El Papa a los miembros de la Curia Romana
Queridos hermanos y hermanas:
Queridos hermanos y hermanas:
Me gustaría comenzar nuestra reunión
expresando mis mejores deseos para todos vosotros, Superiores,
Oficiales, Representantes Pontificios y Colaboradores de las Nunciaturas
repartidos por todo el mundo, a todas las personas que prestan servicio
en la Curia Romana, y a todos vuestros seres queridos. Os deseo una
santa y serena Navidad y un Feliz Año Nuevo 2017.
Contemplando el rostro del Niño Jesús, san
Agustín exclamó: «Inmenso en la naturaleza divina, pequeño en la forma
de siervo».[1] También san Macario, monje del siglo IV y discípulo de
san Antonio Abad, para describir el misterio de la Encarnación recurrió
al verbo griego smikruno, es decir, hacerse pequeño casi
reduciéndose a la mínima expresión: «Escuchad con atención: el infinito,
inaccesible e increado Dios, por su inmensa e inefable bondad, tomó un
cuerpo y diría que se ha disminuido infinitamente en su gloria».[2]
La Navidad es la fiesta de la humildad amante
de Dios, del Dios que invierte el orden de lo lógico y descontado, el
orden de lo debido, de lo dialéctico y de lo matemático. En este cambio
reside toda la riqueza de la lógica divina que altera los límites de
nuestra lógica humana (cf. Is 55, 8-9). Romano Guardini escribió:
«¡Qué reversión de todos los valores familiares para el hombre, no sólo
humanos, sino también divinos! Realmente este Dios da la vuelta a todo
lo que el hombre trata de construir por sí mismo».[3] En Navidad,
estamos llamados a decir «sí», con nuestra fe, no al Dominador del
universo, ni siquiera a la más noble de las ideas, sino precisamente a
este Dios que es el humilde-amante.
El beato Pablo VI, en la Navidad de 1971,
afirmaba: «Dios podría haber venido revestido de gloria, de esplendor,
de luz, de fuerza, para asustarnos, para dejarnos con los ojos abiertos
por el asombro. No, no. Vino como el más pequeño de los seres, el más
frágil, el más débil. ¿Por qué así? Para que nadie tuviera vergüenza de
acercarse a él, para que nadie tuviera temor, para que todos lo pudieran
sentir cerca, acercarse a él, que no hubiera ya ninguna distancia entre
él y nosotros. Dios ha hecho el esfuerzo de anonadarse, de sumergirse
dentro de nosotros, para que cada uno, repito, cada uno, pueda hablarle
de tú, tener confianza, acercarse a él, saberse recordado por él, amado
por él… amado por él: mirad que esta es una palabra muy grande.
Si entendéis esto, si recordáis esto que os estoy diciendo, habréis
entendido todo el cristianismo».[4]
En realidad, Dios quiso nacer pequeño,[5] porque quiso ser amado.[6]
De este modo la lógica de la Navidad transforma la lógica mundana, la
lógica del poder, la lógica del mandar, la lógica farisea y la lógica
causalista o determinista.
Precisamente a la luz, suave y majestuosa, del rostro divino de Cristo niño, he elegido como tema de nuestro encuentro anual la reforma de la Curia Romana.
Me ha parecido justo y oportuno compartir con vosotros el cuadro de la
reforma, poniendo de relieve los criterios que la guían, las medidas
adoptadas, pero sobre todo la lógica de la razón de cada paso que se ha
dado y de los que se darán.
Aquí me viene espontáneamente a la memoria
el viejo adagio que describe la dinámica de los Ejercicios Espirituales
en el método ignaciano, es decir: Deformata reformare, reformata conformare, conformata confirmare e confirmata transformare.
No hay duda de que en la Curia el significado de la re-forma puede ser doble: en primer lugar hacerla con-forme
«a la Buena Nueva que debe ser proclamada a todos con valor y alegría,
especialmente a los pobres, a los últimos y a los descartados»; con-forme
a los signos de nuestro tiempo y de todo lo bueno que el hombre ha
logrado, para responder mejor a las necesidades de los hombres y mujeres
que están llamados a servir;[7] al mismo tiempo, se trata de que la
Curia sea más con-forme con su fin, que es el de colaborar con el ministerio específico del Sucesor de Pedro[8] («cum Ipso consociatam operam prosequuntur», dice el Motu Proprio Humanam progressionem),
es decir, apoyar al Romano Pontífice en el ejercicio de su potestad
única, ordinaria, plena, suprema, inmediata y universal. [9]
En consecuencia, la reforma de la Curia Romana se orienta eclesiológicamente: in bonum e in servitium,
igual que el servicio del Obispo de Roma,[10] según una significativa
expresión del Papa san Gregorio Magno, recogida en el tercer capítulo de
la Constitución Pastor Aeternus del Concilio Vaticano I: «Mi
honor es el de la Iglesia universal. Mi honor es la fuerza sólida de mis
hermanos. Me siento muy honrado, cuando a cada uno de ellos no se le
niega el debido honor».[11]
Como la Curia no es un aparato inmóvil,
la reforma es ante todo un signo de la vivacidad de la Iglesia en
camino, en peregrinación, y de la Iglesia viva y por eso —porque está viva—semper reformanda,[12] reformanda
porque está viva. Es necesario repetir aquí con fuerza que la reforma
no es un fin en sí misma, sino que es un proceso de crecimiento y sobre
todo de conversión. La reforma no tiene una finalidad estética,
como si se quisiera hacer que la Curia fuera más bonita; ni puede
entenderse como una especie de lifting, de maquillaje o un
cosmético para embellecer el viejo cuerpo de la Curia, y ni siquiera
como una operación de cirugía plástica para quitarle las arrugas. [13]
Queridos hermanos, no son las arrugas lo que hay que temer en la
Iglesia, sino las manchas.
En esta perspectiva, cabe señalar que la reforma sólo y únicamente será eficaz si se realiza con hombres «renovados» y no simplemente con hombres «nuevos».[14]
No basta sólo cambiar el personal, sino que hay que llevar a los
miembros de la Curia a renovarse espiritual, personal y
profesionalmente. La reforma de la Curia no se lleva a cabo de ningún
modo con el cambio de las personas ―que sin duda sucede y sucederá―[15] sino con la conversión de las personas. En realidad, no es suficiente una «formación permanente», se necesita también y, sobre todo, «una conversión y una purificación permanente». Sin un «cambio de mentalidad» el esfuerzo funcional sería inútil. [16]
Esta es la razón por la que en nuestros
dos encuentros precedentes por Navidad me detuve, en el 2014, tomando
como modelo a los Padres del desierto, sobre algunas «enfermedades» y en
2015, a partir de la palabra «misericordia», sobre un ejemplo de «catálogo de virtudes necesarias
para quien presta servicio en la Curia y para todos los que quieren
hacer fecunda su consagración o su servicio a la Iglesia». La razón de
fondo es que el semper reformanda en la Curia, al igual que pasa
con la Iglesia entera, también se ha de transformar en una conversión
personal y estructural permanente. [17]
Era necesario hablar de enfermedades y
tratamientos, porque cada operación, para lograr el éxito, debe ir
precedida de un diagnóstico profundo, de un análisis preciso y debe ir
acompañado y seguido de prescripciones precisas.
En este camino es normal, incluso
saludable, encontrar dificultades que, en el caso de la reforma, se
podrían presentar según diferentes tipologías de resistencia: las resistencias abiertas, que a menudo provienen de la buena voluntad y del diálogo sincero; las resistencias ocultas, que surgen de los corazones amedrentados o petrificados que se alimentan de las palabras vacías del gatopardismo espiritual de quien de palabra está decidido al cambio, pero desea que todo permanezca como antes; también están las resistencias maliciosas,
que germinan en mentes deformadas y se producen cuando el demonio
inspira malas intenciones (a menudo disfrazadas de corderos). Este
último tipo de resistencia se esconde detrás de las palabras
justificadoras y, en muchos casos, acusatorias, refugiándose en las
tradiciones, en las apariencias, en la formalidad, en lo conocido, o en
su deseo de llevar todo al terreno personal, sin distinguir entre el
acto, el actor y la acción. [18]
La ausencia de reacción es un signo de
muerte. Así que las resistencias buenas ―e incluso las menos buenas― son
necesarias y merecen ser escuchadas, atendidas y alentadas a que se
expresen, porque es un signo que el cuerpo esté vivo.
Todo esto manifiesta que la reforma de la
Curia es un proceso delicado que debe ser vivido con fidelidad a lo
esencial, con un continuo discernimiento, con valentía evangélica, con
sabiduría eclesial, con escucha atenta, con acciones tenaces, con
silencio positivo, con firmes decisiones, con mucha oración – con
mucha oración, con profunda humildad, con clara visión de futuro, con
pasos concretos hacia adelante e incluso ―cuando sea necesario―
retrocediendo, con voluntad decidida, con vibrante vitalidad, con
responsable autoridad, con total obediencia; pero, en primer lugar,
abandonándose a la guía segura del Espíritu Santo, confiando en su
necesaria asistencia. Por esto, oración, oración, oración.
ALGUNOS CRITERIOS-GUÍA DE LA REFORMA:
Son principalmente doce: individualidad;
pastoralidad; misionariedad; racionalidad; funcionalidad; modernidad;
sobriedad; subsidiariedad; sinodalidad; catolicidad; profesionalidad;
gradualidad.
1- Individualidad (Conversión personal)
Vuelvo a reiterar la importancia de la
conversión individual, sin la cual sería inútil cualquier cambio en las
estructuras. El alma de la reforma son los hombres a los que va dirigida
y la hacen posible. En efecto, la conversión personal sostiene y
fortalece a la comunitaria.
Hay un fuerte vínculo de intercambio entre
la actitud personal y la comunitaria. Una sola persona es capaz de hacer
tanto bien a todo el cuerpo, pero también podría dañarlo y enfermarlo. Y
un cuerpo sano es el que sabe recuperar, acoger, fortalecer, sanar y
santificar a sus propios miembros.
2- Pastoralidad (Conversión pastoral)
Recordando la imagen del pastor (cf. Ez 34,16; Jn 10,1-21) y siendo la Curia una comunidad de servicio,
«nos hace bien también a nosotros, llamados a ser Pastores en la
Iglesia, dejar que el rostro de Dios Buen Pastor nos ilumine, nos
purifique, nos transforme y nos restituya plenamente renovados a nuestra
misión. Que también en nuestros ambientes de trabajo podamos sentir,
cultivar y practicar un fuerte sentido pastoral, sobre todo hacia las
personas con las que nos encontramos todos los días. Que nadie se sienta
ignorado o maltratado, sino que cada uno pueda experimentar, sobre todo
aquí, el cuidado atento del Buen Pastor».[19] Detrás de los papeles hay
personas.
El compromiso de todo el personal de la
Curia ha de estar animado por una pastoralidad y una espiritualidad de
servicio y de comunión, ya que este es el antídoto contra el veneno de
la vana ambición y de la rivalidad engañosa. En este sentido el Beato
Paolo VI advirtió. «Que la Curia Romana no sea, por tanto, una
burocracia, como injustificadamente algunos la juzgan; pretenciosa y
apática, sólo canonista y ritualista, una palestra de escondidas
ambiciones y de sordos antagonismos como otros la acusan, sino una
verdadera comunidad de fe y de caridad, de oración y de acción; de
hermanos y de hijos del Papa, que lo hacen todo, cada cual respetando la
competencia ajena y con sentido de colaboración, para ayudarle en su
servicio a los hermanos e hijos de la Iglesia universal y de toda la
tierra».[20]
3. Misionariedad [21](Cristocrentrismo)
Es la finalidad principal de todos los
servicios eclesiásticos, es decir, llevar la buena nueva a todos los
confines de la tierra,[22] como nos recuerda el magisterio conciliar,
porque «hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar un
dinamismo evangelizador; igualmente las buenas estructuras sirven cuando
hay una vida que las anima, las sostiene y las juzga. Sin vida nueva y
auténtico espíritu evangélico, sin “fidelidad de la Iglesia a la propia
vocación”, cualquier estructura nueva se corrompe en poco tiempo».[23]
4. Racionalidad
Basado en el principio de que todos los
Dicasterios son jurídicamente iguales entre sí, se veía la necesidad de
una racionalización de los organismos de la Curia Romana,[24] para poner
de relieve que cada Dicasterio tiene sus propias competencias. Dichas
competencias deben ser respetadas y, también, distribuidas de forma
racional, eficaz y eficiente. Ningún Dicasterio se puede atribuir la
competencia de otro Dicasterio, según lo establecido por el derecho, y
por otro lado todos los Dicasterios hacen referencia directa al Papa.
5. Funcionalidad
La eventual fusión de dos o más Dicasterios
competentes en materias análogas o estrechamente relacionadas en un
único Dicasterio sirve, por un lado, para dar al mismo Dicasterio mayor
relevancia (incluso externa); por otro lado, la contigüidad e
interacción de entidades individuales dentro de un único Dicasterio
ayuda a tener una mayor funcionalidad (por ejemplo, los dos nuevos
Dicasterios de reciente institución).[25]
La funcionalidad requiere también la
revisión continua de las funciones y de la relevancia de las
competencias y de la responsabilidad del personal y, por lo tanto, la
realización de traslados, incorporaciones, interrupciones e incluso
promociones.
6. Modernidad (Actualización)
Es la capacidad de saber leer y escuchar
los «signos de los tiempos». En este sentido: «proveemos con prontitud a
que los Dicasterios de la Curia Romana se acomoden a las situaciones de
nuestro tiempo y se adapten a las necesidades de la Iglesia
universal».[26] Esto fue solicitado por el Concilio Vaticano II: «Los
Dicasterios de la Curia Romana sean reorganizados según las necesidades
de los tiempos y con una mejor adaptación a las regiones y a los ritos,
sobre todo en cuanto al número, nombre, competencia, modo de proceder y
coordinación de trabajos».[27]
7. Sobriedad
En esta perspectiva es necesaria una
simplificación y agilización de la Curia: la unión o fusión de
Dicasterios según las materias de competencia y la simplificación
interna de algunos Dicasterios; la eventual supresión de Departamentos
que ya no responden más a las necesidades contingentes. La inclusión en
los Dicasterios o reducción de comisiones, academias, comités, etc.,
todo con vistas a la indispensable sobriedad necesaria para un
testimonio más correcto y auténtico.
8. Subsidiaridad
Reorganización de competencias específicas
de los distintos Dicasterios, trasladándolas, si es necesario, de un
Dicasterio a otro, para lograr autonomía, coordinación y subsidiariedad
en las competencias y más interrelación en el servicio.
En este sentido, también es necesario
respetar los principios de subsidiariedad y racionalidad en la relación
con la Secretaría de Estado y dentro de la misma —entre sus diferentes
competencias— para que en el ejercicio de sus funciones sea la ayuda más
directa e inmediata del Papa[28]; además, para una mejor coordinación
de los distintos sectores de los Dicasterios y de los Departamentos de
la Curia. La Secretaría de Estado llevará a cabo esta importante
función, precisamente mediante la unidad, la interdependencia y la
coordinación de sus secciones y diferentes sectores.
9. Sinodalidad
El trabajo de la Curia tiene que ser
sinodal: reuniones periódicas de los Jefes de Dicasterio, presididas por
el Romano Pontífice;[29] audiencias de trabajo con regularidad de los
Jefes de Dicasterio; reuniones interdicasteriales habituales. La
reducción del número de Dicasterios permitirá encuentros más frecuentes y
sistemáticos de cada uno de los Prefectos con el Papa, y eficaces
reuniones de los Jefes de los Dicasterios, que no pueden ser tales
cuando se trata de un grupo tan grande.
La sinodalidad[30] también debe vivirse
dentro de cada Dicasterio, dando especial importancia al Congreso y, al
menos, mayor frecuencia a la Sesión ordinaria. Dentro de cada Dicasterio
se debe evitar la fragmentación que puede ser causada por varios
factores, como la proliferación de sectores especializados, que pueden
tender a ser autoreferenciales. La coordinación entre ellos debería ser
tarea del Secretario, o del Subsecretario.
10. Catolicidad
Entre los colaboradores, además de
sacerdotes y personas consagradas, la Curia debe reflejar la catolicidad
de la Iglesia a través de la contratación de personal proveniente de
todo el mundo, de diáconos permanentes y fieles laicos y laicas, cuya
selección debe hacerse cuidadosamente sobre la base de una vida
espiritual y moral ejemplar, y de su competencia profesional. Es
oportuno proporcionar el acceso a un mayor número de fieles laicos,
sobre todo en aquellos Dicasterios en los que pueden ser más competentes
que los clérigos o los consagrados. De gran importancia es también la
valorización del papel de la mujer y de los laicos en la vida de la
Iglesia, y su integración en puestos de responsabilidad en los
dicasterios, con particular atención al multiculturalismo.
11. Profesionalidad
Es esencial que cada Dicasterio adopte una
política de formación permanente del personal, para evitar el
anquilosamiento y la caída en la rutina del funcionalismo.
Por otra parte, es esencial archivar definitivamente la práctica del promoveatur ut amoveatur. Esto es un cáncer.
12. Gradualidad (discernimiento)
La gradualidad es el resultado del
indispensable discernimiento que implica un proceso histórico, plazo de
tiempo y de etapas, verificación, correcciones, pruebas, aprobaciones ad experimentum. En estos casos, por lo tanto, no se trata de indecisión sino de flexibilidad necesaria para lograr una verdadera reforma.
ALGUNOS PASOS REALIZADOS[31]
Señalo de manera breve y limitada
algunos pasos realizados en la concretización de los criterios-guía, las
recomendaciones de los Cardenales, hechas durante las Reuniones
plenarias antes del Cónclave, de la C.O.S.E.A., del Consejo de
Cardenales, así como de los Jefes de Dicasterio y de otras personas
expertas:
El 13 de abril de 2013 se anunció el Consejo de Cardenales (Consilium Cardinalium Summo Pontifici)
—el conocido como C8 y, a partir del 1 de julio de 2014, como C9— para
asesorar principalmente al Papa en el gobierno de la Iglesia universal y
en otros asuntos relacionados,[32] y también con la misión específica
de proponer la revisión de la Constitución Apostólica Pastor Bonus.[33]
Con Quirógrafo del 24 de junio de 2013 fue
erigida la Pontificia Comisión Referente sobre el Instituto para las
Obras de Religión, con el objetivo de conocer con mayor profundidad la
posición jurídica del I.O.R. y permitir una mejor «armonización» con «la
misión universal de la Sede Apostólica». Todo para «permitir que los
principios del Evangelio impregnen también las actividades económicas y
financieras» y alcanzar una transparencia completa y reconocida en su
actividad.
Con Motu Proprio del 11 de julio de 2013, se ha procedido a delinear la jurisdicción de los órganos judiciales del Estado de la Ciudad del Vaticano en materia penal.
Con Quirógrafo del 18 de julio de 2013,
fue constituida la C.O.S.E.A. (Pontificia Comisión Referente de Estudio
y Guía para los Asuntos Económicos y Administrativos),[34] con el
encargo de estudiar, analizar y recoger información, en cooperación con
el Consejo de Cardenales, para el estudio de los problemas organizativos
y económicos de la Santa Sede.
Con Motu Proprio del 8 de agosto de 2013, fue
constituido el Comité de Seguridad Financiera de la Santa Sede, para la
prevención y la obstaculización del lavado de dinero, del
financiamiento del terrorismo y de la proliferación de armas de
destrucción masiva. Todo para llevar al I.O.R. y a todo el sistema
económico vaticano a la adopción regular y al total cumplimiento, con
empeño y diligencia, de todas las leyes estándar internacionales sobre
la transparencia financiera.[35]
Con Motu Proprio del 15 de noviembre de 2013, fue consolidada la Autoridad de Información Financiera (A.I.F.),[36] instituida por Benedicto XVI, con Motu Proprio del 30 de diciembre de 2010, para la prevención y la defensa de las actividades ilegales en campo financiero y monetario.[37]
Con Motu Proprio del 24 de febrero de 2014 (Fidelis Dispensator et Prudens),
fueron erigidas la Secretaría para la Economía y el Consejo para la
Economía,[38] en sustitución del Consejo de los 15 Cardenales, con la
misión de armonizar las políticas de control relacionadas con la gestión
económica de la Santa Sede y de la Ciudad del Vaticano.[39]
Con el mismo Motu Proprio (Fidelis Dispensator et Prudens), del 24 de febrero de 2014, fue erigida la Oficina del Revisor General (U.R.G.), como nuevo ente de la Santa Sede encargado de cumplir con la revisión (audit)
de los Dicasterios de la Curia Romana, de las instituciones
relacionadas con la Santa Sede —o que hacen referencia a ella— y de las
administraciones de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano.
Con Quirógrafo del 22 de marzo de 2014
fue instituida la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores
para «promover la protección de la dignidad de los menores y los
adultos vulnerables, a través de formas y modalidades, conformes a la
naturaleza de la Iglesia, que se consideren más oportunas».
Con Motu Proprio del 8 de julio de 2014,
fue trasferida la Sección Ordinaria de la Administración del Patrimonio
de la Sede Apostólica a la Secretaría para la Economía.
El 22 de febrero de 2015 fueron aprobados los Estatutos de los nuevos Organismos Económicos.
Con Motu Proprio del 27 de junio de 2015, fue
erigida la Secretaría para la Comunicación con el encargo de «responder
al contexto actual de la comunicación, caracterizado por la presencia y
el desarrollo de los medios digitales y por los factores de
convergencia e interactividad», y también de la restructuración total, a
través de la reorganización y consolidación de «todas las realidades,
que, de diversas formas hasta hoy se han ocupado de la comunicación»,
con el fin de «responder cada vez mejor a las exigencias de la misión de
la Iglesia».
El 6 de septiembre de 2016 se promulgó el Estatuto de la Secretaría para la Comunicación, que entró en vigor el pasado mes de octubre.[40]
Con dos Motu Proprio del 15 de agosto de 2015, se proveyó a la reforma del proceso canónico para las causas de nulidad del matrimonio: Mitis et misericors Iesus, en el Código de los Cánones de las Iglesias Orientales; Mitis Iudex Dominus Iesus, en el Código de Derecho Canónico.[41]
Con Motu Proprio del 4 de junio de 2016 (Como una madre amorosa),
se ha querido prevenir la negligencia de los Obispos en el ejercicio de
su oficio, especialmente en lo relacionado con los casos de abusos
sexuales cometidos contra menores y adultos vulnerables.
Con Motu Proprio del 4 de julio de 2016 (Los bienes temporales),
siguiendo como principio de máxima importancia que los organismos de
vigilancia estén separados de los que son vigilados, fueron delineados
de forma mejor los campos respectivos de competencia de la Secretaria
para la Economía y de la Administración del Patrimonio de la Sede
Apostólica.
Con Motu Proprio del 15 de agosto de 2016 (Sedula Mater),
se constituyó el Dicasterio para los laicos, la familia y la
vida,recordando sobre todo la finalidad pastoral general del ministerio
petrino: «nos esforzamos por disponer con prontitud todas las cosas para
que las riquezas de Cristo Jesús se difundan apropiada y
abundantemente entre los fieles».
Con Motu Proprio del 17 de agosto de 2016 (Humanam progressionem),
se constituyó el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano
Integral, de modo que el desarrollo se implemente «a través del cuidado
de los bienes inconmensurables de la justicia, la paz y la salvaguardia
de la creación». En este Dicasterio confluirán, desde el 1 de enero de
2017, cuatro Consejos Pontificios: Justicia y Paz, Cor Unum, Pastoral para los migrantes y Agentes Sanitarios. Me ocuparé directamente «ad tempus» de la sección para la pastoral de los emigrantes y refugiados del nuevo Dicasterio.[42]
El 18 de octubre de 2016 fue aprobado el Estatuto de la Pontificia Academia para la Vida.
Este nuestro encuentro comenzó
hablando del significado de la Navidad como cambio de nuestros criterios
humanos para evidenciar que el corazón y el centro de la reforma es
Cristo (Cristocentrismo).
Deseo concluir sencillamente con una palabra y una oración. La palabra es la de reiterar que la Navidad es la fiesta de la humildad amorosa de Dios.
Para la oración he elegido la convocación navideña del padre Matta El
Meskin (monje contemporáneo), que dirigiéndose al Señor Jesús, nacido en
Belén, así se expresa: «si para nosotros la experiencia de la
infancia es algo difícil, para ti no lo es, Hijo de Dios. Si tropezamos
en el camino que lleva a la comunión contigo según tu pequeñez, tú eres
capaz de quitar todos los obstáculos que nos impiden de hacer esto.
Sabemos que no tendrás paz hasta que no nos encuentres según tu
semejanza y pequeñez. Permítenos hoy, Hijo de Dios, acercarnos a tu
corazón. Haz que no nos creamos grandes por nuestras experiencias.
Concédenos, en cambio, que seamos pequeños como tú, para que podamos
estar cerca de ti y recibir de ti humildad y mansedumbre en abundancia.
No nos prives de tu revelación, la epifanía de tu infancia en nuestros
corazones, para que con ella podamos curar todo tipo de orgullo y de
arrogancia. Tenemos mucha necesidad […] de que reveles en nosotros tu
sencillez, llevándonos a nosotros, también a la Iglesia y al mundo
entero, a ti. El mundo está cansado y exhausto porque compite para ver
quién es el más grande. Hay una competencia despiadada entre gobiernos,
entre iglesias, entre pueblos, al interno de las familias, entre una
parroquia y otra: ¿Quién es el más grande entre nosotros? El mundo está
plagado de heridas dolorosas porque su grave enfermedad es: ¿quién es el
más grande? Pero hoy hemos encontrado en ti, nuestro único medicamento,
Hijo de Dios. Nosotros y el mundo entero no encontraremos salvación ni
paz, si no volvemos a encontrarnos de nuevo en el pesebre de Belén. Amen».[43]
Gracias. Os deseo una santa Navidad y un feliz Año Nuevo 2017.
Al final, de forma espontánea, Francisco añadió:
“Cuando hablé hace dos años sobre las
enfermedades, uno de vosotros vino a decirme: «¿Dónde tengo que ir, a la
farmacia o a confesarme?» — «Bueno, las dos cosas», dije yo. Y cuando
saludé al Cardenal Brandmüller, él me miró a los ojos y me dijo:
«Acquaviva». En el momento, no comprendí, pero después pensando,
pensando, recordé que Acquaviva, tercer general de la Compañía de Jesús,
había escrito un libro que nosotros, como estudiantes, leíamos en
latín; los padres espirituales nos lo hacían leer, se llamaba así: Industriae pro Superioribus ejusdem Societatis ad curandos animae morbos, es decir las enfermedades del alma.
Hace tres meses se publicó una edición muy buena en italiano, realizada por el padre Giuliano Raffo, fallecido recientemente; con un prólogo que indica cómo se debe leer, y también una buena introducción. No es una edición crítica, pero la traducción es muy bella, está bien hecha y pienso que puede ayudar. Como regalo de Navidad me gustaría ofrecerlo a cada uno de vosotros. Gracias
Hace tres meses se publicó una edición muy buena en italiano, realizada por el padre Giuliano Raffo, fallecido recientemente; con un prólogo que indica cómo se debe leer, y también una buena introducción. No es una edición crítica, pero la traducción es muy bella, está bien hecha y pienso que puede ayudar. Como regalo de Navidad me gustaría ofrecerlo a cada uno de vosotros. Gracias