“Señor Rector. Ilustres profesores, queridos estudiantes y miembros del personal:
Les doy las gracias por haberme invitado a visitar esta Universidad,
la más joven de Roma, y les dirijo a todos mi cordial saludo. Doy las
gracias al rector, Mario Panizza por sus palabras de bienvenida y deseo
todo lo mejor para el trabajo y la misión de este Ateneo. La instrucción
y la formación académica de las nuevas generaciones son un requisito
básico para la vida y el desarrollo de la sociedad. He escuchado
vuestras preguntas y les agradezco. Las había leído antes e intentaré
responder tomando en cuenta mi experiencia.
Nuestra sociedad está llena de buenas acciones, de solidaridad y
amor hacia los demás: muchas personas y muchos jóvenes, seguramente
también entre ustedes, participan en el voluntariado y en actividades al
servicio de los necesitados. Y este es uno de los valores más grandes
del hay que estar agradecidos y orgullosos. Sin embargo, si miramos a
nuestro alrededor, vemos que en el mundo hay tantos, demasiados signos
de hostilidad y violencia. Como bien ha observado Giulia hay muchas
señales de un “actuar violento”.
Agradezco tu pregunta, Giulia, porque precisamente en este año el
Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz propone la no violencia como
forma de vida y de acción política. De hecho, estamos viviendo en una
guerra mundial en pedazos: Hay conflictos en muchas regiones del
planeta, que ponen en peligro el futuro de generaciones enteras. ¿Por
qué la comunidad internacional y sus organizaciones, no son capaces de
prevenirlos o detenerlos? ¿Los intereses económicos y estratégicos
tienen más peso que el interés común en la paz? Sin duda, estas son
preguntas que encuentran espacio en las aulas universitarias y resuenan,
en primer lugar, en nuestras conciencias. La universidad es un lugar
privilegiado en el que se forman las conciencias, en una estrecha
confrontación entre las exigencias del bien, de la verdad y la belleza,
y la realidad con sus contradicciones. ¿Un ejemplo concreto? La
industria de las armas.
Durante décadas se está hablando de desarme, también se han puesto
en marcha procesos importantes en este sentido, pero, por desgracia, en
la actualidad, a pesar de todas las conversaciones y compromisos, muchos
países están aumentando el gasto en armas. Y esto, en un mundo que
todavía lucha contra el hambre y las enfermedades, es una contradicción
escandalosa”.
Ante esta dramática realidad uno se pregunta con razón, cuál debería
ser nuestra respuesta. Desde luego, no una actitud de desánimo y
desconfianza. En particular ustedes los jóvenes, no se pueden permitir
vivir sin esperanza, la esperanza forma parte de vosotros. Cuando falta
la esperanza, falta la vida; y entonces algunos van en busca de una
existencia engañosa ofrecida por los mercaderes de la nada que venden
cosas que dan una felicidad temporal y aparente, pero en realidad
desembocan en callejones sin salida, sin futuro, en auténticos
laberintos existenciales.
Las bombas destruyen los cuerpos, las adicciones destruyen las
mentes, las almas, e incluso los cuerpos. Y en esto doy otro ejemplo
concreto de la contradicción actual: la industria de los juegos de azar.
Las universidades pueden aportar una valiosa contribución a los
estudios para prevenir y combatir la adicción a los juegos de azar, que
causan graves daños a las personas y a las familias y altos costos
sociales”.
Una respuesta que me gustaría sugerir – y tengo presente la pregunta
de Niccoló – es que se comprometan también como universidades en
proyectos de condivisión y de servicio a los últimos, para fomentar en
nuestra ciudad, Roma, el sentido de pertenencia a una “patria común “.
Nos interpelan tantas urgencias sociales y tantas situaciones de
penuria y de pobreza: pensemos en las personas que viven en la calle, en
los emigrantes, en los necesitados no sólo de alimentos y ropa, sino de
un lugar en la sociedad, como los que salen de la cárcel . Saliendo al
encuentro de estas pobrezas sociales, nos convertimos en protagonistas
de acciones constructivas que se oponen a las destructivas de los
conflictos violentos y también a la cultura del hedonismo y del
descarte, basada en los ídolos del dinero, del placer, del aparentar…En
cambio, trabajando con proyectos, incluso pequeños, que favorecen el
encuentro y la solidaridad, recuperamos juntos un sentido de confianza
en la vida.
En cualquier entorno, especialmente en el universitario, es
importante leer y enfrentar este cambio de época con reflexión y
discernimiento, es decir sin prejuicios ideológicos, sin miedos o
fugas. Cualquier cambio, incluso el actual, es un pasaje que trae
consigo dificultades, penurias y sufrimientos, pero también nuevos
horizontes para el bien. Los grandes cambios exigen un replanteamiento
de nuestros modelos económicos, culturales y sociales, para recuperar el
valor central de la persona humana.
Riccardo en la tercera pregunta se refería a “las informaciones que
en un mundo globalizado son vehiculadas sobre todo por las redes
sociales”. En este ámbito tan complejo, creo que es necesario operar un
sano discenimiento, basado en criterios éticos y espirituales. Hace
falta interrogarse sobre lo que es bueno, teniendo como punto de
referencia los valores propios de una visión del hombre y del mundo, una
visión de la persona en todas sus dimensiones, sobre todo la
trascendente.
Y hablando de trascendencia, quiero hablar de persona a persona y dar
testimonio de quien soy. Me profeso cristiano y la trascendencia a la
que me abro y a la que miro tiene un nombre: Jesús. Estoy convencido de
que su Evangelio es una fuerza de verdadera renovación personal y
social.
Hablando así, no les propongo ilusiones o teorías filosóficas o
ideológicas, ni tampoco quiero hacer proselitismo. Les hablo de una
Persona que me salió al encuentro, cuando tenía más o menos vuestra
edad, abrió mis horizontes y cambió mi vida. Esta Persona puede llenar
nuestro corazón de alegría y nuestra vida de significado. Es mi
compañero de viaje; Él no defrauda y no traiciona. Está siempre con
nosotros. Se coloca, con respeto y discreción a lo largo del camino de
nuestra vida, nos sostiene especialmente en la hora de la pérdida y la
derrota, en el momento de la debilidad y del pecado, para volvernos a
situar siempre en el camino. Este es el testimonio personal de mi vida.
Non tengan miedo de abrirse a los horizontes del espíritu, y si
reciben el don de la fe –porque la fe es un don– no tengan miedo de
abrirse al encuentro con Cristo y de profundizar la relación con él. La
fe nunca limita el ámbito de la razón, sino que lo abre a una visión
integral del hombre y de la realidad, defendiendo del peligro de reducir
la persona a “material humano”.
Con Jesús no desaparecen las dificultades, pero se enfrentan de una
manera diferente, sin miedo, sin mentirse a sí mismos y a los demás; se
enfrentan con la luz y la fuerza que viene de Él. Y podemos llegar a
ser, como decía Riccardo, “operadores de la caridad intelectual”, a
partir de la misma Universidad, para que sea un lugar de formación a la
“sabiduría” en el sentido más amplio del término, de educación integral
de la persona. En esta perspectiva, la Universidad ofrece su
contribución peculiar y esencial para la renovación de la sociedad.
Y la Universidad también puede ser el lugar donde se elabora la
cultura del encuentro y de la acogida de las personas de diferentes
tradiciones culturales y religiosas. Nour, que viene de Siria, ha hecho
referencia al “miedo” del occidental ante el extranjero, ya que podría
“poner en peligro la cultura cristiana de Europa”.
Aparte del hecho de que la primera amenaza a la cultura cristiana de
Europa está precisamente dentro de Europa, el encerrarse en uno mismo o
en su propia cultura nunca es el camino para devolver la esperanza y
operar una renovación social y cultural.
Una cultura se consolida en la apertura y en la confrontación con
otras culturas, siempre que tenga una conciencia clara y madura de sus
principios y valores. Por tanto, animo a los profesores y a los
estudiantes a que vivan la Universidad como un ambiente de diálogo
auténtico, que no homologa la diversidad ni tampoco la exaspera, sino
que abre a una confrontación constructiva. Estamos llamados a comprender
y apreciar los valores del otro, superando las tentaciones de la
indiferencia y del temor. Nunca tengan miedo del encuentro, del diálogo,
de la confrontación.
Mientras prosigue vuestra trayectoria de enseñanza y de estudios universitarios, prueben a preguntarse: ¿Mi forma mentis
se está haciendo más individualista o más solidaria? Si es más
solidaria es una buena señal porque van contra corriente, pero en la
única dirección que tiene un futuro y que da futuro. La solidaridad, no
proclamada con palabras, sino vivida concretamente, crea paz y esperanza
para cada país y para el mundo entero. Y ustedes, por el hecho de
trabajar y estudiar en la universidad, tiene la responsabilidad de
dejar una huella buena en la historia.
Les agradezco de todo corazón por este encuentro y por vuestra
atención. Que la esperanza sea la luz que ilumine siempre vuestro
estudio y vuestro compromiso. Sobre cada uno de vosotros y sobre
vuestras familias invoco la bendición del Señor”.