5/15/17

Fátima: peregrinación al Carmelo de Sor Lucía



15.483 documentos, en 19 cajas lacradas  destinadas a Roma, para el proceso de canonización



En las alturas de la ciudad, a unos 120 km de Fátima, en el Carmelo de Coimbra donde Sor Lucía de Fátima ha vivido la mayor parte de su vida -entró a los 41 años y fue al cielo a los 97 años- es ahora un lugar de peregrinación, aunque descansa en la basílica de la Trinidad en Fátima.

Este lunes, 14 mayo de 2017, los grupos se turnaron para la misa en la capilla del Carmelo, para visitar el memorial, o para hacerse una sola foto de la estatua del vidente adornada con rosas blancas de Portugal. Entre ellas 40 personas de Massachusetts, 27 personas de Nueva York, o mi autobús de peregrinos de Filipinas, Costa de Marfil, Portugal, Italia y Francia.

Entre los grupos franceses, estaba una radio de Saint-Etienne, Radio Esperanza, que transmitió en vivo este lunes la hora de la misericordia, la misa y las vísperas cantadas por las carmelitas, después de haber transmitido en directa desde Fátima la misa en la capilla de las apariciones, en Rosario en Arneiro, el pueblo nativo de pequeños videntes de Aljustrel, la hora de la misericordia, una Via Crucis y las celebraciones presididas por Francisco.

El proceso diocesano de beatificación de Sor Lucía concluyó hace tres meses, el 13 de febrero de 2017, en el 12º aniversario de su “nacimiento para el cielo”. Los documentos reunidos desde el inició del proceso, el 30 de abril de 2008, son 15.483 páginas, sigiladas con lacre rojo en 19 cajas por un notario y luego enviadas a Roma a la Congregación para las Causas de los Santos.

Estos documentos representan el trabajo de 2 obispos, 2 postuladores, 3 vicepostuladores, 8 personas de la comisión histórica, y 61 testigos, entre ellos un cardenal, 4 obispos y 34 laicos.

El acto de clausura de este proceso , “ardientemente deseado por muchas personas del mundo católico”, fue presidida por el obispo de Coimbra, el obispo Virgilio Antunes, quien agradeció a todos los involucrados en el proceso de beatificación.

El postulador, el padre carmelita Romano Gambalunga, citó la bienaventuranza de los puros de corazón: “Lucía era una de ellos: una mujer de corazón puro, con una gran tarea durante el siglo XX”, una personalidad caracterizada por su fe, “por la grandeza y su humildad, su sencillez que permitió sea guiada por su libertad espiritual a la luz de la oración y en la alegría de saber la gracia de Dios”, ya que la edad de diez años Lucía tenía esta conciencia de estar “en Dios”.

La fase romana del proceso de beatificación ha comenzado, y se debe hacer referencia a la revisión de las virtudes humanas y cristianas de la hermana Lucía, a la luz de sus muchos escritos, incluyendo su extensa correspondencia, y de los testimonios.

Si la revisión concluye con un decreto aprobado por el Papa que reconoce el carácter ‘heroico’ de sus virtudes, ella será proclamada ‘venerable’. Si a continuación se verifica un milagro por su intercesión, ella podrá ser beatificada.

Con la apertura de la fase romana, la Iglesia permite la distribución de las primeras reliquias llamadas de 2º grado, del tejido utilizado por Sor Lucía para devoción personal, pero sin veneración pública.

Un memorial se estableció cerca de Carmelo,con algunos objetos personales utilizados por Sor Lucía: su primer rosario, la cinta que estaba utilizando en el momento de las apariciones, además del manuscrito original de su primer libro, su capa blanca y su hábito marrón de carmelita, sus trabajos bordados con oro, fotos, su máquina de escribir, la bolsa de la correspondencia, con la última: una copia del fax recibido de Roma el día antes de su muerte, en la que san Juan Pablo II ya muy enfermo le expresó su afecto y oración.

Ella le había enviado su bastón con el cardenal Tarcisio Bertone, con el deseo de que pudiera caminar y el Papa bromeaba sobre el bastón de Sor Lucía.

Juan Pablo II le regaló un rosario que se puede ver el Memorial y tuvo un vínculo especial con Fátima y Lucía, particularmente desde el atentado del 13 de mayo de 1981.

Y envió al futuro cardenal Tarcisio Bertone -entonces “número dos” de la Doctrina de la Fe- para consultar la exactitud de la interpretación del “tercer secreto” y sobre su integridad antes de su publicación en 2000. A lo que Lucía respondió ‘Sí’. Y para verificar si la consagración del mundo al Inmaculado Corazón del 25 de marzo de 1984 había respondido al pedido hecho por la Madre de Dios, a lo que Lucía respondió nuevamente ‘Sí’.

Cuando Bertone señaló que algunos decían que había otro secreto que ella dijo: No conozco ningún otro. Y se sorprendió que pudieran pasar tanto tiempo buscando lo que no existe, en lugar de preocuparse de poner en práctica los mensajes bien conocidos de la Virgen.