A la señora Blanca Alcalá, Presidente del Parlamento Latinoamericano y Caribeño
Estimada en el Señor:
Con motivo del Foro «Diálogo Parlamentario de Alto Nivel sobre
Migración en América Latina y el Caribe: Realidades y Compromisos rumbo
al Pacto Mundial», la saludo en su calidad de Presidenta y, junto a
usted, a todos los que tomarán parte en este evento. Los felicito por
esta iniciativa que tiene como objetivo ayudar y hacer la vida más digna
a aquellos que, teniendo una patria, lloran por no encontrar en sus
países condiciones adecuadas de seguridad y subsistencia, viéndose
obligados a emigrar a otros lugares.
Del título de su encuentro me gustaría destacar tres palabras, que invitan a la reflexión y al trabajo: realidad, diálogo y compromiso.
En primer lugar, la realidad. Es importante conocer el
porqué de la migración y qué características presenta en nuestro
continente. Esto requiere no sólo analizar esta situación desde «la mesa
de estudio», sino tomar contacto con las personas, es decir con rostros
concretos. Detrás de cada emigrante se encuentra un ser humano con una
historia propia, con una cultura y unos ideales. Un análisis aséptico
produce medidas esterilizadas; en cambio, la relación con la persona de
carne y hueso, nos ayuda a percibir las profundas cicatrices que lleva
consigo, causadas por la razón o la sinrazón de su migración. Este
encuentro ayudará a dar respuestas factibles en favor de los emigrantes y
de los países receptores, asimismo contribuirá a que los acuerdos y las
medidas de seguridad sean examinados desde la experiencia directa,
observando si concuerdan o no con la realidad. Como miembros de una gran
familia, debemos trabajar para colocar en el centro a la «persona» (cf.
Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede, 9
enero 2017); ésta no es un mero número ni un ente abstracto sino un
hermano o hermana que necesita sentir nuestra ayuda y una mano amiga.
En este trabajo es indispensable el diálogo. No se puede
trabajar de forma aislada; todos nos necesitamos. Tenemos que ser
«capaces de pasar de una cultura del rechazo a una cultura del encuentro
y de la acogida» (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado,
2014). La colaboración conjunta es necesaria para elaborar estrategias
eficientes y equitativas en la acogida de los refugiados. Lograr un
consenso entre las partes es un trabajo «artesano», minucioso, casi
imperceptible pero esencial para ir dando forma a los acuerdos y a las
normativas. Se tienen que ofrecer todos los elementos a los gobiernos
locales como también a la Comunidad internacional, a fin de elaborar los
mejores pactos para el bien de muchos, especialmente de los que sufren
en las zonas más vulnerables de nuestro planeta, como también en algunas
áreas de Latinoamérica y el Caribe. El diálogo es fundamental para
fomentar la solidaridad con los que han sido privados de sus derechos
fundamentales, como también para incrementar la disponibilidad para
acoger a los que huyen de situaciones dramáticas e inhumanas.
Para dar una respuesta a las necesidades de los emigrantes, se requiere el compromiso
de todas las partes. No podemos quedarnos en el análisis minucioso y en
el debate de ideas, sino que nos apremia dar una solución a esta
problemática. Latinoamérica y el Caribe tienen un rol internacional
importante y la oportunidad de convertirse en actores claves ante esta
compleja situación. En este compromiso «se necesita establecer planes a
medio y largo plazo que no se queden en la simple respuesta a una
emergencia» (Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Santa Sede,
11 enero 2016). Estos sirven para establecer prioridades en la región
también con una visión de futuro, como la integración de los emigrantes
en los países que los reciben y la ayuda al desarrollo de los países de
origen. A éstas se suman otras muchas acciones que son urgentes, como la
atención a los menores: «Todos los niños tienen derecho a jugar […],
tienen derecho en definitiva a ser niños» (Mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado,
2017). Ellos necesitan nuestra solicitud y ayuda, también sus familias.
A este respecto, renuevo mi llamado para detener el tráfico de
personas, que es una lacra. Los seres humanos no pueden ser tratados
como objetos ni como mercancía, pues cada uno lleva consigo la imagen de
Dios (cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 197-201).
El trabajo es enorme y se necesitan hombres y mujeres de buena
voluntad que, con su compromiso concreto, puedan dar respuesta a este
«grito» que se eleva desde el corazón del emigrante. No podemos cerrar
nuestros oídos a su llamado. Exhorto a los Gobiernos nacionales a asumir
sus responsabilidades para con todos los que residen en su territorio; y
renuevo el compromiso de la Iglesia Católica, a través de la presencia
de las Iglesias locales y regionales, en responder a esta herida que
llevan consigo tantos hermanos y hermanas nuestros.
Por último, los animo en esta tarea que realizan y pido la
intercesión de la Virgen Santa. Ella, que también vivió la emigración
huyendo a Egipto con su esposo y su Hijo Jesús (Mt 2,13), los cuide y sostenga con su ayuda maternal.
Por favor, les pido que recen por mí; y pido al Señor que los bendiga.
Vaticano, 7 de junio de 2017
FRANCISCO