Obispo de San Cristóbal de Las Casas
VER
Organizamos un pequeño curso de formación permanente para los
presbíteros de nuestra diócesis, con el objetivo de actualizarnos en
algunos puntos de Moral y Derecho Canónico, para ser mejores servidores
del sacramento de la reconciliación y de la pastoral familiar, en el
espíritu del capítulo VIII de Amoris laetitia. Nos auxiliaron
dos profesores de la Universidad Pontificia, expertos en esas materias.
Los puntos principales fueron: Análisis de dicho capítulo VIII y su
alcance concreto en los aspectos sacramentales y de participación en la
vida de la Iglesia. Requisitos esenciales para la validez de un
matrimonio. Principales capítulos de nulidad en un proceso matrimonial.
Desafíos que atentan contra la vida y la familia: Métodos de
planificación familiar, píldora del día siguiente, Técnicas de
Reproducción Humana Artificial. Gradualidad en la moral y normas de
discernimiento. Desafíos a la moral de la familia: Directrices
anticipadas, Eutanasia, Homosexualidad. Pasos que se han de dar para un
juicio de nulidad y la normativa pontificia reciente (Mitis Iudex
Dominus Iesus). Facultades de los párrocos y de los Vicarios Episcopales
para un matrimonio.
Nos planteamos asuntos que con frecuencia se nos presentan en la
pastoral: ¿Se puede dar la comunión a casados por la Iglesia que se han
separado y viven en una nueva unión? ¿Se puede admitir al bautismo a una
persona mayor que vive con una pareja con la que no puede casarse por
la Iglesia, y por tanto, también darle su Confirmación y la Comunión,
ésta por única vez? ¿Pueden confesarse y comulgar personas que quieren
recibir la Confirmación, pero viven en una situación irregular, que no
pueden resolver, y quieren recibir la fuerza del Espíritu, que necesitan
sinceramente? En caso de una enfermedad grave, o antes de una operación
delicada, ¿pueden confesar y comulgar quienes viven en una situación no
regular?
Estos y otros planteamientos no son elucubraciones de academia, sino
casos concretos de cada día en el ministerio pastoral. La respuesta
habitual en estos casos era casi siempre la negativa. Pero desde antes
de que llegara el Papa Francisco, ya nos significaba un remordimiento de
conciencia excluir a estas personas de todos los sacramentos, de una
forma tajante y poco comprensiva. Si una persona vivía en amasiato y
estaba gravemente enferma, aunque nos pidiera la confesión y los demás
auxilios espirituales, se los negábamos con la conciencia de estar
haciendo lo mejor. Pero, ¿esa es la actitud de Jesús? ¿Un legalismo sin
misericordia, sin análisis de cada caso particular?
PENSAR
El Papa Francisco, en el capítulo VIII de Amoris laetitia,
insiste de una forma obsesiva que nunca hemos de traicionar el ideal del
matrimonio y que siempre hay que procurarlo; pero, con un realismo
evangélico y pastoral, nos invita a ser misericordiosos. Nunca afirma,
en forma explícita, que se admita a esas personas a la comunión
sacramental, pero nos da criterios de discernimiento, apegados a la
práctica de Jesús, para que nosotros tomemos la decisión pertinente en
cada caso. Yo ya he concretado algunos criterios para el clero
diocesano.
Dice el Papa: “Aunque la Iglesia entiende que toda
ruptura del vínculo matrimonial va contra la voluntad de Dios, también
es consciente de la fragilidad de muchos de sus hijos… Aunque siempre
propone la perfección e invita a una respuesta más plena a Dios, la
Iglesia debe acompañar con atención y cuidado a sus hijos más frágiles,
marcados por el amor herido y extraviado, dándoles de nuevo confianza y
esperanza” (291).
“Dos lógicas recorren toda la historia de la
Iglesia: marginar y reintegrar. El camino de la Iglesia es siempre el
camino de Jesús, el de la misericordia y de la integración. El camino de
la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la
misericordia de Dios a todas las personas que la piden con corazón
sincero” (296).
“Los divorciados en nueva unión pueden encontrarse
en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o
encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un
adecuado discernimiento personal y pastoral” (298).
“Los bautizados que se han divorciado y se han
vuelto a casar civilmente deben ser más integrados en la comunidad
cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de
escándalo. La lógica de la integración es la clave de su acompañamiento
pastoral, para que no sólo sepan que pertenecen al Cuerpo de Cristo que
es la Iglesia, sino que puedan tener una experiencia feliz y fecunda”
(299).
ACTUAR
¿Qué hacer? Dice el Papa: “Para evitar cualquier
interpretación desviada, recuerdo que de ninguna manera la Iglesia debe
renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios
en toda su grandeza. La tibieza, cualquier forma de relativismo, o un
excesivo respeto a la hora de proponerlo, serían una falta de fidelidad
al Evangelio y también una falta de amor de la Iglesia hacia los mismos
jóvenes. Comprender las situaciones excepcionales nunca implica ocultar
la luz del ideal más pleno ni proponer menos que lo que Jesús ofrece al
ser humano” (307).
“Comprendo a quienes prefieren una pastoral más
rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que
Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en
medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa
claramente su enseñanza objetiva, no renuncia al bien posible, aunque
corra el riesgo de mancharse con el barro del camino” (308).