Llega la Navidad, compartir las noticias positivas y la esperanza cristiana que no decepciona
VER
En
los medios informativos, se resaltan mucho asesinatos, asaltos,
secuestros, accidentes, guerras, la corrupción, las confrontaciones, los
errores de las autoridades, la pederastia, los desastres naturales y,
en fin, lo negativo del mundo. Son pocas las ocasiones en que se
resaltan los hechos positivos y alentadores.
En
nuestros frecuentes análisis de la realidad, superabunda lo que
juzgamos como injusticia y pecado. Pareciera que nada está bien, que
vamos de mal en peor, que no se vislumbra una salida satisfactoria, que
todos los demás, menos nosotros, son corruptos y perversos. Hay una
sensación de pesimismo e impotencia. En las campañas electorales, todo
está mal y se descalifica a todos los demás.
Para
alentarnos ante esta situación, durante la anual convivencia navideña
que tenemos con religiosas, sacerdotes y otros agentes de pastoral, nos
propusimos el objetivo de: Fortalecer nuestra esperanza, para consolar al pueblo.
Para ello, compartimos, en las siete zonas pastorales en que está
organizada nuestra diócesis, dos preguntas que intencionadamente pedían
sólo datos favorables: ¿Qué
signos positivos de esperanza, de Reino de Dios, hay en nuestra
parroquia o misión? ¿Qué signos positivos de familia y de misericordia
hay en nuestra diócesis? Comparto algunas de las respuestas:
Una
actitud de búsqueda, de crecer en comunión; la pastoral de la tierra;
las mujeres que inciden en todas las áreas y servicios; fuertes deseos
de más formación. La Palabra de Dios que nos ayuda a ver la realidad.
Hay signos de solidaridad; hay vocaciones al sacerdocio y a la vida
consagrada. Los grupos juveniles van tomando más conciencia de su fe y
de su compromiso a partir de su realidad. La valoración y hermandad con
el indígena. Hay deseo de formar una gran familia diocesana. La devoción
guadalupana. La participación de todo el pueblo, no solo de los
sacerdotes y consagrados. Las peregrinaciones que denuncian los males
que sufre nuestro pueblo. La promoción de las casas para migrantes. La
ordenación de nuevos diáconos y su testimonio de vida. La pastoral
penitenciaria.
La
participación de los laicos, sus aportes. El aumento de catequistas,
sobre todo jóvenes. La práctica de las obras de misericordia en la
catequesis. El aumento de fieles en los actos litúrgicos. El uso
correcto de los medios de comunicación. Hay más sacerdotes y
seminaristas indígenas. El movimiento ecuménico en la diócesis. La
unidad entre las congregaciones religiosas. El papel de la Iglesia en la
sociedad. La generosidad de los fieles ante desastres naturales. Hay el
deseo de confiarnos, querernos, buscarnos. Hay signos de hermandad y
solidaridad que no se ven, ayuda sin ningún interés. Se buscan maneras
de acompañar los movimientos eclesiales. Vamos corrigiendo y quitando
actitudes excluyentes. Hay dinámica de reconciliación, de diálogo.
Buscamos
acompañar el dolor de la gente. La búsqueda de la justicia y la paz: un
pueblo que ora y lucha. Hay mucho compromiso en los laicos y el aumento
de vocaciones autóctonas. Comunidades que, a pesar de su pobreza,
cuando les visitan, dan de comer a todos. La solidaridad con otras
diócesis, cuando están pasando por una situación difícil. Participación
de las y los jóvenes, niñas y niños, en los procesos de pastoral. La
aceptación de los carismas y la valoración de la diversidad de aportes.
El hacer equipo religiosos y diocesanos. La solidaridad hacia el
seminario, la identidad propia que va adquiriendo.
PENSAR
El Papa Francisco nos ha dicho: “La
esperanza cristiana es muy importante, porque no decepciona. El
optimismo decepciona; la esperanza no. La necesitamos mucho, en estos
tiempos que aparecen oscuros, en el que a veces nos sentimos perdidos
delante del mal y la violencia que nos rodean, delante del dolor de
muchos hermanos nuestros. Es necesaria la esperanza. Nos sentimos
perdidos y también un poco desanimados, porque nos sentimos impotentes y
nos parece que esta oscuridad no termine nunca. Pero no hay que dejar
que la esperanza nos abandone, porque Dios con su amor camina con
nosotros. Yo espero, porque Dios está junto a mí, porque Dios camina
conmigo. Camina y me lleva de la mano. Dios no nos deja solos, el Señor
Jesús ha vencido al mal y nos ha abierto el camino de la vida” (7-XII-2016).
ACTUAR
Para transformar la
realidad y generar esperanza, acerquémonos a Jesús niño en el pesebre,
que nos contagie de su luz y de su vida, para ser constructores de un
mundo nuevo.