La primera y segunda parte del Mensaje de Fátima
“La primera fue, pues, la visión del infierno.
Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar
debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas,
como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma
humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que
de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia
todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los grandes
incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de
desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios
se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales
espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.
Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre
del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al
Cielo! (en la primera aparición). De no haber sido así, creo que
hubiésemos muerto de susto y pavor.
Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora que nos dijo con bondad y tristeza:
— Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores;
para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi
Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas
almas y tendrán paz. La guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de
ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando
veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran
señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por
medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al
Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a
mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados.
Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no,
esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a
la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho
que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado
Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se
convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”.
Tercera parte del secreto de Fátima.
“Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de
Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima
Madre vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado
izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una
espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que
parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el
esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida
hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con
fuerte voz: ¡Penitencia, Penitencia, Penitencia! Y
vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las
personas en un espejo cuando pasan ante él » a un Obispo vestido de
Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre ».
También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una
montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos
como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de
llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio
tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando
por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a
la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue
muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma
de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los
Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas
seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los
dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra
de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y
regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.