santa Teresa de Jesús considera “nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas….Pues consideremos que este castillo tiene como he dicho muchas moradas, unas en lo alto, otras en bajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma” (Primeras moradas, capítulo 1). Si es así, entonces urge que construyamos nuestra vida sobre cimientos sólidos, resistentes y macizos para que Dios se sienta a gusto en ese castillo, y no entren las sabandijas y cualquier mal aire o inquilino indeseado que nos quiera poner una bomba.
Para reflexionar: ¿Sobre qué tengo fundamentada mi casa: la roca de Cristo o la arena de mi egoísmo? El que dice y habla mucho, pero no cumple es como un árbol frutal que enseña muchas hojas, pero muy pocos frutos. O como un castillo de naipes.
Para rezar: Señor Jesús, sé que Tú eres la única roca firme sobre la cual debo construir mi vida. Solo Tú le puedes dar auténtico sentido a todas mis actividades, y junto a Ti no hay batalla ni lucha que no pueda vencer. Acompáñame y ayúdame con tu gracia a procurar que seas Tú el centro de mi vida y la roca firme sobre la cual construyo mi santidad. Señor, Dios mío, puesto en tu presencia me doy cuenta de que muchas veces construyo mi vida sobre cosas efímeras, que no tienen valor. Te aparto de mis proyectos, de mis ideales, de mis planes, y me dejo llevar por cosas pasajeras y que en última instancia me dejan vacío. Ayúdame a construir una vida de santidad y felicidad a tu lado, siempre en referencia a ti y tu Plan Divino de Amor. Amén.

2/27/17

‘El ecumenismo se hace caminando’

El Papa en la visita a la iglesia de All Saints en la ciudad de Roma



Relaciones históricas entre católicos y anglicanos

Respondiendo a una estudiante, el Papa señaló: Vemos que las relaciones entre católicos y anglicanos son buenas, aunque “en la historia hay cosas feas por todas las partes”. Entretanto precisó que “arrancar un pedazo de la historia y ponerlo como un símbolo, como ejemplo de lo que fue siempre, no es justo”. Porque esos momentos –aseguró– tienen que ser entendidos en su hermenéutica.
“También en los santos, tenemos una común comunión”, recordó Francisco, y las dos Iglesias nunca los renegaron. Existieron además relaciones de hermandad en tiempos feos, en el que el poder político o religioso se mezclaban, con la norma Cuius regio, eius religio, recordó.
El Pontífice señaló que conoció a un anciano jesuita en Buenos Aires de familia inglesa, y que él católico, de joven fue monaguillo en la ciudad de Rosario en el funeral que se celebró de la Reina Victoria, o sea que “en esos tiempos existían también estas relaciones”.
Una figura que nos ayudará a pensar, señaló es: ‘dos pasos adelante y medio hacia atrás’, y debemos seguir en esto. Existen también los monasterios y “los monjes, sean católicos que anglicanos que son una gran fuente espiritual de nuestra tradición”, dijo y aunque “no hagamos todas las cosas iguales caminamos juntos”.

Discusión teológica o colaboración pastoral

Una profesora anglicana de la Universidad La Sapienza de Roma indicó que Benedicto XVI prefería la discusión teológica a la colaboración conjunta, como él.
¿Cuál de las dos cosas es prioritaria? Se interrogó Francisco y contó lo del patriarca Atenágora que le dijo al papa Pablo VI: ‘Hagamos nosotros la unidad y pongamos a los teólogos en una isla para que piensen. Lo dijo bromeando, pero me confirmaron que lo dijo.
“Es verdad lo que dijo Benedicto XVI, pero esto no se puede hacer en un laboratorio, se tiene que hacer caminando, en camino”. Porque el ecumenismo es un camino, añadió Francisco.



2/26/17

‘Confiemos en Dios, es un Padre que no se olvida de sus hijos’

 El Papa ern el Ángelus


“Queridos hermanos y hermanas, la página del Evangelio de hoy es un fuerte llamado a confiar en Dios, no se lo olviden, confiar en Dios, que cuida a todos los seres vivientes de la creación, provee el alimento a los animales y se preocupa de los lirios y de la hierba del campo.
Su mirada benéfica y atenta vigila cotidianamente por nuestra vida. Esta procede bajo las amenazas de tantas preocupaciones que nos ponen en riesgo de perder la serenidad y el equilibrio; aunque esta angustia frecuentemente es inútil porque no logra cambiar el curso de los eventos.
Jesús nos exhorta con insistencia a no preocuparnos por el mañana, recordándonos que sobretodo tenemos un Padre que nos ama, que no se olvida jamás de ninguno de sus hijos: confiarse a él no resuelve mágicamente los problemas, pero nos permite afrontarlos con el animo justo, con coraje. Y soy valiente porque me confío a mi Padre que cuida todo y me quiere mucho.
Dios no es un ser lejano y anónimo, sino nuestro refugio, el manantial de nuestra serenidad y de nuestra paz. Es la roca de nuestra salvación a la cual podemos aferrarnos con la seguridad de no caer; quien se aferra a Dios no cae nunca. Es nuestra defensa del mal, que siempre está al acecho.
Dios es para nosotros el gran amigo, el aliado, el Padre, pero no siempre nos damos cuenta, No nos damos cuenta que tenemos un amigo, un aliado, un padre. Preferimos apoyarnos en los bienes inmediatos y contingentes, olvidando y a veces rechazando el bien supremo, es decir el amor paterno de Dios.
Sentirlo Padre, en esta época de orfandad es muy importante. En este mundo huérfano, sentirlo Padre. Nosotros nos alejamos del amor de Dios cuando buscamos obsesivamente los bienes terrenos y las riquezas, manifestando así un amor exagerado a estas realidades.
Jesús nos dice que esta búsqueda afanosa es ilusoria y motivo de infelicidad y da a sus discípulos una regla de vida fundamental: ‘Busquen en cambio primero el Reino de Dios’.
Se trata de realizar el proyecto que Jesús anunció en el sermón de la montaña, confiando en Dios que no desilusiona como tantos amigos que nos han desilusionado. Trabajar como administradores fieles de los bienes que Él nos ha dado, incluso los terrenales, pero sin actual demasiado, como si todo, también nuestra salvación dependiera solo de nosotros.
Esta actitud evangélica pide una decisión clara, que el paso de hoy indica con precisión: ‘No se puede servir a Dios y a la riqueza’. O el Señor o los ídolos fascinantes pero ilusorios. Esta decisión que estamos llamados a cumplir repercute en todos nuestros actos, programas y empeños.
Es una decisión que debemos hacer de manera neta y que es necesario renovar continuamente, porque la tentación de reducir todo al dinero, placer y poder, nos amenazan.
Hay tantas tentaciones. Aunque honorar a estos ídolos lleva a resultados tangibles aunque fugaces, elegir a Dios no siempre muestra inmediatamente sus frutos. Es una decisión que se toma en la esperanza y que le deja a Dios la plena realización. La esperanza cristiana lleva a cumplimiento futuro de la promesa de Dios y no se detiene delante a ninguna dificultad, porque está fundada en la fidelidad de Dios, que nunca deja de cumplir. Él es fiel, es un padre, un amigo y un aliado fiel.
La Virgen María nos ayude a confiarnos al amor y a la bondad del Padre celeste, a vivir con Él y en Él. Este es el presupuesto para superar los tormentos y las adversidades de la vida, y también la persecución, como demuestra el testimonio de tantos hermanos y hermanas nuestros”.
Después de la oración del ángelus
“Queridos hermanos y hermanas, dirijo un cordial saludo a todos los peregrinos de Roma, de Italia y de los diversos países. Saludo a los fieles polacos de Varsovia y de otras localidades que han realizado una peregrinación mariana. Y de España, a los de Ciudad Real y a los jóvenes de Formentera. Saludo a los jóvenes de Cuneo, Zelarino, Mattarello y Malcesine, Fino Mornasco y Monteolimpino; a los recién Confirmados de Caravengo d’Adda, Almenno San Salvatore y Seravalle Scrivia; a los fieles de Ferrara, Latina, Sora, Roseto degli Abruzzi, Creazzo y Rivalta sul Mincio.
Saludo al grupo que ha venido por la “Jornada de las enfermedades raras”. Gracias, gracias a ustedes por todo lo que hacen, y deseo que los pacientes y sus familias sean adecuadamente apoyados en el no fácil recorrido, sea médico que legislativo. A todos les deseo un buen domingo y por favor no se olviden de rezar por mi. ‘Buon pranzo‘ y ‘Arrivederci‘”.

Pide a España que ‘abra ya’ corredores humanitarios para los refugiados

El cardenal Osoro al visitar en Roma las estructuras de Sant’Egidio 

 
El cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, visitó hoy algunas estructuras de la comunidad de Sant’Egidio. Allí le explicaron el trabajo con los corredores humanitarios para hacer llegar a Italia a las familias de refugiados. Interrogado sobre qué falta en España para que los corredores humanitarios se puedan activar como lo está haciendo Italia, el cardenal indicó que en su país “es una decisión que debemos tomar los que tienen las responsabilidades para hacerlo”, y desea claramente que sea “ya”.
Después de su visita a la Iglesia de San Bartolomé, en la isla Tiberina, en la que san Juan Pablo II quiso se dedique a la memoria ecuménica de los mártires del siglo XX y contemporáneos, interrogado por ZENIT sobre que le impresionó al visitar este templo, el purpurado español indicó tres puntos: primero “el testimonio de los cristianos en todas las situaciones aun cuando se pide la vida para indicar que Jesucristo es el verdadero camino y la verdad”.
Segundo, porque “me ha ayudado a ver como los cristianos tenemos que uniros”, dijo, porque “hay mártires de la iglesia católica y de otras iglesias, que son hermanos cristianos. Y lo importante de ver en ese ‘dar la vida’ es la unidad. La sangre nos une y la sangre de Cristo une a todos los hombres”.
Tercero, señaló el cardenal, es porque “esta basílica como está dispuesta es la tarjeta de presentación de lo que tiene que ser esta humanidad, un mundo de hermanos. Porque somos todos hijos de Dios”.
En su visita a la estructuras de la comunidad de Sant’Egidio, situada en Vía del Fienarioli, el arzobispo de Madrid estuvo en la escuela de italiano para extranjeros, que da este servicio gratuito a los inmigrantes.
 El purpurado entró en diversas aulas y conversó con los alumnos. Entre ellos, una señora salvadoreña le señaló que emigraron pensando a los hijos, porque las pandillas los enrolan y ellos no pueden hacer nada. En esa aula también contaron sus experiencias una señora albanesa y otra de ucrania y una tercera de Georgia. La visita concluyó en una casa hogar cercana, para enfermos terminales.

2/24/17

La providencia de Dios

VIII Domingo ordinario

Isaías 49, 14-15: “Yo nunca me olvidaré de ti”
Salmo 61. “Sólo en Dios he puesto mi confianza”
Corintios 4, 1-5: “El Señor pondrá al descubierto las intenciones del corazón”
San Mateo 6, 24-34: “Mi Padre Celestial los alimenta”

¿Cómo se imaginan, Ustedes, a Dios?” No son unos niños pequeños pero la pregunta ha causado gran dificultad a los adolescentes que se preparan para su confirmación. Se les explicó claramente que no se trataba de copiar imágenes que ellos conocen de Jesús o las obras maestras del arte que representan a Dios, sino con símbolos expresar lo que para ellos significa Dios. Algunos con cara de angustia, otros con resuelto optimismo, empiezan a dibujar las imágenes que para ellos sean más cercanas a la presencia de Dios. Un buen sicólogo podría analizar estas imágenes que nos presentan de todo: rasgos maternos, imágenes de temor, cercanía o lejanía… ausencia o acompañamiento. ¡Quién iba pensarlo! Tenemos imágenes para todos los gustos. Algunas que representan una profunda experiencia y otras que revelan una gran soledad. ¿Qué imagen tienes tú de Dios?
Dios se va manifestando a través de la historia de muchas formas para expresar su cercanía a la humanidad y las lecturas de este día son la mejor muestra. Isaías lo presenta lleno de misericordia con un amor más grande que el de una madre que no puede olvidar a su hijo; Jesús en el Evangelio de Mateo, nos lo muestra como el Padre providente y amoroso que cuida de sus hijos; Pablo nos habla del Dios de Jesucristo en su dimensión de juez justo que pone de manifiesto las intenciones del corazón. Ante este Dios, el salmo responsorial, nos invita a entonar un canto sereno: “Sólo en Dios he puesto mi confianza”, porque sabemos que sólo en Él encontraremos descanso. Todas las lecturas son una invitación a reconocer y experimentar el amor grande y misericordioso de Dios; a ponernos confiados en sus manos pero al mismo tiempo cuestionarnos sobre nuestra real confianza en Dios.
Mientras Isaías nos coloca en el calor de las entrañas misericordiosas de un Dios que acompaña siempre a su pueblo, el Señor Jesús nos previene de una utilización mercantil y utilitaria del nombre de Dios. Contra lo que pensamos comúnmente, el riesgo de ser idólatras acecha a todo cristiano. Jesús señala con fuerza este peligro: “no pueden ustedes servir a Dios y al dinero”. Las riquezas, el dinero, son las palabras que se usan para traducir la palabra “Mammona”. A todos nosotros las riquezas parecen ponernos en un estado de seguridad, comodidad y bienestar. Pero en realidad sus orígenes no son precisamente nobles, sino que ya traen veneno en su raíz. La palabra “mammona” deriva de un vocablo arameo que significa generalmente riquezas, posesiones, bienes, pero que en la literatura hebrea es usado casi siempre en términos peyorativos: mammona de iniquidad o riqueza de mentira. En la narración de Mateo, el dinero es peligroso porque lleva al hombre a cumplir acciones infames. Cuando hay dinero de por medio la gente está dispuesta a odiar, mentir, matar, traicionar, hacer sufrir, comprar conciencias. Basta mirar los acontecimientos que vive nuestra patria para darnos cuenta de lo corrupto que resulta el dinero. Las leyes, los partidos, las propuestas, todo está condicionado por el dinero. Delante del dinero, Dios mismo desaparece; o lo hacemos desaparecer.
Dos actitudes opuestas: un providencialismo, pensando que Dios todo lo resuelve, o una actitud de acomodo de Dios a nuestras ambiciones e intereses. Dios no puede reinar entre nosotros, sino preocupándose de todos y haciendo justicia a los que nadie se la procura. Dios sólo puede ser servido donde se promueve la solidaridad y la fraternidad. Mientras haya pobres y necesitados, toda la riqueza que uno acapare para sí mismo sin necesidad, es injusta, porque está privando a otros de lo que necesitan. Ante las declaraciones actuales sobre la escasez de alimentos y el peligro de una hambruna, queda la conciencia clara de que hay alimentos suficientes, lo que falta es generosidad, lo peligroso es el acaparamiento y la ambición de unos cuantos que se despachan a su propio gusto mientras millones de hermanos están muriendo de hambre.
Con una actitud miope, este evangelio puede resultar escandaloso para quienes están sufriendo hambre, como si fuera una invitación a quedarse irresponsablemente sin hacer nada, sólo esperando que todo baje del cielo, confiar en la “providencia”. No es ese el sentido del Evangelio. Es una llamada a buscar el Reino de Dios y su justicia, a transformar el mundo conforme a la mirada y al deseo de Dios. El dinero ha invadido los corazones y ha hecho que nos olvidemos de los hermanos. Damos una mano a Dios y otra al dinero, tenemos encendidas dos velas… Es un reclamo a dar el justo valor a las cosas materiales y esto lo debemos tener en cuenta en la familia, en la sociedad y entre las naciones. Es una exigencia cambiar desde la raíz las situaciones injustas y el sistema económico social que las engendra. ¿No es cierto que los intereses económicos pasan por encima de naciones y de individuos? ¿No es verdad que a los pies de los grandes capitales caen los ideales y sucumben los buenos propósitos?
Cristo nos muestra el verdadero rostro del Padre y nos invita a un punto de equilibrio. Condena el afán desmedido, el ansia exagerada, la agitación forzada. Él mismo trabajó con sus manos y ganó el sustento con su sudor, pero siempre se sintió en manos de su Padre y reconoció que tenía una misión. Es bueno y santificador el trabajo, pero es mala la ambición y el ansia desmedida. Es bueno procurar el bienestar y la seguridad, pero es malo crearnos necesidades artificiales y hacernos esclavos de los bienes materiales hasta sentirnos identificados con ellos. Es bueno sentirnos en manos de un Padre amoroso, pero también lo es sentirnos responsables de cuidar, perfeccionar y hacer común la creación que Él nos ha dejado.
Ante estas propuestas de Jesús debemos cuestionarnos: ¿Cómo experimento a Dios en las decisiones importantes de mi vida? ¿Pesan más el dinero y la ambición que su amor? ¿Qué valores determinan mis decisiones? ¿Qué cosa ocupa mi corazón? ¿Busco a Dios pero no me suelto de mis ambiciones?
Padre Bueno, concédenos descubrir el valor de tu amor, sentirnos en tus manos y que el curso de los acontecimientos del mundo se desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia, en la paz y en la fraternidad. Amén.

El escándalo

El Papa ayer en Santa Marta


Córtate la mano, arráncate el ojo, pero no escandalicéis a los pequeños, es decir, a los justos, a los que se fían del Señor, los que simplemente creen en el Señor. Es lo que nos dice el Evangelio de hoy (Mc 9,41-50). Para el Señor el escándalo es destrucción. ¿Y qué es el escándalo? El escándalo es decir una cosa y hacer otra; es la doble vida, la doble vida en todo: yo soy muy católico, voy siempre a Misa, pertenezco a esa asociación y a la otra; pero mi vida no es cristiana, no pago lo justo a mis empleados, exploto a la gente, soy sucio en los negocios, hago blanqueo de dinero… ¡doble vida! Muchos católicos son así. Y esos escandalizan. Cuántas veces hemos oído –todos, en el barrio y en otras partes–: pues para ser católico como ese, mejor ser ateo. ¡Eso es el escándalo! Te destruye. Te tira para abajo. Y eso pasa todos los días, basta ver el telediario o leer los periódicos. En los periódicos hay tantos escándalos, y también está la gran publicidad de los escándalos. Y con los escándalos se destruye.
Había una empresa importante que estaba al borde de la quiebra. Las autoridades querían evitar una huelga justa, pero que no acarrearía nada bueno, y pedían hablar con los altos cargos de la empresa. Además, la gente no tenía dinero para las necesidades diarias porque no recibían el sueldo. ¡Y el responsable, un católico, estaba de vacaciones de invierno en una playa de Oriente Medio! Y la gente supo, aunque no salió en la prensa. Eso son los escándalos. Jesús dice en el Evangelio, sobre los que producen escándalo, sin decir la palabra escándalo, pero se entiende: Pues tú llegarás al Cielo y llamarás a la puerta: ¡Soy yo, Señor! –¿Ah sí? ¡No te recuerdo! –Yo iba a la iglesia, estaba cerca de ti, pertenecí a tal asociación, hice esto… ¿No te acuerdas de todos los donativos que hice? –Sí, los recuerdo. Los donativos, de eso me acuerdo: ¡todos sucios! ¡Todos robados a los pobres! ¡No te conozco! Esa será la respuesta de Jesús a los escandalosos que llevan una doble vida.
La doble vida viene de seguir las pasiones del corazón, los pecados capitales que son las heridas del pecado original. Precisamente la primera Lectura (Eclo 5,1-10) exhorta a no secundarlas y a no confiar en las riquezas, no decir: me basto a mí mismo. ¡No retrasemos la conversión! A todos, a cada uno, nos hará bien hoy pensar si hay algo de doble vida en nosotros, de parecer justos, de parecer buenos creyentes, buenos católicos, pero por debajo hacer otra cosa; si hay algo de doble vida, si hay una excesiva confianza: Bueno, luego el Señor me lo perdonará todo, y yo sigo… Si hay algo de decir: Sí, eso no está bien, me convertiré, pero hoy no: mañana. Pensemos en esto. Aprovechemos la Palabra del Señor y pensemos que, en esto, el Señor es muy duro. ¡El escándalo destruye!

2/23/17

Catequistas por la dignidad humana


VER
 Más de 750 catequistas de comunidades y de adultos, no de niños, en representación de otros 5 mil que hay en nuestra diócesis, han realizado su V Encuentro de tres días, con el objetivo de Revivir, a la luz de la Palabra de Dios y el Magisterio del Papa Francisco, los valores de nuestra dignidad humana, para poder servir mejor a nuestras comunidades y construir un mundo con justicia y paz”. El tema central ha sido: La dignidad de la persona humana. Su lema: Con dignidad y alegría, evangelizar para cambiar la realidad. Se ha seguido el método tradicional entre nosotros: ver, en la realidad, qué tanto se toma en cuenta o se viola la dignidad humana. Se han hecho exposiciones doctrinales sobre lo que esta dignidad implica, sobre todo a partir de la Sagrada Escritura y del Magisterio eclesial, desde el Concilio Vaticano II. Se han asumido compromisos para transformar lo negativo y para ayudar a que vivamos de acuerdo con el plan de Dios.
Desde hace más de 60 años, se inició aquí un fuerte movimiento catequístico en las comunidades. En aquellos años, no se le daba importancia a la catequesis de niños, pues la familia y la comunidad asumían esta tarea. Ahora, tenemos más de 2,000 catequistas de niños, y más de 6,000 de adultos, o de comunidades. La mayoría son indígenas, pobres, campesinos. Se hacen cargo de las celebraciones dominicales de la Palabra de Dios, en los lugares donde no hay presbíteros ni diáconos. Varios son ministros extraordinarios de la Comunión. Se encargan de las catequesis presacramentales y de visitar a los enfermos. Junto con los diáconos permanentes, son una fuerza extraordinaria de evangelización. Aumentan más y más las mujeres en estos servicios. Con su trabajo, se ha logrado disminuir la deserción de católicos y algunos que se habían adherido a otras denominaciones, están regresando al seno de la Iglesia Católica. Sigue habiendo deserción de católicos, pero cada día en menor proporción, gracias a estos catequistas y diáconos.
En un trabajo previo a este Encuentro, se preguntó a las comunidades qué tanto se respetaba o no la dignidad de las personas, y en sus respuestas reiteraron que hay avances, pero también persiste el machismo y la minusvaloración de la mujer, la discriminación y el racismo. Afirman que no siempre se respeta a los migrantes y se abandona a los ancianos y a los presos.

PENSAR
El Papa Francisco nos ha dicho: “Confesar a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir que con ello le confiere una dignidad infinita. Confesar que el Hijo de Dios asumió nuestra carne humana significa que cada persona humana ha sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin límites que ennoblece a todo ser humano. Confesar que el Espíritu Santo actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación humana y todos los vínculos sociales” (EG 178).
La dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen sólo apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral” (EG 203).
Cualquier comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual, disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con discursos vacíos” (EG 207).
Un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Toda violación de la dignidad personal del ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al Creador del hombre” (EG 213).

ACTUAR
Debemos educar y educarnos para respetar y amar a todo ser humano, desde que empieza su vida en el seno materno, hasta su muerte natural, independientemente de su sexo, raza, color, edad, condición social, opción política, cultura y religión. Toda persona es imagen y semejanza de Dios. Jesucristo dio la vida por todos. Somos hermanos, hermanas, y por encima de todo, está la dignidad natural y sobrenatural que Dios nos ha regalado y que debemos conservar y proteger.

2/22/17

‘La creación es un don maravilloso para entrar relación con Dios’

 El Papa en la Audiencia General


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la creación sea nuestra propiedad, una posesión que podemos explotar a nuestro agrado y de la cual no debemos dar cuenta a nadie. En el pasaje de la Carta a los Romanos (8,19-27) del cual hemos apenas escuchado una parte, el Apóstol Pablo nos recuerda en cambio que la creación es un don maravilloso que Dios ha puesto en nuestras manos, para que podamos entrar en relación con Él y podamos reconocer la huella de su designio de amor, a cuya realización estamos llamados todos a colaborar, día a día.
Pero cuando se deja llevar por el egoísmo, el ser humano termina por destruir incluso las cosas más bellas que le han sido confiadas. Sucedió también así con la creación.
Pensemos en el agua. El agua es una cosa bellísima y muy importante; el agua nos da la vida, nos ayuda en todo. Pero al explotar los minerales se contamina el agua, se ensucia la creación y se destruye la creación. Este es sólo un ejemplo. Existen otros.
Con la experiencia trágica del pecado, rota la comunión con Dios, hemos infringido la originaria comunión con todo aquello que nos rodea y hemos terminado por corromper la creación, haciéndola así esclava, sometida a nuestra caducidad. Y lamentablemente la consecuencia de todo esto está dramáticamente ante nuestros ojos, cada día.
Cuando rompe la comunión con Dios, el hombre pierde su propia belleza originaria y termina por desfigurar alrededor de sí cada cosa; y donde todo antes hablaba del Padre Creador y de su amor infinito, ahora lleva el signo triste y desolado del orgullo y de la voracidad humana. El orgullo humano explotando la creación, destruye. El Señor entretanto no nos deja solos y también ante este escenario desolador nos ofrece una perspectiva nueva de liberación, de salvación universal.
Es aquello lo que Pablo pone en evidencia con alegría, invitándonos a poner atención a los gemidos de la entera creación. Los gemidos de la entera creación. Expresión fuerte.
Si ponemos atención, de hecho, alrededor nuestro todo clama: clama la misma creación, clamamos nosotros los seres humanos y clama el Espíritu dentro de nosotros, en nuestro corazón. Ahora, estos clamores no son un lamento estéril, desconsolado, sino –como precisa el Apóstol– son los gemidos de una parturienta; son los gemidos de quien sufre, pero sabe que está por venir a la luz una nueva vida. Y en nuestro caso es de verdad así.
Nosotros estamos todavía luchando con las consecuencias de nuestro pecado y todo, alrededor nuestro, lleva todavía el signo de nuestras debilidades, de nuestras faltas, de nuestras cerrazones. Pero, al mismo tiempo, sabemos de haber sido salvados por el Señor y ya se nos es dado contemplar y pregustar en nosotros y en lo que nos rodea los signos de la Resurrección, de la Pascua, que opera una nueva creación.
Este es el contenido de nuestra esperanza. El cristiano no vive fuera del mundo, sabe reconocer en la propia vida y en lo que lo circunda los signos del mal, del egoísmo y del pecado.
Es solidario con quien sufre, con quien llora, con quien es marginado, con quien se siente desesperado. Pero, al mismo tiempo, el cristiano ha aprendido a leer todo esto con los ojos de la Pascua, con los ojos del Cristo Resucitado. Y entonces sabe que estamos viviendo el tiempo de la espera, el tiempo de un deseo que va más allá del presente, el tiempo del cumplimiento.
En la esperanza sabemos que el Señor quiere sanar definitivamente con su misericordia los corazones heridos y humillados y todo los que el hombre ha deformado en su impiedad, y que de este modo Él regenerará un mundo nuevo y una humanidad nueva, finalmente reconciliada en su amor.
Cuantas veces nosotros cristianos estamos tentados por la desilusión, por el pesimismo… A veces nos dejamos llevar por el lamento inútil, o quizás nos quedamos sin palabras y no sabemos ni siquiera que cosa pedir, que cosa esperar… Pero una vez más viene en nuestra ayuda el Espíritu Santo, respiro de nuestra esperanza, el cual mantiene vivo el clamor y la espera de nuestro corazón.
El Espíritu ve por nosotros más allá de las apariencias negativas del presente y nos revela ya ahora los cielos nuevos y la tierra nueva que el Señor está preparando para la humanidad. Gracias.

2/21/17

La tentación

El Papa en Santa Marta


Todos seremos tentados. Es lo que nos recuerdan las lecturas de hoy: la primera (Eclo 2,1-11) recuerda que quien, quiera servir al Señor, se debe preparar para la prueba, para la tentación, y el Evangelio (Mc 9,30-37) narra cuando Jesús anuncia a los discípulos su muerte, pero ellos no comprenden y tienen miedo de preguntarle. Es la tentación de no cumplir la misión. También Jesús fue tentado: primero tres veces en el desierto por el diablo y luego por Pedro ante el anuncio de su muerte.
Pero hay otra tentación de la que habla el Evangelio: los discípulos por el camino discutían sobre quién de ellos sería el más grande, y callan cuando Jesús les pregunta de qué estaban hablando. Callan porque se avergüenzan de esa discusión. Y era gente buena, que quería seguir al Señor, servir al Señor. Pero no sabían que la senda del servicio al Señor no era tan fácil, no era como apuntarse a una asociación de beneficencia, para hacer el bien: no, es otra cosa. Y temían eso. Y luego está la tentación de la mundanidad: desde que la Iglesia es Iglesia hasta hoy, esto ha pasado, pasa y pasará. Pensemos en las peleas parroquiales: Yo quiero ser presidente de esta asociación, colocarme en un puesto. ¿Quién es el más grande aquí? ¿Quién es el más grande en esta parroquia? No, yo soy más importante que aquel, y no el otro, porque hizo…, y aquí, la lista de pecados.
Es la tentación que lleva a hablar mal del otro y a encaramarse. Algunas veces lo decimos con vergüenza los curas, en los presbiterios: Me gustaría aquella parroquia… –Pero el Señor está aquí. –Ya, pero yo quisiera aquella. Lo mismo. No es la senda del Señor, sino la de la vanidad, de la mundanidad. Incluso entre los obispos pasa lo mismo: la mundanidad viene como tentación. Tantas veces: Estoy en esta diócesis, pero miro aquella que es más importante y me muevo para lograr… sí, muevo esa influencia y aquella otra, hago presión, empujo en ese punto para llegar allí… ¡Pero el Señor está ahí!
El deseo de ser más importantes nos empuja a la senda de la mundanidad. Por eso, pidamos siempre al Señor la gracia de avergonzarnos cuando nos encontremos en esas situaciones. De hecho, Jesús le da la vuelta a esa lógica, y recuerda a los Doce que quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos. Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos. Recemos por la Iglesia, por todos nosotros, para que el Señor nos defienda de las ambiciones, de las mundanidades de sentirse más grande que los demás. Que el Señor nos dé la gracia de la vergüenza, la santa vergüenza, cuando nos encontremos en esa situación, bajo esa tentación: ¡avergonzarse! Pero, ¿yo soy capaz de pensar así? ¿Cuando veo a mi Señor en la cruz, y quiero usar al Señor para encaramarme? Y que nos dé también la gracia de la sencillez de un niño: entender que solo la senda del servicio… Y me imagino una última pregunta: Señor, te he servido toda la vida, he sido el último toda la vida. ¿Y ahora qué? ¿Qué nos dice el Señor? Di de ti mismo: Siervo inútil soy.

Un prelado rezador, intelectual y sencillo

En la homilía pronunciada en la Misa celebrada con ocasión de su entrada solemne en la iglesia prelaticia, se puede escuchar a un hombre de Dios, a alguien que lo fía todo a Él
Cuando se notificó la elección de Monseñor Ocáriz como Prelado del Opus Dei y de su inmediata confirmación y nombramiento por el Papa Francisco, me pareció que mi mente daba un salto hacia el inicio de los años sesenta, cuando ambos nos conocimos. Luego, estaría con él en Barcelona y Roma. Pero no se trata de escribir sobre aquellos años, sino de algo configurado también al conocer la noticia y que expresa el título de estas líneas. En ese momento habría puesto el mismo titular que ahora mantengo.
En la homilía pronunciada en la Misa celebrada con ocasión de su entrada solemne en la iglesia prelaticia, se puede escuchar a un hombre de Dios, a alguien que lo fía todo a Él. Por ejemplo, en el inicio razonaba así: Esas palabras, que hemos escuchado en la primera lectura, se referían al pueblo de Israel, y las aplicamos ahora para dar gracias al Señor por esta paz que es, para nosotros, la unidad de la Obra. La unidad de la Obra que nos concede el Señor, a Él la agradecemos; unidad que es fuente de verdadera paz.
No habría unidad, ni labor posible, si Dios no está presente. Lo mismo se repite con el comentario a la segunda lectura: una vez más, la identificación con el Señor, como hijas y como hijos de Dios Padre. Ese es el fundamento de nuestro espíritu: sabernos verdaderamente hijas e hijos de Dios, que es fuente de paz para nuestras almas y para poder ser, en todas las circunstancias, sembradores de paz y de alegría.
Un hombre inteligente. Siempre lo fue. Y se nota también al recordar lo que San Josemaría quería de quien realizara el oficio de Padre en la Obra que, además de ser una estructura jurisdiccional de la Iglesia, lo es al modo en que hay un Padre y unos hijos, una familia. Él mismo recuerda lo que se espera del Prelado: Entre las condiciones que San Josemaría señaló para el Padre tanto en Statuta como aquí, grabadas en la sede de esta iglesia, está la prudencia: prudencia que yo os ruego que la pidáis al Señor para mí. Prudencia, que es la virtud propia del gobierno. Una prudencia también para todas y para todos, porque lo que es para el Padre conviene a todos.
Vuelve a la piedad con estas palabras: Otra característica, que tiene que tener el Padre, es la piedad, ser muy piadoso. Recordaréis que San Josemaría aseguraba que la piedad es “el remedio de los remedios”. Suma a continuación el amor a la Iglesia y al Papa. Igualmente, aunque sea yo reiterativo en la realidad de familia que se da en la Obra, añadía: ¡Que os queráis, que os queráis! Es con la verdadera fraternidad, como vamos todos unidos; una fraternidad que surge del corazón de Cristo.
Y todo pronunciado con la enorme sencillez que le caracteriza: la primera vez que compareció ante todos los electores, después de conocer la ratificación del Papa, se expresó así: Bueno, pues aquí estamos. Y en las diversas entrevistas que concedió después, se mostró como es, la misma naturalidad para apuntar que había dormido esa noche, aunque seis horas, que para narrar a una emisora de radio española lo sucedido esos días. Al responder a otra entrevista: ¿Por qué usted?, afirmó: no lo sé, como quien tiene la humildad de no arrimar sus méritos al micrófono. San Josemaría escribió en Camino unas palabras tomadas de una carta: Me has escrito: “La sencillez es como la sal de la perfección. Y es lo que a mí me falta. Quiero lograrla, con la ayuda de Él y de usted”. −Ni la de Él ni la mía te faltará. −Pon los medios. Don Fernando puso esos medios hace tiempo. Y eso se nota.
Se advierte, por ejemplo, en el hecho de su nacimiento en París porque su familia fue exiliada a causa de la militancia de su padre en el ejército republicano durante la guerra civil. Se fue a Francia con todos sus hijos, excepto el último que tuvo que venir al mundo en el destierro. Un escritor ingenioso escribió en un periódico: Un Prelado ‘rojo’ para el Opus Dei. Monseñor Ocáriz nunca ha utilizado ese dato real para nada y, desde luego, menos aún desde que es sacerdote.
La misma sencillez le lleva a ser parco en palabras: lo que pueda decirse en un folio, no necesita dos. Permítaseme al menos un recuerdo personal que fue en dirección contraria. Había escrito un artículo para una revista sobre un Sínodo dedicado a la Catequesis. Un día apareció en mi despacho invitándome a alargar el artículo hasta que fuera un pequeño libro. Me resistí, pero me convenció. Me queda un solo ejemplar y se titula: Enseñar el Catecismo.
Es muy ampliable la faceta de intelectual puntero, a lo que en parte ha renunciado para ayudar a D. Javier Echevarría como Vicario General primero y como Vicario Auxiliar después. Sus publicaciones son bien conocidas, desde sus estudios sobre el marxismo o Voltaire hasta libros de teología fina. Destacaría sus trabajos sobre Eclesiología y, sobre todo, lo relativo a la filiación divina.

2/20/17

Jesús distingue entre justicia que se puede pedir, pero prohibe la venganza

El Papa ayer en el Ángelus


“Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
En el Evangelio de este domingo, una de estas páginas que mejor expresan la ‘revolución’ cristana, Jesús muestra el camino de la verdadera justicia mediante la ley del amor que supera la del talión, o sea ‘ojo por ojo, diente por diente’. Esta antigua regla imponía infligir a los transgresores penas equivalentes a los daños causados: la muerte a quien había asesinado, la amputación a quien había herido a alguien, y así para todo el resto.
Jesús no pide a sus discípulos solamente soportar el mal, les pide reaccionar pero no con otro mal, sino con el bien. Solamente así se rompe la cadena del mal y cambian realmente las cosas.
El mal de hecho es un ‘vacío’ de bien, y no se puede llenar con otro vacío, sino con un ‘lleno’, o sea con el bien. La represalia no lleva nunca a la solución de los conflictos. Para Jesús el rechazo de la violencia puede comportar también renunciar a un legítimo derecho y nos da algunos ejemplos: poner la otra mejilla, ceder el propio vestido o el propio dinero, aceptar otros sacrificios. (cfr vv. 39-42).
Entretanto esta renuncia no significa que las exigencias de la justicia sean ignoradas o contradichas, al contrario el amor cristiano que se manifiesta de manera particular en la misericordia, representa una realización superior de la justicia.
Lo que Jesús quiere enseñar es la neta distinción que debemos hacer entre la justicia y la venganza. Nos es permitido pedir justicia, es nuestro deber practicar la justicia. Lo que en cambio está prohibido es vengarnos o fomentar de alguna manera la venganza, en cuanto es una expresión del odio y de la violencia.
Jesús no quiere proponer un nuevo orden civil, sino más bien el mandamiento del amor al prójimo, que incluye también el amor por los enemigos: “Amen a los enemigos y recen por aquellos que les persiguen”. Esta palabra no significa aprobar el mal cometido por el enemigo, sino como una invitación a una perspectiva superior, magnánima, similar a la del Padre celeste, el cual “hace nacer el sol sobre los malos y los buenos, y hace llover sobre justos e injustos. (v. 45).
También el enemigo, de hecho es una persona humana, creada como tal a imagen de Dios, si bien en este momento la imagen sea ofuscada por una conducta indigna. Cuando hablamos de ‘enemigos’ no tenemos que pensar quizás a cuales personas diversas y lejanas de nosotros; hablamos también de nosotros mismos que podemos entrar en conflicto con nuestro prójimo, a veces con nuestros familiares.
Enemigos son quienes hablan mal de nosotros, que nos calumnias y son injustos. A todos estos estamos llamados a responder con el bien, el cual tiene también sus estrategias, inspiradas en el amor.
La Virgen María nos ayude a seguir a Jesús en este camino exigente, que realmente exalta la dignidad humana y nos hace vivir como hijos de nuestro Padre que está en los cielos. Nos ayude a practicar la paciencia, el diálogo, el perdón, y a ser así artesanos de comunión y de fraternidad en nuestra vida cotidiana”.
El Santo Padre reza la oración del ángelus y después dice:
Lamentablemente siguen llegando noticias de enfrentamientos violentos y brutales en la región de Kasai Central, de la República Democrática del Congo. Siento profundo dolor por las víctimas, en especial por tantos niños arrebatados de sus familias y de la escuela para ser usados como soldados. ¡Ésta es una tragedia: niños soldados!
Aseguro mi cercanía y mi oración, también al personal religioso y humanitario que trabaja en esa difícil región. Y renuevo un apremiante llamamiento a la conciencia y a la responsabilidad de las autoridades nacionales y de la comunidad internacional, con el fin de que se tomen pronto decisiones adecuadas para socorrer a estos nuestros hermanos y hermanas.
Oremos por ellos y por todas las poblaciones en otros lugares del continente africano y del mundo sufren a causa de la violencia y de la guerra. Pienso, en particular, en el querido pueblo paquistaní, golpeado por crueles actos terroristas en días pasados.
Oremos por las víctimas mortales, por los heridos y sus familiares. Oremos fervientemente para que todo corazón endurecido por el odio se convierta a la paz, según la voluntad de Dios”.
Saludo a los presentes, familias y asociaciones, grupos parroquiales y peregrinos individuales, provenientes de Italia y varias partes del mundo.
En particular saludo a los estudiantes de Armagh (Irlanda); a los fieles de las diócesis de Asidonia Jerez, Cadiz, Ceuta y Madrid, en España. Al movimiento juvenil Guaneliano, a los recién confirmados de Castelnuovo di Prato y a los peregrinos de Módena y Viterbo.
Les deseo a todos un feliz domingo y por favor no se olviden de rezar por mi. “¡Buon pranzo e arrivederci!”.

2/19/17

Noticias y cábalas sobre el futuro de la Iglesia católica en China


Un gran tema, que compromete a toda la Iglesia universal

He leído en prensa italiana reseñas y comentarios sobre un ensayo del cardenal John Tong Hon, obispo de Hong Kong, un hombre sencillo, humilde y prudente, como le define Agostino Giovagnoli en Avvenire del día 10. La conclusión del libro es clara: el acuerdo entre la Santa Sede y el gobierno de China no es una eventualidad discutible, sino un deber imperioso.
No refleja sólo una opinión personal. Tras numerosas conversaciones entre las dos partes, se va llegando a la formulación de un sistema de nombramiento de obispos, que respete el principio de que el Papa debe seguir siendo “la última y más alta autoridad en la designación”. Las intervenciones locales precedentes, aunque se configuren como elección, tendrían más bien carácter de recomendaciones a la Santa Sede.
A ese avance habría que añadir la solución a otras cuestiones de importancia. No se trata de un problema como la histórica querella de las investiduras, conflicto entre jerarquía católica y poder político. En China es preciso encauzar además la existencia de dos Iglesias: la patriótica y la clandestina, origen de tensiones entre sí, con Roma y con Pekín.
El cardenal Tong recuerda que Benedicto XVI declaró explícitamente la incompatibilidad con la doctrina católica de los principios de autonomía,  independencia y autogobierno de las iglesias locales. En realidad, "la elección democrática" sería una aplicación práctica de esos criterios, determinada por las actuales condiciones políticas. Constituyen la base de la Asociación patriótica como “Iglesia autónoma e independiente”, que es preciso vaciar de contenido.
Otro problema es el de los obispos ilegítimos, es decir, los ordenados válida pero ilícitamente, sin mandato apostólico. No obstante, casi todos se sienten unidos a Roma, también a través de la oración litúrgica por el papa. La vía de solución consistiría en una petición de perdón al romano pontífice, con la consiguiente sumisión a su voluntad. El Cardenal de Hong Kong está persuadido de que el Santo Padre concedería ese perdón, no necesariamente unido al reconocimiento de su autoridad en la diócesis que presiden.
El problema quizá más difícil atañe a los obispos clandestinos, pues Roma espera que Pekín reconozca oficialmente su dignidad episcopal y su autoridad para administrar su diócesis. No está claro que los gobernantes chinos lo acepten, aunque se trata de una cuestión producida por condiciones políticas e históricas, que desaparecería si hay acuerdo sobre nombramientos. Desde luego, no hay obstáculo grave a que se comprometan a cumplir la Constitución, según piden las autoridades chinas, siempre que se concorde una fórmula respetuosa con el hecho de la Iglesia no tiene fines políticos.
El Cardenal Tong considera que un principio de sano realismo puede definir el nuevo camino que debe emprender la Iglesia católica en China. Pero su predecesor en la sede de Hong Kong el cardenal Joseph Zen Ze-chun, de 85 años, manifestaba a comienzos de febrero ciertas reservas al diario Le Monde. El Card. Zen entiende, por ejemplo, que las cuatro ordenaciones en 2016 de obispos de la Iglesia oficial, aprobadas previamente por el Vaticano, “perpetúan un compromiso político que no conduce a nada”. El futuro acuerdo debería garantizar la capacidad de los ordenandos. A su juicio, “con el gobierno comunista, sólo triunfa la confrontación”. De ahí su llamada a resistir. Sus modelos son los cardenales del este de Europa en tiempos de la URSS: Wyszynski (Polonia), Beran (Checoslovaquia) y Mindszenty (Hungría). Quiere dar una señal de alerta, aunque reconoce: “Si el Papa acepta un acuerdo con China y pienso que no es bueno, me callaré. Puedo criticar al Vaticano, pero no al Papa. Me retiraré en silencio a una vida monástica”.
Para complicar aún más las cosas, algunos obispos clandestinos son favorables a un acuerdo que les oficialice. Pero también hay católicos subterráneos que no están dispuestos a unirse a la Asociación patriótica, por razones de conciencia.
Tampoco hay unanimidad en el Partido. El Ministerio de Exteriores y parte de la cúpula ven favorablemente el acuerdo, para mejorar imagen y poner una zancadilla a Taiwán. Pero el Ministerio de asuntos religiosos y la Asociación patriótica temen perder protagonismo y por eso plantean con fuerza la cuestión de la Nunciatura en Taipéi.
Muchas cábalas han surgido, en fin, tras las respuestas del papa Francisco sobre la diplomacia vaticana al diario El País, el pasado 22 de enero: “De hecho, hay una comisión que hace años está trabajando con China y que se reúne cada tres meses, una vez aquí y otra en Pekín. Y hay mucho diálogo con China. China tiene siempre ese halo de misterio que es fascinante. Hace dos o tres meses, con la exposición del museo vaticano en Pekín, estaban felices. Y ellos vienen el año que viene acá al Vaticano con sus cosas, sus museos”.
En la entrevista se muestra dispuesto a viajar allí “cuando me inviten. Lo saben ellos. Además, en China las iglesias están llenas. Se puede practicar la religión en China”. El día 26, el Diario del Pueblo, órgano del PCCh, alabó el gesto del pontífice y destacó en titulares las “grandes expectativas en torno a la relación entre China y el Vaticano en 2017". Un gran tema, que compromete a toda la Iglesia universal.

Elogio a la paternidad imperfecta

El niño no es un trofeo deseado y pre-diseñado para cumplir con los dulces sueños de una maternidad o paternidad idílica

Cuando debatimos sobre estilos parentales, tendemos a polarizar el discurso, echando mano de caricaturas como las del cruel padre “tigre”, del obsesivo “padre helicóptero”, del padre “excesivamente permisivo”, del “pasota”, para nombrar algunos clichés.
El padre tigre es autoritario y no duda en despertar a sus vástagos a las 4 de la mañana para hacerles ensayar violín dos horas, antes de lanzarles para una carrera parecida a la de un pequeño ejecutivo estresado. El padre helicóptero no deja que se suban a un árbol o que exploren solos en el bosque, no vaya a ser que se caigan, que se manchen, o que se asusten viendo una ardilla. El padre excesivamente permisivo, se dedica a inculcar a su hijo la idea de que el mundo se ha de comportar como él quiere, en caso contrario la culpa es del mundo cruel e injusto que no entiende y no respeta cómo se siente, y el niño tiene todo el derecho a rebelarse contra la autoridad, que nunca es legítima.  El padre pasota es aquel que dedica todas sus energías en colocar a sus hijos en manos de terceros el más largo tiempo posible, mientras pase la infancia, esa etapa que él considera de demasiados dolores de cabeza.
¿Con qué estilo te identificas? Seguramente con ninguno. Esos estilos de crianza son, en realidad, caricaturas o etiquetas que nos ayudan a entender por qué algunos extremos pueden hacer daño a los niños. El problema empieza cuando, por ignorancia, usamos esas etiquetas para describir estilos de crianza que contribuyen al BUEN desarrollo del niño. Cuando etiquetamos a padres, asociándoles injustamente con unos u otros de esos estilos de crianza, por sacar algunos elementos fuera de contexto, o por no saber matizar por edad lo que es propio de una etapa o de otra, reprochándonos unos a otros de ejercer una paternidad siempre imperfecta. ¿Ejemplos?
Acompañar a un niño ayudándole a tomar buenas decisiones no nos convierte necesariamente en padres permisivos. Poner reglas en casa, como por ejemplo que uno ayude a poner la mesa, o que tenga un horario para practicar el piano, tampoco nos convierte en un padre tigre y autoritario. Impedir que un hijo temerario se suba a un árbol de 60 metros no nos convierte en padre helicóptero. Dejar que un niño de 7 años juegue libremente y sin supervisión en el jardín de casa mientras hacemos otra cosa, no nos convierte en padres permisivos o pasotas. Dar el pecho hasta los 2 años, llevarse al bebé a todas partes y decidir de no escolarizarle hasta los 6 no nos convierte en madre histérica o helicóptero. Exigir que un niño sea honesto, amable y no pegue nunca a sus hermanos no nos convierte en padres crueles y jerárquicos. Y atender a un bebé que llora, o recoger y dar ánimo a un niño que tiene dificultad en el colegio o que es víctima de acoso, no es sobreproteger.
Educar no es algo matemático. La vida es más rica que encasillarse en una u otra categoría de estilos de crianza. Lo lógico es que encontremos un poco una mezcla de todo y de más cosas, además de muchas luces y sombras con las que uno mismo intenta luchar y lidiar cada día en el afán de superarse deseando lo mejor para unos hijos para quienes daríamos la vida. No, nadie nos dijo que la educación de nuestros hijos iba a ser fácil, y que íbamos a sufrir tanto por culparnos de todo lo que no sale como estaba previsto. ¡Ay!, esa culpabilidad… En ella está el secreto del éxito de la “industria del consejo empaquetado”. Sí, sí, gente a la que se les paga por decirnos exactamente lo que hemos de hacer y lo que no, para que nuestros hijos obedezcan, coman, duerman y, sobre todo, que utilicen la tecnología de forma perfectamente responsable. Lo llaman “manual definitivo de la crianza”, como si la crianza fuese un método rígido, algo cerrado a la libertad del educado. Pues no. Mala noticia para los padres tigres, autoritarios o “que lo saben todo”. Pues que se esperen a ver el rebote.
No existen padres perfectos, y si nos dicen que existen, yo sospecharía de ellos, porque si nunca se equivocan, entonces nunca rectifican. Entonces que se preparen para tener niños peligrosamente soberbios, lo que es un signo claro de que sus padres no eran perfectos educadores. El manual perfecto de crianza tampoco existe, y por una razón bien sencilla: las personas que escriben esos libros no conocen a nuestros hijos. ¿De verdad que para educar a alguien hay que conocerle? La pregunta puede parecernos surrealista, pero no lo es tanto, en un modelo educativo cada vez más digital. La educación verdadera empieza, por un lado, con el conocimiento que tiene un padre de su hijo y, por otro lado, por esa sensibilidad parental, que se desarrolla a base de estarse tiempo con él. Mala noticia para el padre pasota.
Los consejos genéricos que no toman en consideración la edad y las circunstancias del niño no sirven. Por ejemplo, antes de los dos años, una exigencia mal entendida puede interferir con el vínculo de apego, tan necesario para el buen desarrollo de la persona. Después de los 3 años, los padres deberían empezar a exigir gradualmente, en virtud del vínculo de apego, que es la base para la confianza, y ésta es la base para la autoridad. Cuando pretendemos solucionar los problemas a base de consejos “para todos”, sin entender a los niños en general y en particular, nos perdemos en la mecánica y nos olvidamos del fin de la educación. En definitiva, todo iría bastante mejor si nos olvidáramos del “cómo”, del “qué” o de las etiquetas, y empezáramos a preguntarnos por el “por qué” y el “para qué” de la educación.
Educar no es conseguir un niño a la carta o un pequeño Einstein. El niño no es un trofeo deseado y pre-diseñado para cumplir con los dulces sueños imaginados de una paternidad o de una maternidad idílica y utópica. Si fuera así, claro que no tardaríamos en arrepentirnos. Dejémonos de utopías y de dar vueltas como los helicópteros. Educar es ser jardinero. Eso no quiere decir que no haya que podar, quitar algunas malas hierbas de vez en cuando y velar para que no se acerquen demasiado los caracoles de las tiernas hojas… Y no quiere decir que no nos vayamos a equivocar jamás podando demasiado o no suficientemente. Es curioso, porque a pesar de la imperfección del jardinero, las hojas siguen creciendo, como el bosque vuelve a explotar en la primavera después de la helada. Educar es ayudar a otro ser libre a desear lo bello, creciendo todo lo que permite su naturaleza, hacia arriba.
Tener un hijo, es una apuesta tan grande como es la libertad del que traemos al mundo. Es dejar entrar en tu corazón otro ser libre, que puede inundar tu vida de sentido, a la vez que te puede dejar el corazón patas arriba, o dejártelo incluso deshecho a pedazos. Y no me refiero a quitarte calidad de vida, que eso, para quien entiende lo que implica la paternidad, francamente es lo de menos. Tener un hijo es uno de los riesgos más maravillosos del mundo. Es la mayor locura que hayamos cometido nunca. Pero nuestra naturaleza es tan curiosamente hecha que volvemos a repetir esa locura, una y otra vez.

2/18/17

Pide no caer en el negacionismo de la crisis ecológica y no calificar a ningún pueblo o religión de criminal

Mensaje del Papa a los Movimientos populares reunidos en California 

 

“Queridos Hermanos:
Quisiera, ante todo, felicitarlos por el esfuerzo de reproducir a nivel nacional el trabajo que vienen desarrollando en los Encuentros Mundiales de Movimientos Populares. Quiero, a través de esta carta, animar y fortalecer a cada uno de ustedes, a sus organizaciones y a todos los que luchan por las tres T: “tierra, techo y trabajo”. Los felicito por todo lo que hacen.
Quisiera agradecer a la Campaña Católica para el Desarrollo Humano, a su presidente Mons. David Talley y a los Obispo anfitriones Stephen Blaire, Armando Ochoa y Jaime Soto, por el decidido apoyo que han prestado a este encuentro. Gracias Cardenal Turkson por seguir acompañando a los movimientos populares desde el nuevo Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. ¡Me alegra tanto verlos trabajar juntos por la justicia social! Cómo quisiera que en todas las diócesis se contagie esta energía constructiva, que tiende puentes entre los Pueblos y las personas, puentes capaces de atravesar los muros de la exclusión, la indiferencia, el racismo y la intolerancia.
También quisiera destacar el trabajo de la Red Nacional PICO y las organizaciones promotoras de este encuentro. Supe que PICO significa “personas mejorando sus comunidades a través de la organización”. Qué buena síntesis de la misión de los movimientos populares: trabajar en lo cercano, junto al prójimo, organizados entre ustedes, para sacar adelante nuestras comunidades.
Hace pocos meses, en Roma, hemos hablado de los muros y del miedo; de los puentes y el amor. No quiero repetirme: estos temas desafían nuestros valores más profundos.
Sabemos que ninguno de estos males comenzó ayer. Hace tiempo enfrentamos la crisis del paradigma imperante, un sistema que causa enormes sufrimientos a la familia humana, atacando al mismo tiempo la dignidad de las personas y nuestra Casa Común para sostener la tiranía invisible del Dinero que sólo garantiza los privilegios de unos pocos. “La humanidad vive un giro histórico”[1].
A los cristianos y a todas las personas de buena voluntad nos toca vivir y actuar en este momento. Es “una responsabilidad grave, ya que algunas realidades del mundo presente, si no son bien resueltas, pueden desencadenar procesos de deshumanización difíciles de revertir más adelante”. Son los “signos de los tiempos” que debemos reconocer para actuar. Hemos perdido tiempo valioso sin prestarles suficiente atención, sin resolver estas realidades destructoras. Así los procesos de deshumanización se aceleran. De la participación protagónica de los pueblos y en gran medida de ustedes, los movimientos populares, depende hacia dónde se dirige ese giro histórico, cómo se resuelve esta crisis que se agudiza.
No debemos quedar paralizados por el miedo pero tampoco quedar aprisionados en el conflicto. Hay que reconocer el peligro pero también la oportunidad que cada crisis supone para avanzar hacia una síntesis superadora. En el idioma chino, que expresa la ancestral sabiduría de ese gran pueblo, la palabra crisis se compone de dos ideogramas: Wēi que representa el peligro y Jī que representa la oportunidad.
El peligro es negar al prójimo y así, sin darnos cuenta, negar su humanidad, nuestra humanidad, negarnos a nosotros mismos, y negar el más importante de los mandamientos de Jesús. Esa es la deshumanización. Pero existe una oportunidad: que la luz del amor al prójimo ilumine la Tierra con su brillo deslumbrante como un relámpago en la oscuridad, que nos despierte y la verdadera humanidad brote con esa empecinada y fuerte resistencia de lo auténtico.
Hoy resuena en nuestros oídos la pregunta que el abogado le hace a Jesús en el Evangelio de Lucas «¿Y quién es mi prójimo?» ¿Quién es aquel al cual se debe amar como a sí mismo? Tal vez esperaba una respuesta cómoda para poder seguir con su vida “¿serán mis parientes? ¿Mis connacionales? ¿Aquellos de mi misma religión?…”. Tal vez quería llevar a Jesús a exceptuarnos de la obligación de amar a los paganos o los extranjeros considerados impuros en aquel tiempo. Este hombre quiere una regla clara que le permita clasificar a los demás en “prójimo” y “no prójimo”, en aquellos que pueden convertirse en prójimos y en aquellos que no pueden hacerse prójimos[2].
Jesús responde con una parábola que pone en escena a dos figuras de la élite de aquel entonces y a un tercer personaje, considerado extranjero, pagano e impuro: el samaritano. En el camino de Jerusalén a Jericó el sacerdote y el levita se encuentran con un hombre moribundo, que los ladrones han asaltado, robado, apaleado y abandonado.
La Ley del Señor en situaciones símiles preveía la obligación de socorrerlo, pero ambos pasan de largo sin detenerse. Tenían prisa. Pero el samaritano, aquel despreciado, aquel sobre quien nadie habría apostado nada, y que de todos modos también él tenía sus deberes y sus cosas por hacer, cuando vio al hombre herido, no pasó de largo como los otros dos, que estaban relacionados con el Templo, sino «lo vio y se conmovió» (v.33).
El samaritano se comporta con verdadera misericordia: venda las heridas de aquel hombre, lo lleva a un albergue, lo cuida personalmente, provee a su asistencia. Todo esto nos enseña que la compasión, el amor, no es un sentimiento vago, sino significa cuidar al otro hasta pagar personalmente. Significa comprometerse cumpliendo todos los pasos necesarios para “acercarse” al otro hasta identificarse con él: «amaras a tu prójimo como a ti mismo». Este es el mandamiento del Señor[3].
Las heridas que provoca el sistema económico que tiene al centro al dios dinero y que en ocasiones actúa con la brutalidad de los ladrones de la parábola, han sido criminalmente desatendidas. En la sociedad globalizada, existe un estilo elegante de mirar para otro lado que se practica recurrentemente: bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos, pero no se hace nada sistemático para sanar las heridas sociales ni enfrentar las estructuras que dejan a tantos hermanos tirados en el camino. Esta actitud hipócrita, tan distinta a la del samaritano, manifiesta la ausencia de una verdadera conversión y un verdadero compromiso con la humanidad.
Se trata de una estafa moral que, tarde o temprano, queda al descubierto, como un espejismo que se disipa. Los heridos están ahí, son una realidad. El desempleo es real, la violencia es real, la corrupción es real, la crisis de identidad es real, el vaciamiento de las democracias es real. La gangrena de un sistema no se puede maquillar eternamente porque tarde o temprano el hedor se siente y, cuando ya no puede negarse, surge del mismo poder que ha generado este estado de cosas la manipulación del miedo, la inseguridad, la bronca, incluso la justa indignación de la gente, transfiriendo la responsabilidad de todos los males a un “no prójimo”. No estoy hablando de personas en particular, estoy hablando de un proceso social que se desarrolla en muchas partes del mundo y entraña un grave peligro para la humanidad.
Jesús nos enseña otro camino. No clasificar a los demás para ver quién es el prójimo y quién no lo es. Tú puedes hacerte prójimo de quien se encuentra en la necesidad, y lo serás si en tu corazón tienes compasión, es decir, si tienes esa capacidad de sufrir con el otro. Tienes que hacerte samaritano.
Y luego, también, ser como el hotelero al que el samaritano confía, al final de la parábola, a la persona que sufre. ¿Quién es este hotelero? Es la Iglesia, la comunidad cristiana, las personas solidarias, las organizaciones sociales, somos nosotros, son ustedes, a quienes el Señor Jesús, cada día, confía a quienes tienen aflicciones, en el cuerpo y en el espíritu, para que podamos seguir derramando sobre ellos, sin medida, toda su misericordia y la salvación. En eso radica la auténtica humanidad que resiste la deshumanización que se nos ofrece bajo la forma de indiferencia, hipocresía o intolerancia.
Sé que ustedes han asumido el compromiso de luchar por la justicia social, defender la hermana madre tierra y acompañar a los migrantes. Quiero reafirmarlos en su opción y compartir dos reflexiones al respecto.
La crisis ecológica es real. “Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático”[4]. La ciencia no es la única forma de conocimiento, es cierto. La ciencia no es necesariamente “neutral”, también es cierto, muchas veces oculta posiciones ideológicas o intereses económicos. Pero también sabemos qué pasa cuando negamos la ciencia y desoímos la voz de la naturaleza. Me hago cargo de lo que nos toca a los católicos. No caigamos en el negacionismo. El tiempo se agota. Actuemos. Les pido, nuevamente, a ustedes, a los pueblos originarios, a los pastores, a los gobernantes, que defendamos la Creación.
La otra es una reflexión que ya la hice en nuestro último encuentro pero me parece importante repetir: ningún pueblo es criminal y ninguna religión es terrorista. No existe el terrorismo cristiano, no existe el terrorismo judío y no existe el terrorismo islámico. No existe. Ningún pueblo es criminal o narcotraficante o violento. “Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión”[5]. Hay personas fundamentalistas y violentas en todos los Pueblos y religiones que, además, se fortalecen con las generalizaciones intolerantes, se alimentan del odio y la xenofobia. Enfrentando el terror con amor trabajamos por la paz.
Les pido firmeza y mansedumbre para defender estos principios; les pido no intercambiarlos como mercancía barata y, como San Francisco de Asís, demos todo de nosotros para que: “allí donde haya odio, que yo ponga el amor, allí donde haya ofensa, que yo ponga el perdón; allí donde haya discordia, que yo ponga la unión; allí donde haya error, que yo ponga la verdad”[6].
Sepan que rezo por ustedes, que rezo con ustedes y quiero pedirle a nuestro Padre Dios que los acompañe y los bendiga, que los colme de su amor y los proteja. Les pido por favor que recen por mí y sigan adelante.