«Jesús caminaba delante de ellos». Esta es la imagen que nos ofrece
el Evangelio que hemos escuchado (Mc 10,32-45), y que hace de escenario
también para el acto que estamos realizando: un Consistorio para la
creación de nuevos Cardenales. Jesús camina con decisión hacia
Jerusalén. Sabe bien lo que allí le aguarda y ha hablado ya de ello
muchas veces a sus discípulos.
Pero entre el corazón de Jesús y el corazón de los discípulos hay una
distancia, que sólo el Espíritu Santo podrá colmar. Jesús lo sabe; por
esto tiene paciencia con ellos, habla con sinceridad y sobre todo les
precede, camina delante de ellos. A lo largo del camino, los discípulos
están distraídos por intereses que no son coherentes con la ‘dirección’
de Jesús, con su voluntad, que es una con la voluntad del Padre.
Así como hemos escuchado, los dos hermanos Santiago y Juan piensan en
lo hermoso que sería sentarse uno a la derecha y el otro a la izquierda
del rey de Israel. No miran la realidad. Creen que ven pero no ven, que
saben pero no saben, que entienden mejor que los otros pero no
entienden…
La realidad en cambio es otra muy distinta, es la que Jesús tiene
presente y la que guía sus pasos. La realidad es la cruz, es el pecado
del mundo que él ha venido a tomar consigo y arrancar de la tierra de
los hombres y de las mujeres.
La realidad son los inocentes que sufren y mueren a causa de las
guerras y el terrorismo; es la esclavitud que no cesa de pisar la
dignidad también en la época de los derechos humanos; la realidad es la
de los campos de prófugos que a veces se asemejan más a un infierno que a
un purgatorio; la realidad es el descarte sistemático de todo lo que ya
no sirve, incluidas las personas.
Esto es lo que Jesús ve mientras camina hacia Jerusalén. Durante su
vida pública él ha manifestado la ternura del Padre, sanando a todos los
que estaban bajo el poder del maligno. Ahora sabe que ha llegado el
momento de ir a lo más profundo, de arrancar la raíz del mal y por esto
camina decididamente hacia la cruz.
También nosotros, hermanos y hermanos, estamos en camino con Jesús en
esta vía. De modo particular me dirijo a vosotros, queridos nuevos
cardenales. Jesús ‘camina delante de vosotros’ y les pide de seguirlo
con decisión en su camino.
Los llama a mirar la realidad, a no distraerse por otros intereses,
por otras perspectivas. Él no los ha llamado para que sean ‘príncipes’
en la Iglesia, para que ‘se sientan a su derecha o a su izquierda’. Los
llama a servir como él y con él. A servir al Padre y a los hermanos. Los
llama a afrontar con su misma actitud el pecado del mundo y sus
consecuencias en la humanidad de hoy. Siguiéndolo, también vosotros
camináis delante del pueblo santo de Dios, teniendo fija la mirada en la
Cruz y en la Resurrección del Señor.
Y así, a través de la intercesión de la Virgen María, invocamos con
fe el Espíritu Santo, para que reduzca toda distancia entre nuestro
corazón y el corazón de Cristo, y toda nuestra vida sea un servicio a
Dios y a los hermanos».