Si aquí no hay trabajo, la migración no se detiene, por más muros que construyan
VER
Los
primeros días de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos han
sido turbulentos. Lo que pensábamos que podrían ser sólo discursos y
promesas durante su campaña electoral, se está haciendo cruda realidad.
Pareciera que nadie lo puede detener en sus ímpetus y desplantes por
“salvar” la economía y la seguridad de su país. Nos considera a los
latinos del sur y a los musulmanes como una amenaza y como enemigos a
desechar. Y lo peor de todo es que muchos de sus compatriotas aplauden y
celebran sus decisiones. Como que en sus decretos encuentran un
desahogo al racismo que varios llevan en su corazón. Quizá esto explique
que un buen número de votantes, no la mayoría, le hayan dado el
triunfo. Desde luego que son más los norteamericanos que no son
racistas, sino fraternos y solidarios, respetuosos de los derechos
ajenos.
Ante la posible
deportación de más migrantes indocumentados o indeseados, ante el
desgarramiento de sus familias, ante la creciente dificultad para
ingresar a ese país, ante el aumento de aranceles para las exportaciones
de nuestros productos, ante las afectaciones que sufrirán nuestras
economías locales, pues dependemos demasiado de su mercado, todos, no
sólo las autoridades, hemos de enfrentar estos retos y desafíos.
PENSAR
El Papa Francisco, en La alegría del Evangelio, dice: “Los
males de nuestro mundo no deberían ser excusas para reducir nuestra
entrega y nuestro fervor. Mirémoslos como desafíos para crecer” (84).
“Una
de las tentaciones más serias que ahogan el fervor y la audacia es la
conciencia de derrota que nos convierte en pesimistas quejosos y
desencantados con cara de vinagre. Nadie puede emprender una lucha si de
antemano no confía plenamente en el triunfo. El que comienza sin
confiar perdió de antemano la mitad de la batalla y entierra sus
talentos. Aun con la dolorosa conciencia de las propias fragilidades,
hay que seguir adelante sin declararse vencidos” (85). “Los desafíos están para superarlos. Seamos realistas, pero sin perder la alegría, la audacia y la entrega esperanzada” (109).
ACTUAR
¿Qué hacer? Yo
confío en la fuerza de nuestra oración, para que la Cámara de
Representantes y el Senado de los Estados Unidos de Norteamérica
impongan a Trump los debidos límites a sus empeños, pues un Presidente
no puede ser un dictador de otros tiempos. Debe haber un equilibrio de
poderes.
Sin
embargo, el desafío más importante es generar más empleos en nuestros
países. Si aquí no hay trabajo, la migración no se detiene, por más
muros que construyan, por más tecnología y policías que implementen. Que
nuestros empresarios y gobernantes pongan alma, vida y corazón en
promover empleos en el país, para no depender permanentemente del
extranjero.
Hay
que salvar la agricultura, la pesca, la ganadería, para lograr la
autosuficiencia alimentaria; proteger el maíz criollo, que es la base de
la no dependencia; potenciar la industria del turismo, que hace
competente y sólida nuestra economía, pues Dios nos ha regalado muchas
maravillas naturales, arqueológicas, históricas, religiosas y
culturales, que son un atractivo mundial.
Proponer
a Estados Unidos que siga el ejemplo de Canadá, que tiene programas muy
exitosos de trabajadores temporales, muchos de ellos mexicanos, que van
allá con todos sus documentos en regla, con derechos laborales seguros,
y que no son una amenaza para su economía, sino que la sostienen y la
hacen prosperar. Si a Trump lo que le importa es la economía y la
seguridad de su país, esta es una forma plausible de lograrlo, sin muros
ni enemigos.
Volver
los ojos hacia Centro y Sudamérica, con quienes nos unen tantos lazos,
aunque sus economías no sean tan prósperas como las del Norte y las de
Europa. Unidos los pobres, pueden ser una fuerza extraordinaria de
crecimiento solidario. Y seguir expresando nuestra fraternidad con los
migrantes centroamericanos y de otros países que pasan por nuestra
geografía intentando llegar al Norte, pues su paso hacia allá será mucho
más difícil. Hemos de ofrecerles nuestro apoyo solidario, pues están en
mayor indefensión que nosotros mismos.