2/28/17

Domingo IX del Tiempo ordinario - Ciclo A

P. Antonio Rivero, L.C. 

Textos: Deuteronomio 11, 18.26-28; Romanos 3, 12-15.28; Mateo 7, 21-27
Idea principal: Edificar mi vida presente y futura, personal y familiar, sobre la roca de Cristo y su Palabra, escuchada y puesta por obra, y no sobre la arena movediza de las palabras bonitas y vacías, de los caprichos, modas, gustos personales y vicios.
Resumen del mensaje: Quien edifica sobre la roca de Cristo, seguro que escogerá el camino arduo de la salvación y no el de la perdición, que es más placentero (primera y segunda lectura). Quien edifica sobre la roca de Cristo, tiene asegurada su casa contra la lluvia, los vientos y las riadas (evangelio). Es el hombre sabio.
Puntos de la idea principal:
En primer lugar, para edificar bien nuestra casa necesitamos ser unos buenos arquitectos y contar con materiales firmes, fuertes y resistentes, y seguir las leyes de una sabia arquitectura. Si no, nos exponemos a que cualquier terremoto, por pequeño que sea, o una inundación, o sencillamente el peso del edifico, den al traste con toda la construcción. ¿Cuáles son esos elementos resistentes y macizos? Cimiento resistente será Cristo y la Palabra de Dios meditada diariamente. La arena y la cal del sacrificio personal mezclada con el agua de la oración hará que los ladrillos de las virtudes se fortalezcan y se solidifiquen. El pico y la pala no es otra cosa que la voluntad recia de acero.
En segundo lugar, vendrán las lluvias que son las pruebas de arriba, permitidas por Dios. Soplarán los vientos de los falsos profetas, dice Orígenes, que quieren halagar los oídos; pruebas de nuestros hermanos. Las riadas de nuestras pasiones interiores querrán acabar con nuestra casa; el Crisóstomo enumera estas riadas: fornicación, malicia, embriaguez, ira, y toda clase de vicios. Podemos enumerar otras: edificar nuestra fe sobre supuestas apariciones, tradiciones familiares o sociales, sentimientos, ambiciones, fanatismos e ideologías de todo tipo.
Finalmente, santa Teresa de Jesús considera “nuestra alma como un castillo todo de un diamante o muy claro cristal, adonde hay muchos aposentos, así como en el cielo hay muchas moradas….Pues consideremos que este castillo tiene como he dicho muchas moradas, unas en lo alto, otras en bajo, otras a los lados; y en el centro y mitad de todas éstas tiene la más principal, que es adonde pasan las cosas de mucho secreto entre Dios y el alma” (Primeras moradas, capítulo 1). Si es así, entonces urge que construyamos nuestra vida sobre cimientos sólidos, resistentes y macizos para que Dios se sienta a gusto en ese castillo, y no entren las sabandijas y cualquier mal aire o inquilino indeseado que nos quiera poner una bomba.
Para reflexionar: ¿Sobre qué tengo fundamentada mi casa: la roca de Cristo o la arena de mi egoísmo? El que dice y habla mucho, pero no cumple es como un árbol frutal que enseña muchas hojas, pero muy pocos frutos. O como un castillo de naipes.
Para rezar: Señor Jesús, sé que Tú eres la única roca firme sobre la cual debo construir mi vida. Solo Tú le puedes dar auténtico sentido a todas mis actividades, y junto a Ti no hay batalla ni lucha que no pueda vencer. Acompáñame y ayúdame con tu gracia a procurar que seas Tú el centro de mi vida y la roca firme sobre la cual construyo mi santidad. Señor, Dios mío, puesto en tu presencia me doy cuenta de que muchas veces construyo mi vida sobre cosas efímeras, que no tienen valor. Te aparto de mis proyectos, de mis ideales, de mis planes, y me dejo llevar por cosas pasajeras y que en última instancia me dejan vacío. Ayúdame a construir una vida de santidad y felicidad a tu lado, siempre en referencia a ti y tu Plan Divino de Amor. Amén.