Malaquías 3, 19-20: “Brillará para ustedes el sol de justicia”.
Salmo 97: “Toda la tierra ha visto al Salvador”.
II Tesalonicenses 3, 7-12: “El que no quiera trabajar, que no coma”.
Lucas 21, 5-19: Si perseveran con paciencia, salvarán sus almas”.
Salmo 97: “Toda la tierra ha visto al Salvador”.
II Tesalonicenses 3, 7-12: “El que no quiera trabajar, que no coma”.
Lucas 21, 5-19: Si perseveran con paciencia, salvarán sus almas”.
Haití, nuevamente, se ha convertido en un desastre que reta y
reclama, que cuestiona y pone en evidencia, que grita y que lastima.
Flavio fue como voluntario, con muchas ilusiones y esperando encontrar
la satisfacción de ayudar a resolver muchos problemas, regresa
apabullado, azorado ante tanta miseria, tanta hambre y tanta
indiferencia del mundo. Ya la situación era difícil por la pobreza
constante y el terremoto del 2010, pero tras el huracán Mattehew ha
empeorado. Hay amenazas de epidemias y el peligro del cólera. Me cuenta
el joven voluntario, que un padre de familia, como sonámbulo, al lado de
sus cuatro niños, repetía sin cesar: “Salimos vivos del huracán, pero
no sé si saldremos vivos del hambre y las enfermedades”. Son imágenes
que ahora golpean y que dentro de unos días quedarán en el olvido.
Haití, una vez más, no estaba preparado. Para la muerte no estamos
preparados. El joven ha regresado a su país con angustia, en estado de
shock y preguntándose: “¿cuándo llegará el día del Señor? ¿Cuándo
brillará, para Haití, el sol de justicia?”
No solamente Haití, muchas regiones de la tierra parecen gritar que
nos acercamos al final de los tiempos, que ya el planeta no aguanta más,
pero seguimos viviendo en el absurdo de no estar preparados, de pasar
el tiempo en la indiferencia y superficialidad. Muchas personas viven
como si fueran eternas, como si nunca se fuera acabar el mundo. No
quisiéramos pensar en el final de los tiempos y sin embargo de esta
realidad nos habla hoy Jesús. “Días vendrán en que no quedará piedra
sobre piedra de todo esto que están admirando; todo será destruido”,
dice al iniciar su discurso, frente a aquellos que se sorprendían por la
belleza y grandeza del templo. El templo era el orgullo del pueblo de
Israel, en él ponían su seguridad, sus ofrendas les garantizaban
salvación. Podremos imaginarnos la sorpresa que causarían las palabras
de Jesús cuando les dice que no quedará piedra sobre piedra. Todo será
destruido. Los está llamando a no poner su fe y su esperanza en cosas
materiales, así sea el templo, sino toda su confianza y toda su
esperanza en el Dios vivo.
Es la primera enseñanza de este domingo: este mundo pasará, junto con
sus conquistas, su tecnología y su desarrollo científico del que tanto
presumimos. Todas las cosas, por las que nos afanamos, a veces en
exceso, se acabarán. Nuestra existencia en esta tierra concluirá, aunque
no sabemos cuándo ni cómo. A veces cuando más seguros nos sentimos, es
cuando sobreviene la desgracia ¿Estamos preparados para el final?
Necesitamos reflexionar dónde estamos poniendo el corazón y qué
importancia le estamos dando a las cosas, a las personas y a Dios. Hay
quienes al perder bienes materiales pierden también la esperanza y el
entusiasmo por vivir, porque en ellos ponían su seguridad.
San Lucas responde a una inquietud de su tiempo, donde muchos
creyentes pensaban que estaba cercano el fin del mundo. Aunque habla de
un inminente desastre sobre el templo, no puede decirse que hable de que
ya se acerca el fin del mundo. Cuando le preguntan a Jesús si ya será
el fin del mundo, su respuesta es clara: no tengan miedo, estén
preparados. En tiempos de San Lucas se había vivido con la expectativa
de que la parusía, la segunda venida de Jesús, ya estaba próxima.
Mientras para unos era aliciente y esperanza, para otros, al dilatarse
su llegada, se iban produciendo reacciones contrarias. Unos pensando que
ya estaba próxima, se desentendían y olvidaban seguir construyendo el
Reino; y otros, al posponerse indefinidamente la llegada, caían en
confusión y desaliento. Por eso San Lucas nos alienta con estas
palabras. Nos asegura la presencia de Jesús en medio de las dificultades
pero debemos vivir en continua espera para llegar a la plenitud; es
trabajar viviendo la salvación, pero seguirla construyendo cada día.
San Pablo reclama fuerte esta actitud pasiva: “El que no quiera
trabajar, que no coma. Algunos de ustedes viven como holgazanes, sin
hacer nada, y además, entrometiéndose en todo. Les suplicamos a esos
tales y les ordenamos, de parte del Señor Jesús, que se pongan a
trabajar en paz para ganarse con sus propias manos la comida” Duras
palabras pues aún en nuestros días hay quienes viven como zánganos, sin
trabajar, aprovechándose injustamente del sudor y esfuerzo del prójimo.
El verdadero cristiano no puede vivir desentendido y superficial como
si el mundo fuera eterno. Tampoco puede sumergirse en la angustia y
desesperación frente a un posible final. La última frase del pasaje de
este día viene a darnos la actitud del verdadero cristiano: “Si se
mantienen firmes, conseguirán la vida”. La construcción del Reino de
Dios, no es de un momento, nuestra esperanza será para toda la vida y
más allá. En la primera lectura el profeta Malaquías al mismo tiempo que
amenazaba a los malvados daba esperanza a los justos: “Ya viene el día
del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados
serán como la paja… Pero para ustedes, los que temen al Señor, brillará
el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos” La actitud
que Jesús nos propone en este día es levantar la cabeza, no tener
miedo, trabajar con perseverancia y mantener viva la esperanza. Cristo
Resucitado nos llena de fortaleza frente a las incertidumbres del
momento final.
El discípulo es hombre que finca su esperanza en la resurrección de
Cristo donde se manifiesta su destino final. No es por su propia fuerza
como construirá un reino y como logrará al vida eterna, pero se requiere
de su participación activa y comprometida en favor de los hermanos. No
nos hagamos desentendidos, no somos eternos y el final puede estar a la
vuelta de la esquina. ¿Cómo miramos nosotros el fin del mundo? ¿Qué
sentimientos suscita en nosotros? ¿Trabajamos con entusiasmo pero con la
conciencia de nuestra limitación? ¿Somos hombres y mujeres de esperanza
que generamos una sana esperanza
Padre Bueno, Señor del tiempo y de la historia, concédenos la
sabiduría para llenar de vida nuestros días y la fortaleza para trabajar
con ahínco esperando la llegada de tu Hijo, Jesús. Amén