12/18/16

El Papa va a Fátima el 13 de mayo de 2017, en el centenario de las apariciones


El papa Francisco peregrinará el 12 y 13 de mayo de 1917 al santuario de Nuestra Señora de Fátima. La noticia que había transcendido hace pocos días desde la presidencia del país, fue oficializada ayer por la oficina de prensa del santuario. En la capilla de Nuestra Señora del Rosario de Fátima se leyó un comunicado en el que se indicaba: “Con motivo del centenario de las apariciones de la Virgen María en la Cova da Iría y acogiendo la invitación del presidente República y de los obispos portugueses, su santidad Francisco irá en peregrinación al Santuario de Nuestra Señora de Fátima del 12 al 13 de mayo de 2017”.
El obispo de Leiria-Fátima, Mons. Antonio Marto, expresó que es un tiempo de “extrema alegría” porque, con motivo del centenario y a través de la presencia del Santo Padre “estaremos unidos con toda la iglesia universal”. “El Papa quiere ser un peregrino entre los peregrinos de Fátima”, añadió el obispo en el mensaje dado en la sala de prensa.
Por su parte el rector del santuario, el padre Carlos Cabecinhas, subrayó la “responsabilidad” porque no se trata solamente de “recibir al Santo Padre como un peregrino y pastor, sino porque nos traerá un mensaje”. Por ello concluyó que “esta peregrinación debe ser aprovechada para renovar nuestra fe”, y debemos “prepararnos adecuadamente a través de la oración”.
“Lo que se nos pide es la disposición a escuchar las enseñanzas del Santo Padre,” concluyó el Rector, subrayando que “Francisco siempre tiene una palabra profética”. El programa completo de la visita del Papa a la Cova da Iría sólo se dará a conocer más adelante.
El papa Francisco durante la visita ad límina de los obispos de Portugal, el 7 de septiembre del año pasado, manifestó su “profundo deseo” de visitar Fátima, diciendo: “tengo ganas de ir a Fátima “. Y él también hablando en privado con el obispo de Leiria-Fátima en abril de 2015 le dijo privadamente que “si Dios me da vida y salud ” estaré en la Cova da Iría para celebrar el centenario de las apariciones de Fátima.

La primera y segunda parte del Mensaje de Fátima dado a conocer por la Hermana Lucía, uno de  los tres pastorcitos en Cova de Iria, Portugal, en 1917

“La primera fue, pues, la visión del infierno.
Nuestra Señora nos mostró un gran mar de fuego que parecía estar debajo de la tierra. Sumergidos en ese fuego, los demonios y las almas, como si fuesen brasas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana que fluctuaban en el incendio, llevadas por las llamas que de ellas mismas salían, juntamente con nubes de humo que caían hacia todos los lados, parecidas al caer de las pavesas en los grandes incendios, sin equilibrio ni peso, entre gritos de dolor y gemidos de desesperación que horrorizaba y hacía estremecer de pavor. Los demonios se distinguían por sus formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes y negros.
Esta visión fue durante un momento, y ¡gracias a nuestra Buena Madre del Cielo, que antes nos había prevenido con la promesa de llevarnos al Cielo! (en la primera aparición). De no haber sido así, creo que hubiésemos muerto de susto y pavor.
Inmediatamente levantamos los ojos hacia Nuestra Señora que nos dijo con bondad y tristeza:
— Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si se hace lo que os voy a decir, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra pronto terminará. Pero si no dejaren de ofender a Dios, en el pontificado de Pío XI comenzará otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz desconocida, sabed que es la gran señal que Dios os da de que va a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra, del hambre y de las persecuciones a la Iglesia y al Santo Padre. Para impedirla, vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la Comunión reparadora de los Primeros Sábados. Si se atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados y el Santo Padre tendrá mucho que sufrir; varias naciones serán aniquiladas. Por fin mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará a Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”.

Tercera parte del secreto de Fátima.

“Escribo en obediencia a Vos, Dios mío, que lo ordenáis por medio de Su Excelencia Reverendísima el Señor Obispo de Leiria y de la Santísima Madre vuestra y mía.
Después de las dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una espada de fuego en la mano izquierda; centelleando emitía llamas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tierra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡PenitenciaPenitenciaPenitencia! Y vimos en una inmensa luz qué es Dios: « algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuando pasan ante él » a un Obispo vestido de Blanco « hemos tenido el presentimiento de que fuera el Santo Padre ». También a otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza; el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciudad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante, apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros de arma de fuego y flechas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares, hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos brazos de la Cruz había dos Ángeles cada uno de ellos con una jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a Dios”.