El Papa en Santa Marta
¡Hipócritas! Es la palabra que
Jesús usa tantas veces para calificar a los doctores de la ley. Son
hipócritas porque dicen una cosa, pero piensan otra, como la misma
etimología de la parola indica*.
Esos doctores de la ley hablan, juzgan, pero piensan otra cosa. Eso es
hipocresía. Y la hipocresía no es el lenguaje de Jesús. La hipocresía no
es el lenguaje de los cristianos. Un cristiano no puede ser hipócrita y
un hipócrita no es cristiano. ¡Esto es así de claro! Ese es el adjetivo
que Jesús más emplea con esa gente: ¡hipócrita!
Veamos cómo proceden, en tres aspectos.
Primero, el hipócrita siempre es un adulador, en mayor o menor grado,
pero un adulador. Estos, de hecho, intentan adular a Jesús. Los hipócritas siempre comienzan con la adulación. La
adulación es también no decir una verdad, es exagerar, es hacer crecer
la vanidad. Hace tiempo conocí a un cura que “se bebía” todas las
adulaciones que le hacían; era su debilidad.
Segundo, la adulación empieza con mala intención.
Es el caso de los doctores de la ley, de los que se lee en el Evangelio
de hoy (cfr. Mc 12,13-17) que ponen a prueba a Jesús, comenzando con la
adulación y haciendo luego una pregunta para hacerle caer: ¿Es lícito pagar impuesto al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? El hipócrita tiene esa doble cara. Pero Jesús, conociendo su hipocresía, dice claramente: ¿Por qué intentáis cogerme? Traedme un denario, que lo vea. Siempre
Jesús, a los hipócritas y a los ideólogos, responde con la realidad. La
realidad es así; todo lo demás es hipocresía o ideología. Pero esta es
la realidad: traedme un denario. Y les muestra la realidad, responde con la sabiduría del Señor: Dad al César lo que es del César —la realidad era que el denario tenía la imagen del César—, y a Dios lo que es de Dios.
El tercer aspecto es que el lenguaje de la hipocresía es el engaño,
el mismo lenguaje de la serpiente a Eva: ¡lo mismo! Comienza con la
adulación para luego destruir a las personas, hasta desgarrar la
personalidad y el alma de la persona. Y mata a las comunidades. Cuando
hay hipócritas en una comunidad existe un peligro grande ahí, hay un
peligro muy feo. El Señor Jesús nos dijo: Sea vuestro hablar: sí, sí, no, no. Lo demás procede del maligno (Mt 5,37).
¡Cuánto daño hace a la Iglesia la hipocresía! Atentos a los cristianos
que caen en esa actitud pecaminosa, que mata. El hipócrita es capaz de
matar a una comunidad. Está hablando dulcemente, pero está juzgando
brutalmente a una persona. ¡El hipócrita es un asesino!
Recordemos esto: comienza con la adulación, pero solo se responde con la realidad. No me vengan con esas historias, la realidad es esta, como con la ideología, esta es la realidad.
Y al final es el mismo lenguaje del diablo que siembra una lengua
bífida en las comunidades para destruirlas. Pidamos al Señor que nos
proteja para no caer en el vicio de la hipocresía, de disimular la
actitud, pero con malas intenciones. Que el Señor nos dé esta gracia: Señor,
que yo jamás sea hipócrita, que sepa decir la verdad y si no puedo
decirla, estar callado, pero nunca jamás una hipocresía.