Mons.
Obispo de San Cristóbal de Las Casas
Estamos reunidos en asamblea diocesana casi 300 personas, sacerdotes, religiosas y la mayoría laicas y laicos de las 57 parroquias de nuestra diócesis, con el objetivo de profundizar la situación, identidad y misión de la mujer en la sociedad y en la Iglesia hoy, iluminados por las Sagradas Escrituras y el Magisterio eclesial, para que vivamos la dignidad de hijas e hijos de Dios, con la que Él nos soñó al crearnos a su imagen y semejanza.
Se
escogió este tema con ocasión de los 25 años del área diocesana de
mujeres, que ha promovido el lugar que Dios quiere para ellas, leyendo
la vida y la Biblia con ojos, mente y corazón de mujer. Su aportación ha
sido muy valiosa. Se nota en la vida familiar, social y eclesial, pues
ya hay muchas mujeres que hablan, defienden sus derechos y son
promotoras de cambios y desarrollo social.
Como
siempre, partimos de un análisis de la realidad. Para ello, hicimos una
consulta previa a las sietes regiones pastorales de la diócesis y
escuchamos el aporte de un equipo diocesano que hace un análisis
permanente de la realidad. Pero, sobre todo, escuchamos testimonios
directos de una mujer indígena, una joven, una mujer que ha sufrido
violencia, una mujer migrante, una mujer catequista, una mujer indígena
universitaria, una madre soltera, una mujer anciana. Escuchar las
experiencias de estas mujeres nos ayuda mucho a conocer mejor la real
situación que viven.
Desde
luego, constatamos una vez más que persisten el machismo, la
marginación, el menosprecio, y no faltan casos de prostitución familiar,
trata, cierta esclavitud y feminicidios. Sin embargo, cada día las
mujeres defienden y adquieren su lugar y sus derechos en todos los
ámbitos. Hay muchas mujeres indígenas universitarias y profesionistas.
Ya no las casan sus padres con quienes éstos deciden, sino que ellas
asumen su dignidad. Pero falta mucho por avanzar.
Como
iluminación doctrinal, escuchamos exposiciones sobre la mujer en la
Sagrada Escritura, en el magisterio pontificio, en el magisterio
latinoamericano, en nuestro Sínodo y Plan Diocesano y en la reflexión
teológica actual. Al final, proponemos acuerdos a nivel personal,
parroquial, equipo pastoral regional y diócesis.
PENSAR
El Papa Francisco, en su Exhortación Evangelii gaudium, dice: “La
Iglesia reconoce el indispensable aporte de la mujer en la sociedad,
con una sensibilidad, una intuición y unas capacidades peculiares que
suelen ser más propias de las mujeres que de los varones. Por ejemplo,
la especial atención femenina hacia los otros, que se expresa de un modo
particular, aunque no exclusivo, en la maternidad. Reconozco con gusto
cómo muchas mujeres comparten responsabilidades pastorales junto con los
sacerdotes, contribuyen al acompañamiento de personas, de familias o de
grupos y brindan nuevos aportes a la reflexión teológica. Pero todavía
es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más
incisiva en la Iglesia. Porque el genio femenino es necesario en todas
las expresiones de la vida social; por ello, se ha de garantizar la
presencia de las mujeres también en el ámbito laboral y en los diversos
lugares donde se toman las decisiones importantes, tanto en la Iglesia
como en las estructuras sociales” (103).
“Las
reivindicaciones de los legítimos derechos de las mujeres, a partir de
la firme convicción de que varón y mujer tienen la misma dignidad,
plantean a la Iglesia profundas preguntas que la desafían y que no se
pueden eludir superficialmente. El sacerdocio reservado a los varones,
como signo de Cristo Esposo que se entrega en la Eucaristía, es una
cuestión que no se pone en discusión, pero puede volverse
particularmente conflictiva si se identifica demasiado la potestad
sacramental con el poder. La configuración del sacerdote con Cristo
Cabeza no implica una exaltación que lo coloque por encima del resto. En
la Iglesia las funciones no dan lugar a la superioridad de
los unos sobre los otros. De hecho, una mujer, María, es más importante
que los obispos. Aquí hay un gran desafío para los pastores y para los
teólogos, que podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con
respecto al posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones
importantes, en los diversos ámbitos de la Iglesia” (104).
ACTUAR
Debemos
convertirnos, cambiar nuestras actitudes, para dar a la mujer el lugar
que Dios quiere para ella tanto en la familia y en la comunidad, como en
la estructura y vida de la Iglesia.