VER
Más de 750
catequistas de comunidades y de adultos, no de niños, en representación
de otros 5 mil que hay en nuestra diócesis, han realizado su V Encuentro
de tres días, con el objetivo de “Revivir,
a la luz de la Palabra de Dios y el Magisterio del Papa Francisco, los
valores de nuestra dignidad humana, para poder servir mejor a nuestras
comunidades y construir un mundo con justicia y paz”. El tema central ha sido: La dignidad de la persona humana. Su lema: Con dignidad y alegría, evangelizar para cambiar la realidad.
Se ha seguido el método tradicional entre nosotros: ver, en la
realidad, qué tanto se toma en cuenta o se viola la dignidad humana. Se
han hecho exposiciones doctrinales sobre lo que esta dignidad implica,
sobre todo a partir de la Sagrada Escritura y del Magisterio eclesial,
desde el Concilio Vaticano II. Se han asumido compromisos para
transformar lo negativo y para ayudar a que vivamos de acuerdo con el
plan de Dios.
Desde hace más de 60
años, se inició aquí un fuerte movimiento catequístico en las
comunidades. En aquellos años, no se le daba importancia a la catequesis
de niños, pues la familia y la comunidad asumían esta tarea. Ahora,
tenemos más de 2,000 catequistas de niños, y más de 6,000 de adultos, o
de comunidades. La mayoría son indígenas, pobres, campesinos. Se hacen
cargo de las celebraciones dominicales de la Palabra de Dios, en los
lugares donde no hay presbíteros ni diáconos. Varios son ministros
extraordinarios de la Comunión. Se encargan de las catequesis
presacramentales y de visitar a los enfermos. Junto con los diáconos
permanentes, son una fuerza extraordinaria de evangelización. Aumentan
más y más las mujeres en estos servicios. Con su trabajo, se ha logrado
disminuir la deserción de católicos y algunos que se habían adherido a
otras denominaciones, están regresando al seno de la Iglesia Católica.
Sigue habiendo deserción de católicos, pero cada día en menor
proporción, gracias a estos catequistas y diáconos.
En un trabajo previo
a este Encuentro, se preguntó a las comunidades qué tanto se respetaba o
no la dignidad de las personas, y en sus respuestas reiteraron que hay
avances, pero también persiste el machismo y la minusvaloración de la
mujer, la discriminación y el racismo. Afirman que no siempre se respeta
a los migrantes y se abandona a los ancianos y a los presos.
PENSAR
El Papa Francisco nos ha dicho: “Confesar
a un Padre que ama infinitamente a cada ser humano implica descubrir
que con ello le confiere una dignidad infinita. Confesar que el Hijo de
Dios asumió nuestra carne humana significa que cada persona humana ha
sido elevada al corazón mismo de Dios. Confesar que Jesús dio su sangre
por nosotros nos impide conservar alguna duda acerca del amor sin
límites que ennoblece a todo ser humano. Confesar que el Espíritu Santo
actúa en todos implica reconocer que Él procura penetrar toda situación
humana y todos los vínculos sociales” (EG 178).
“La
dignidad de cada persona humana y el bien común son cuestiones que
deberían estructurar toda política económica, pero a veces parecen sólo
apéndices agregados desde fuera para completar un discurso político sin
perspectivas ni programas de verdadero desarrollo integral” (EG 203).
“Cualquier
comunidad de la Iglesia, en la medida en que pretenda subsistir
tranquila sin ocuparse creativamente y cooperar con eficiencia para que
los pobres vivan con dignidad y para incluir a todos, también correrá el
riesgo de la disolución, aunque hable de temas sociales o critique a
los gobiernos. Fácilmente terminará sumida en la mundanidad espiritual,
disimulada con prácticas religiosas, con reuniones infecundas o con
discursos vacíos” (EG 207).
“Un
ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en
cada etapa de su desarrollo. Toda violación de la dignidad personal del
ser humano grita venganza delante de Dios y se configura como ofensa al
Creador del hombre” (EG 213).
ACTUAR
Debemos educar y
educarnos para respetar y amar a todo ser humano, desde que empieza su
vida en el seno materno, hasta su muerte natural, independientemente de
su sexo, raza, color, edad, condición social, opción política, cultura y
religión. Toda persona es imagen y semejanza de Dios. Jesucristo dio la
vida por todos. Somos hermanos, hermanas, y por encima de todo, está la
dignidad natural y sobrenatural que Dios nos ha regalado y que debemos
conservar y proteger.