15.483 documentos, en 19 cajas lacradas destinadas a Roma, para el proceso de canonización
En las alturas de la ciudad, a unos 120 km de Fátima, en el Carmelo de Coimbra donde Sor Lucía de Fátima ha vivido la mayor parte de su vida -entró a los 41 años y fue al cielo a los 97 años- es ahora un lugar de peregrinación, aunque descansa en la basílica de la Trinidad en Fátima.
Este lunes, 14 mayo de 2017, los grupos se turnaron para la misa en
la capilla del Carmelo, para visitar el memorial, o para hacerse una
sola foto de la estatua del vidente adornada con rosas blancas de
Portugal. Entre ellas 40 personas de Massachusetts, 27 personas de Nueva
York, o mi autobús de peregrinos de Filipinas, Costa de Marfil,
Portugal, Italia y Francia.
Entre los grupos franceses, estaba una radio de Saint-Etienne, Radio
Esperanza, que transmitió en vivo este lunes la hora de la misericordia,
la misa y las vísperas cantadas por las carmelitas, después de haber
transmitido en directa desde Fátima la misa en la capilla de las
apariciones, en Rosario en Arneiro, el pueblo nativo de pequeños
videntes de Aljustrel, la hora de la misericordia, una Via Crucis y las
celebraciones presididas por Francisco.
El proceso diocesano de beatificación de Sor Lucía concluyó hace tres
meses, el 13 de febrero de 2017, en el 12º aniversario de su
“nacimiento para el cielo”. Los documentos reunidos desde el inició del
proceso, el 30 de abril de 2008, son 15.483 páginas, sigiladas con lacre
rojo en 19 cajas por un notario y luego enviadas a Roma a la
Congregación para las Causas de los Santos.
Estos documentos representan el trabajo de 2 obispos, 2 postuladores,
3 vicepostuladores, 8 personas de la comisión histórica, y 61 testigos,
entre ellos un cardenal, 4 obispos y 34 laicos.
El acto de clausura de este proceso , “ardientemente deseado por
muchas personas del mundo católico”, fue presidida por el obispo de
Coimbra, el obispo Virgilio Antunes, quien agradeció a todos los
involucrados en el proceso de beatificación.
El postulador, el padre carmelita Romano Gambalunga, citó la
bienaventuranza de los puros de corazón: “Lucía era una de ellos: una
mujer de corazón puro, con una gran tarea durante el siglo XX”, una
personalidad caracterizada por su fe, “por la grandeza y su humildad, su
sencillez que permitió sea guiada por su libertad espiritual a la luz
de la oración y en la alegría de saber la gracia de Dios”, ya que la
edad de diez años Lucía tenía esta conciencia de estar “en Dios”.
La fase romana del proceso de beatificación ha comenzado, y se debe
hacer referencia a la revisión de las virtudes humanas y cristianas de
la hermana Lucía, a la luz de sus muchos escritos, incluyendo su extensa
correspondencia, y de los testimonios.
Si la revisión concluye con un decreto aprobado por el Papa que
reconoce el carácter ‘heroico’ de sus virtudes, ella será proclamada
‘venerable’. Si a continuación se verifica un milagro por su
intercesión, ella podrá ser beatificada.
Con la apertura de la fase romana, la Iglesia permite la distribución
de las primeras reliquias llamadas de 2º grado, del tejido utilizado
por Sor Lucía para devoción personal, pero sin veneración pública.
Un memorial se estableció cerca de Carmelo,con algunos objetos
personales utilizados por Sor Lucía: su primer rosario, la cinta que
estaba utilizando en el momento de las apariciones, además del
manuscrito original de su primer libro, su capa blanca y su hábito
marrón de carmelita, sus trabajos bordados con oro, fotos, su máquina de
escribir, la bolsa de la correspondencia, con la última: una copia del
fax recibido de Roma el día antes de su muerte, en la que san Juan Pablo
II ya muy enfermo le expresó su afecto y oración.
Ella le había enviado su bastón con el cardenal Tarcisio Bertone, con
el deseo de que pudiera caminar y el Papa bromeaba sobre el bastón de
Sor Lucía.
Juan Pablo II le regaló un rosario que se puede ver el Memorial y
tuvo un vínculo especial con Fátima y Lucía, particularmente desde el
atentado del 13 de mayo de 1981.
Y envió al futuro cardenal Tarcisio Bertone -entonces “número dos” de
la Doctrina de la Fe- para consultar la exactitud de la interpretación
del “tercer secreto” y sobre su integridad antes de su publicación en
2000. A lo que Lucía respondió ‘Sí’. Y para verificar si la consagración
del mundo al Inmaculado Corazón del 25 de marzo de 1984 había
respondido al pedido hecho por la Madre de Dios, a lo que Lucía
respondió nuevamente ‘Sí’.
Cuando Bertone señaló que algunos decían que había otro secreto que
ella dijo: No conozco ningún otro. Y se sorprendió que pudieran pasar
tanto tiempo buscando lo que no existe, en lugar de preocuparse de poner
en práctica los mensajes bien conocidos de la Virgen.