Señores cardenales,
Queridos hermanos y hermanas:
Queridos hermanos y hermanas:
Estoy muy contento de recibiros con motivo de la Primera Asamblea
Plenaria de la Secretaría para la Comunicación, durante la cual os
estáis esforzando en profundizar en el conocimiento mutuo y en examinar
los pasos que ha dado hasta ahora el Dicasterio que he querido para un
nuevo sistema de comunicación de la Santa Sede, así como en reflexionar
sobre un tema tan actual y sugestivo como el de la cultura digital.
Doy gracias al Prefecto Monseñor Viganò por su introducción y deseo expresarle mi agradecimiento, así como a todos vosotros, aquí presentes, al igual que a aquellos que han contribuido de diversas maneras en la preparación de los trabajos de estos días.
Doy gracias al Prefecto Monseñor Viganò por su introducción y deseo expresarle mi agradecimiento, así como a todos vosotros, aquí presentes, al igual que a aquellos que han contribuido de diversas maneras en la preparación de los trabajos de estos días.
El tema de la plenaria es uno de los que más me interesan; lo he
abordado ya en varias ocasiones. Se trata de estudiar nuevos criterios y
modalidades de comunicar el Evangelio de la misericordia a todas las
gentes , en el corazón de las diferentes culturas, a través de los
medios de comunicación que el nuevo contexto cultural digital pone a
disposición de nuestros contemporáneos.
Este Dicasterio, que cumplirá dos años el próximo 27 de junio, -dos
velas- se presenta en plena reforma. Y no debemos tener miedo de esta
palabra. Reforma no es “blanquear” un poco las cosas: reforma es dar
otra forma a las cosas, organizarlas de otra manera. Y se debe hacer con
inteligencia, con mansedumbre, pero también, también –permitidme la
palabra- con un poco de “violencia”, pero buena, violencia buena, para
reformar las cosas. Está en plena reforma desde el momento en que es
una nueva realidad que está dando ya pasos irreversibles.
Efectivamente, en este caso, no se trata de una coordinación o de
una fusión de los dicasterios precedentes, sino de construir una
institución, verdadera y propia, ex novo, como he escrito en el Motu proprio
que la instituía: ” El contexto actual de la comunicación,
caracterizado por la presencia y el desarrollo de los medios digitales y
por los factores de convergencia e interactividad, requiere un
replanteamiento del sistema de información de la Santa Sede y una
reorganización que, valorando lo realizado en la historia del ámbito de
la comunicación de la Sede apostólica, proceda con firmeza hacia una
integración y gestión unitaria. Por tales motivos, -proseguía- he
considerado que todas las realidades, que, de diversas formas hasta hoy
se han ocupado de la comunicación, se agrupen en un nuevo dicasterio de
la Curia romana, que se denominará Secretaría para la comunicación. De
este modo, el sistema de comunicación de la Santa Sede responderá cada
vez mejor a las exigencias de la misión de la Iglesia”.
Este nuevo sistema de comunicación nace de la necesidad de la
llamada “convergencia digital”. De hecho, en el pasado, cada modalidad
de comunicación tenía sus propios canales. Cada forma de expresión tenía
su propio medium: las palabras escritas, el periódico o los
libros, las imágenes fotográficas y en movimiento, el cine y la
televisión, las palabras habladas y la música, la radio y los CD.
Todas estas formas de comunicación hoy en día son transmitidas con un
código único que se sirve del sistema binario. En este marco, por lo
tanto, “L’Osservatore Romano”, que a partir del próximo año pasará a
formar parte del nuevo dicasterio, tendrá que encontrar un modo, nuevo y
diferente, para llegar a un mayor número de lectores de los que alcanza
en formato de papel .
También Radio Vaticano , convertida desde hace años en un conjunto
de portales, debe ser replanteada sobre la base de nuevos modelos y
adaptarse a las tecnologías modernas y a las necesidades de nuestros
contemporáneos. A propósito del servicio radiofónico, quiero hacer
hincapié en los esfuerzos que el Dicasterio está haciendo con los
países con poca disponibilidad tecnológica (pienso, por ejemplo, en
África) para la racionalización de las ondas cortas que nunca han sido
abandonadas.
Y en esto quiero hacer hincapié: nunca han sido abandonadas. Dentro
de algunos meses también la Libreria Editorial Vaticana, la antigua
Tipografía Políglota Vaticana y, como decía, “L’Osservatore Romano”
pasarán a formar parte de la gran comunidad de trabajo del nuevo
dicasterio, y esto requerirá la disponibilidad de armonizarse con un
nuevo diseño de producción y distribución. La tarea es grande; el reto
es grande, pero se puede hacer, se debe hacer.
La historia es, indudablemente, un patrimonio de valiosas
experiencias que hay que defender y utilizar como impulso hacia el
futuro. De lo contrario, se reduciría a un museo, interesante y
agradable de visitar, pero incapaz de proporcionar fuerza y coraje
para proseguir el viaje. En este horizonte de construcción de un nuevo
sistema de comunicación se coloca, además, el laborioso esfuerzo de
formación y actualización del personal.
Queridos hermanos y hermanas, el trabajo que os espera es amplio y
articulado. Con la contribución de cada uno, se cumplirá esta reforma
que ” teniendo en cuenta la historia de lo que se ha realizado en el
marco de la comunicación de la Sede Apostólica” está encaminada “hacia
una integración y gestión unitaria”. (Estatuto de la Secretaría para la
Comunicación 6 de septiembre, 2016).
Os animo, por lo tanto, a trabajar en las comisiones de estudio, con
un análisis detallado y, después de identificar los caminos, a decidir y
proceder con valor siguiendo los criterios elegidos.
Os pido, además, que el principio rector sea el apostólico,
misionero, con una especial atención a las situaciones de malestar, de
pobreza, de dificultad, conscientes de que también ellas deben
abordarse con soluciones adecuadas. Así se hace posible llevar el
Evangelio a todos, valorizar los recursos humanos, sin sustituirse a la
comunicación de las Iglesias locales y, al mismo tiempo, sosteniendo a
las comunidades eclesiales que más lo necesitan.
No dejemos que nos venza la tentación del apego a un pasado glorioso;
hagamos, en cambio un gran trabajo de equipo para responder mejor a los
nuevos retos de la comunicación que la cultura nos demanda hoy en día,
sin miedo y sin imaginar escenarios apocalípticos.
Mientras os renuevo mi agradecimiento por haber aceptado trabajar en
este ámbito tan importante y delicado de la misión de Iglesia, quiero
extender también mi saludo y mi gratitud a los consultores recién
nombrados. Os exhorto a dar testimonio de colaboración y de compartir
fraterno, mientras invoco sobre todos vosotros la bendición del Señor,
por intercesión de María Santísima, Madre de la Iglesia, que, con su
ternura, vela siempre sobre nosotros.