El Papa en el Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡Buenos días!
Hoy es la fiesta del bautismo de Jesús, el Evangelio nos
presenta la escena que sucedió a orillas del río Jordán: en medio a la
multitud penitente que avanzaba hacia Juan el Bautista para recibir el
bautismo está también Jesús. Hacía la cola.
Juan querría impedirlo diciendo: “Soy yo quien necesita tu bautismo”.
El Bautista de hecho tiene conciencia de las grandes distancias que hay
entre él y Jesús. Pero Jesús ha venido justamente para colmar la
distancia entre el hombre y Dios: si él está enteramente de la parte de
Dios, también está enteramente de la parte del hombre y reúne lo que
estaba dividido.
Por esto pide a Juan de bautizarlo, para que se cumpla cada justicia,
o sea que se realice el proyecto del Padre que pasa a través del camino
de la obediencia y de la solidaridad con el hombre frágil y pecador, el
camino de la humildad y de la plena cercanía a Dios y a sus hijos.
¡Porque Dios está muy cerca de nosotros! En el momento en el cual
Jesús, bautizado por Juan, sale de las aguas del río Jordán, la voz de
Dios Padre se hace sentir desde lo alto. “Este es el Hijo mio, el amado:
en Él he puesto mi complacencia”.
Y al mismo tiempo en Espíritu Santo, en forma de paloma, se posa
sobre Jesús que da públicamente inicio a su misión de salvación; misión
caracterizada por el estilo del siervo humilde y manso, armado solamente
por la fuerza de la verdad, como había profetizado Isaías: “No gritarás
ni levantarás el tono (…) no despreciarás una caña dañada, no apagarás
la mecha de la llama débil, proclamarás el derecho con verdad”.
Siervo humilde y manso, así es el estilo misionero de los discípulos
de Cristo: anunciar el Evangelio con mansedumbre y firmeza, sin gritarle
a nadie sino con mansedumbre y firmeza, sin arrogancia o imposición.
La verdadera misión no es nunca proselitismo pero atracción
hacia Cristo. ¿Pero cómo? ¿Cómo se hace para atraer hacia Cristo? Con el
propio testimonio, a partir de la fuerte unión con Él en la oración, en
la adoración y en la caridad concreta, que es servicio a Jesús presente
en el más pequeño de los hermanos.
A imitación de Jesús, pastor bueno y misericordioso y animados por su
gracia, estamos llamados a hacer de nuestra vida un testimonio gozoso
que ilumina el camino, que lleva esperanza y amor. Esta fiesta nos hace
descubrir nuevamente el don y la belleza de ser un pueblo de bautizados,
o sea de pecadores salvados por la gracia de Cristo, insertados
realmente, por obra del Espíritu Santo en la relación filial de Jesús
con el Padre, recibidos en el seno de la madre Iglesia, vueltos capaces
de una fraternidad que no conoce confines y barreras.
La Virgen María nos ayude a todos nosotros los cristianos a conservar
una conciencia siempre viva y agradecida de nuestro bautismo y a
recorrer con fidelidad el camino inaugurado por este sacramento de
nuestro renacer. Y siempre con mansedumbre y firmeza”.
El Papa reza el ángelus y después dice:
“¡Queridos hermanos y hermanas! En el contexto de la fiesta del
Bautismo del Señor, esta mañana he bautizado a un buen grupo de recién
nacidos, veintiocho. Recemos por ellos y por sus familias. También ayer
por la tarde he bautizado a un joven catecúmeno.
Quiero extender mi oración a todos los papás que en este período se
están preparando para el Bautismo de su hijo o lo han apenas celebrado.
Sobre ellos y sobre los niños invoco al Espíritu Santo, para que este
sacramento así simple y al mismo tiempo tan importante sea vivido con fe
y con alegría.
Quiero además invitarlos a unirse a la Red Mundial de Oración del
Papa, que difunde también a través de las redes sociales, las
intenciones de oración que propongo cada mes a toda la Iglesia. Así se
lleva adelante el apostolado de la oración y se hace crecer la comunión.
En estos días de tanto frío pienso y les invito a pensar a todas las
personas que viven por la calle, golpeadas por el frío y tantas veces
por la indiferencia. Entretanto algunos no lograron sobrevivir. Recemos
por ellos y pidamos al Señor que nos caliente el corazón para poder
ayudarlos.
Saludo a todos los aquí presentes, fieles de Roma y peregrinos
italianos y de varios países, en particular al grupo de jóvenes de
Cagliari, a quienes animo a proseguir el camino iniciado con el
sacramento de la Confirmación. Y les agradezco porque ellos me dan la
oportunidad de subrayar que la Confirmación no es solamente un punto de
llegada, como algunos dicen el ‘sacramento del adiós’, no, no, es sobre
todo un punto de partida en la vida cristiana.
¡Adelante con la alegría del Evangelio! Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mi.
¡Buon pranzo e Arrivederci!