Juan Manuel Mora
El autor repasa la vida de monseñor
Fernando Ocáriz, de quien destaca que su labor como teólogo y como
profesor universitario que sabe “hacer comprensible lo complejo"
El Papa ha nombrado a Mons. Fernando Ocáriz Prelado del Opus Dei. El Prelado es también, por su cargo, Gran Canciller de la Universidad de Navarra. Se trata del cuarto Gran Canciller, después de Josemaría Escrivá, Álvaro del Portillo y Javier Echevarría. Además Fernando Ocáriz es antiguo alumno de la Universidad de Navarra, donde recibió el doctorado en Teología en 1971.
El nuevo Prelado nació en París en 1944,
estudió Físicas en Barcelona y lleva cincuenta años trabajando en Roma.
Si tuviera que resumir su perfil en pocas palabras, elegiría estas:
teólogo, universitario, con hondo sentido de Iglesia. A la Teología ha
dedicado Fernando Ocáriz muchos años de estudio y de trabajo. Hasta el
punto de que la actividad ha marcado en mi opinión su modo de ser.
Es amigo de la razón, la lógica, los
argumentos, la claridad. Ha publicado libros y artículos sobre Dios, la
Iglesia y el mundo, con esa amplitud de miras que proporciona la mirada
teológica. Muestra un espíritu abierto en los debates: le he oído decir,
por ejemplo, que “las herejías son soluciones equivocadas a problemas
reales", animando así a aceptar la existencia de los problemas, a
comprender a quien los detecta y a buscar soluciones alternativas
aceptables.
Además de teólogo, es un universitario.
Profesor desde muy joven, quienes han asistido a sus clases afirman que
suele lograr lo más difícil: hacer comprensible lo complejo. Sabe
explicar y sabe escuchar. Tiene la paciencia del profesor, que todos los
años debe empezar de cero con alumnos que llegan con pocos
conocimientos y muchas preguntas.
Gran parte del trabajo teológico de
Fernando Ocáriz se ha desarrollado en el ámbito de la Congregación para
la Doctrina de la Fe, de la que ha sido consultor desde 1986. Durante 20
años pudo trabajar cerca del Cardenal Ratzinger,
Prefecto de aquella Congregación, en temas de dogmática, cristología y
eclesiología. El trabajo de esa Congregación requiere ciencia y también
prudencia. Y, como suele suceder a los que trabajan en el Vaticano, la
labor de consultor aporta un hondo sentido eclesial. Roma es una atalaya
desde la que se conoce a la Iglesia en extensión y en profundidad. Uno
de los documentos que presentó en el Vaticano fue precisamente el que
está dedicado a la Iglesia como comunión, en 1992.
Además de ser profesor de universidad y
consultor del Vaticano, Fernando Ocáriz ha trabajado en la sede central
del Opus Dei, siempre en el ámbito de la teología, la formación y la
catequesis. Primero con san Josemaría, después con Álvaro del Portillo y
finalmente con Javier Echevarría. De este último fue el colaborador más
cercano durante 22 años. En ese sentido se puede afirmar que conoce
bien la realidad del Opus Dei de los últimos cincuenta años.
Además de estos datos de su perfil,
¿cómo es Fernando Ocáriz? ¿Qué personalidad tiene? De carácter sereno y
trato fácil, amable y sonriente, no es amigo de la palabrería. De él
pude aprender algo del arte de la escritura. Suele decir que para
mejorar un texto casi siempre lo mejor es acortarlo, podar las palabras
sobrantes, repetidas, imprecisas. Algo parecido ha escrito el literato
italiano Leonardo Sciascia.
No me extrañó saber que la Congregación contó con su ayuda para la publicación del Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica,
excelente síntesis de un texto mucho más largo. Lo que digo en este
artículo, él lo habría dicho mucho más brevemente. A sus 72 años sigue
practicando deporte, sobre todo el tenis. Mantiene las cualidades del
deportista: no importa el esfuerzo, nobleza obliga, no vale rendirse.
También los teólogos pueden tener espíritu deportivo.
Desde la Universidad de Navarra le hemos
transmitido nuestros deseos de apoyarle en lo que esté en nuestra mano.
Al final, casi todo en esta vida es labor de equipo.