El Papa en Santa Marta
Las palabras del profeta Isaías de la primera lectura de hoy marcan la senda de la conversión cuaresmal: cesad de obrar mal, aprended a obrar bien. Cada uno de nosotros, cada día, hace algo mal. De hecho, la Biblia dice que el justo cae siete veces al día.
El problema está en no acostumbrarnos a vivir en las cosas malas y
alejarnos de lo que envenena el alma y la hace pequeña. Por tanto,
aprendamos a hacer el bien, que no es fácil: hay que estar siempre
aprendiendo. Y Él nos enseña. ¡Pero aprender, como los niños! En el
camino de la vida cristiana se aprende todos los días. Hay que aprender
todos los días a hacer algo, a ser mejores que el día anterior.
¡Aprender! Alejarse del mal y aprender a hacer el bien: esa es la regla
de la conversión. Porque convertirse no es ir a un hada que con la
varita mágica nos convierta: ¡no! Es un camino, un camino de alejarse y
de aprender.
Por tanto, hace falta valor para
alejarse y humildad para aprender a hacer el bien, que se explicita en
actos concretos. El Señor aquí nos dice varias cosas concretas, aunque
hay muchas más: Buscad el derecho, enderezad al oprimido; defended al huérfano, proteged a la viuda…
Son cosas concretas. Se aprende a hacer el bien con cosas concretas, no
con palabras. ¡Con hechos! Por eso Jesús, en el Evangelio que hemos
escuchado, reprende a la clase dirigente del pueblo de Israel, porque dicen, pero no hacen, no conocen la concreción. Y si no hay concreción, no puede haber conversión.
La primera lectura sigue con la invitación del Señor: Arriba, venid y litigaremos. Arriba:
una hermosa palabra, una palabra que Jesús dirigió a los paralíticos, a
la hija de Jairo y al hijo de la viuda de Naím. Y Dios nos echa una
mano para levantarnos. Y es humilde, se agacha hasta nosotros para
decirnos: Venid y litigaremos. Dios nos ayuda a caminar juntos
para explicarnos las cosas y llevarnos de la mano. El Señor es capaz de
hacer ese milagro, es decir, de cambiarnos, no de un día para otro, sino
en el camino. Es una invitación a la conversión, a alejarnos del mal, a
aprender a hacer el bien… Venga, arriba, venid a mí, discutamos y sigamos adelante.
Pero es que yo tengo muchos pecados… Pues no te preocupes: Aunque vuestros pecados sean como púrpura, blanquearán como nieve. Ese
es el camino de la conversión cuaresmal. Sencillo. Es un Padre que
habla, es un padre que nos quiere mucho, que nos ama mucho, mucho. Y nos
acompaña en esa senda de conversión. Solo pide de nosotros que seamos
humildes. Jesús dice a los dirigentes: El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
En definitiva, el camino de la
conversión cuaresmal consiste en alejarse del mal, aprender a hacer el
bien, levantarse e ir con él. Entonces nuestros pecados serán todos
perdonados.